EL PAÍS DE CUARENTILANDIA
FNIEVES ÁLVAREZ orever young” (siempre joven) es un continuo hilo musical que canturrea por mi mente desde que comencé mi andadura por la cuarentena hace exactamente mil cuatrocientos sesenta días. Ayer, 30 de marzo, no tuve más remedio que abrir las puertas al cuatro por partida doble. Cuarenta y cuatro primaveras, otoños y veranos.
El país de Cuarentalandia, es un lugar aparentemente tranquilo, un edén en el que irrumpes de forma precipitada y tus recuerdos de la década anterior se evaporan en cuestión de segundos. El kit de supervivencia de todo cuarentalense para descubrir esta nación tan desconocida y apasionante incluye imprescindibles como diez o doce cajas de complementos vitamínicos, la comodidad en forma de zapatillas y a Campanilla para que el síndrome de Peter Pan no flaquee en ningún momento.
Los lugareños de Cuarentalandia sabemos que nuestra máxima premisa a partir de ahora es vivir de las rentas, si las tienes, y aceptarse sí o sí. Es en este instante cuando tu célebre palabrería de la treintena como “Ya lo haré en un futuro”, “Yo a los cuarenta estaré mejor que con veinte” o “Al gimnasio ahora, ¿para qué?, si estoy estupenda”, se torna hacia ti con sorna y tu interior experimenta cierta culpabilidad.
Admito que mi ateísmo por la crisis cuarentona ha sido patente durante años hasta que he caído en sus garras. Poco a poco tus formas de actuar se van transformando en nuevas actitudes. Levantarse por las mañanas queriendo ser la persona más emprendedora del planeta, recuperar del armario tus looks más cañeros para que tu teenager (adolescente) interior no muera, ingerir dos copas de vino temiendo la resaca monumental del día siguiente o hundirte profundamente cuando te llaman “señora”, son algunos de los síntomas de la ya conocida cuarentalitis.
Pero no hay que alarmarse, Cuarentalandia es también un espacio mágico donde reina la estabilidad y el resplandor de la mente, un camino de paz en el que los
Convertirse en cuarentalense lleva consigo un empoderamiento ipso facto y una extraordinaria madurez
problemas del pasado se convierten en meras anécdotas, las incógnitas no piden ser resueltas y los rompecabezas que tantas noches de insomnio te han generado, se relativizan.
Convertirse en cuarentalense lleva consigo un empoderamiento ipso facto y una extraordinaria madurez que te da confianza para gozar de una juventud renovada.
Aceptemos que los cuarenta no son los nuevos treinta, son aún mejores. Es el punto de inflexión para hacer las paces con uno mismo, el momento para frenar, mirarse al espejo, apreciar una seguridad envidiable y una belleza más cautivadora.
¡Cuarentalenses, es vuestro momento!