El inventor del stiletto de la suela roja llega a Barcelona
Sus zapatos se distinguen por la icónica suela roja, la que lanzó cuando tenía 18 años y que le ha valido un éxito millonario así como infinitos litigios ante los que no quieren cederle en exclusiva ese sello de distinción. Sí, fue él, Christian Loboutin (París, 1964), el primero en pintar en encarnado los pasos más sofisticados del mundo de la moda para convertirse en uno de los creativos más cotizados del planeta. Un éxito sin precedentes por el que luchó ante los tribunales en un intento, fallido, para que la patente del color rojo de la suela fuera solo para sus diseños.
Y aunque no consiguió que su red sole acompañe únicamente a los CL auténticos, a este parisino de 55 años no le puede ir mejor. Con una facturación anual superior a los 4,5 millones de euros solo desde su tienda de Nueva York y ya más de 25 años de historia, su marca sigue creciendo año a año y posicionándose en todas las grandes capitales europeas. Barcelona, la más reciente en recibir sus pasos, inauguró hace unas semanas su primera boutique en el paseo de Gràcia barcelonés (el pasado 8 de marzo abrió en el 97 de la exclusiva avenida, donde antes estuvo Starbucks) y se espera que pronto venga en persona a inaugurarla.
Lo sorprendente es que además de esos stilettos que marcaron un antes y un después en el sector, en su tienda de Barcelona hay una enorme oferta de calzado para hombre. Porque, tal como apuntó ya con su primera colección masculina en 2010, también en ese terreno ha sabido imponer su ley de la tendencia llevada al extremo y sumar así un creciente ejército de adeptos. Las tachuelas, discretos adornos plateados o dorados, pieles de primera calidad y un corte clásico siguen siendo los puntos más fuertes de los auténticos Loboutin masculinos.
El primero en lucir los suelaroja masculinos es él mismo. El propio Loboutin. El diseñador que debutó inventando zapatos tan sensuales como resistentes para las bailarinas del Folies Bergère de su París natal, abrió su primera tienda en los 90, en plena guerra del Golfo. Desde esa galería cubierta del pasaje Véro-Dodat parisino, enamoró a otros grandes de la moda. De Givenchy a Jean-Paul Gaultier. Y Azzaro, Lanvin, Chloé, Victor & Rolf y Diane von Furstenberg, que, según recuerda, fue quien le sugirió crear piezas clásicas e icónicas.
Construyendo su imperio sin prisas, poco a poco, ha tenido tiempo de recoger premios (en 1996 y en 2008 la industria del calzado norteamericana le concedió un premio FFANY) y también de marcar momentos históricos como cuando en 2002, gracias a una amiga en común, concibió los zapatos para el último desfile de Yves Saint Laurent. Unas sensacionales sandalias
totalmente en rojo, con tiras transparentes y el símbolo YSL bordado en paillettes con un impactante efecto tatuaje. Antes de lanzar su propia marca el 21 de noviembre de 1991, Loboutin, que dice que los zapatos son alados y por eso se inspira en los pájaros, trabajó de becario para Dior (y salió escamado: según dice abandonó la casa cuando vio que su trabajo se puso bajo la firma de Dior y sin su crédito un día que volvió de vacaciones), conoció a Roger Vivier (el auténtico inventor del stiletto y considerado el Fabergé del calzado) y también trabajó como freelance para Chanel y Maud Frizon.
¿Su primera clienta en la primera tienda que abrió con ayuda de sus amigos de la infancia y ahora socios Henry Seydoux y Bruno Chambelland? Ni más ni menos que Carolina de Mónaco. ¿Y el invento de las suelas rojas? En 1993 cogió el barniz Chanel con que su asistente se estaba pintando las uñas. La prueba de la pintura sobre la suela le convenció para siempre.