La Vanguardia

SALTOS Y CAÍDAS

- TERESA AMIGUET

Nunca hubo una chica Bond tan inesperada como la de 2012. No es que los productore­s de la inagotable franquicia cambiasen su acartonada mentalidad machista habitual. En Skyfall, el filme del agente 007 que se estrenó aquel año, volvía a servírseno­s una de aquellas exóticas bellezas que impresiona como el descorche de una botella de cava y luego se evapora tan rápido como las burbujas. ¿Quién se acuerda hoy de la francesa-chino-camboyana, Bérénice Marlohe? Quien pasó realmente a la historia como chica Bond fue nada más y nada menos que la reina de Inglaterra, Isabel II, quien el día de la inauguraci­ón de “sus” Juegos Olímpicos de Londres apareció en el Estadio Olímpico cayendo literalmen­te del cielo, o eso pareció. Un vídeo proyectado nos mostraba a Daniel Craig, siempre al servicio de Su Majestad, llevándola en heli- cóptero hasta sobrevolar el coliseo con el aparato desde el que veíamos tirarse con decisión a alguien que llevaba una ropa idéntica a la de la venerable soberana. La tela del paracaídas era la bandera británica, no podía faltar ni un detalle. A la reina luego le dieron hasta un premio Bafta honorífico por su apoyo al cine británico. Y eso que aún no existía The crown.

Si hay alguna razón por la que merezca la pena recordar Skyfall

es porque, por primera vez, el villano fue un actor español. Asumámoslo: nunca uno de los nuestros va a tener el papel protagonis­ta así que, ¿por qué no competir en nuestra propia liga, la de los malos latinos, un subgénero de tintes casi xenófobos pero que ya se ha convertido en todo un clásico de las cintas anglosajon­as? Javier Bardem se llevó el premio en esta ocasión, ya que el papel de malvado en la serie Bond reporta ingresos millonario­s. Además, parece que se lo pasó bomba y consiguió que su personaje, el ciberterro­rista homosexual Raoul Silva, fuera, al entender de muchos críticos, el verdadero protagonis­ta de la función. ¿Cómo olvidar su estrambóti­ca cabellera rubia platino? Ningún peluquero en su sano juicio se la hubiera aconsejado, dicen que surgió en un brainstorm­ing con el director Sam Mendes. En esa melena lacia y repeinada algunos quisieron encontrar una referencia a la rebelde testa de Julian Assange, por aquello de utilizar internet para saltarse el orden establecid­o.

Para salto, el que dio el 14 de octubre el austríaco Felix Baumgartne­r, desde la estratosfe­ra, cual satélite a la deriva, contra la Tierra. Eso sí fue un skyfall. Un globo tripulado lo había llevado hasta los 38.969 metros de altura, y desde allí tres minutos sin abrir su paracaídas. En ese tiempo batió varios récords: primer hombre que rompía la barrera del sonido (la velocidad máxima de Mach 1.25 la alcanzó durante los primeros 40 segundos) y el del salto libre de mayor altura. Este último ya no lo ostenta, porque un vicepresid­ente de Google, Alan Eustace, se dio el capricho, dos años después, de batir su marca y bajó de los cielos desde más de 40.000 metros. Baumgartne­r resumió su hazaña con frases no demasiado originales, como aquella de darse cuenta allí arriba de lo pequeño que es uno, similar al “fútbol es fútbol” pero en versión pilotos y astronauta­s. Los prudentes que aspiren a emularle mejor que recuerden otra: “Si algo sale mal, puedes morir en 15 segundos”.

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Bond, siempre al servicio de Su Olímpica Majestad
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Baumgartne­r, caído del cielo
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