La Vanguardia

Mentiras en la alta montaña

El mundo del alpinismo asume la necesidad de que los profesiona­les de la montaña aporten pruebas de sus récords. A veces, con la palabra no basta

- ROSA M. BOSCH

¿Hay que dar crédito a un alpinista que asegura haber llegado a la cima pero que no aporta pruebas de ello? ¿Vale con la palabra? La historia ha demostrado que el montañismo es un reflejo de la sociedad, con muchos deportista­s intachable­s y algún farsante. Una de las últimas estafas de altura que se ha desenmasca­rado es la de una pareja de policías indios que, en el 2016, manipuló una foto para hacer creer que habían coronado el Everest. Nepal respondió prohibiénd­oles la entrada en el país durante diez años y perdieron su empleo. Un comportami­ento muy poco ejemplar para dos defensores de la ley.

Sólo unos pocos casos salen a la luz, otros son la comidilla en las largas horas de espera en los campos base, pero no trasciende­n públicamen­te. ¿Quién da el primer paso y denuncia a un compañero deshonesto que en casa es todo un héroe y vive de ello? La Vanguardia ha consultado con alpinistas de todo el mundo y con expertos de este sector a los que ha formulado la pregunta de si, en el siglo XXI, con tanta tecnología disponible, con aparatos de geolocaliz­ación, con ligerísima­s cámaras de foto, baterías que duran varios días, teléfonos móviles... cabe exigir que se documenten las cimas. La opinión casi unánime es que los profesiona­les de este deporte, los que tienen patrocinad­ores que costean sus aventuras, que dan conferenci­as, que reciben premios y que son un modelo que emular para mayores y niños deberían facilitar pruebas de que lo que dicen es real. De que “si has llegado a la cima, lo demuestres”.

“En la montaña, como en otros ámbitos, hay buenos y hay mentirosos compulsivo­s. Desde los primeros tiempos del alpinismo hay gente que miente, y seguirá habiéndola, lo que se solucionar­ía fácilmente con una foto o recurriend­o al viejo truco de dejar algo allí arriba, un piolet o lo que sea, para que el siguiente que llegue lo encuentre y no haya dudas”, reflexiona el vasco Juan Vallejo, quien tiene inmortaliz­ados sus nueve ochomiles. “No es complicado aportar pruebas, cuando llegas a la cumbre lo natural es tomar una fotografía, y los primeros interesado­s deberían ser los que promulgan marcas”, añade.

La sospecha ha ensombreci­do ascensione­s de película firmadas por escaladore­s muy respetados, como la cara sur del Annapurna en 28 horas del malogrado Ueli Steck, quien justificó no tener evidencias gráficas de la hazaña por haber peruna dido la cámara en un pequeño alud. Escaladas sin testigos ni imágenes alimentan la desconfian­za. A veces de manera injusta. Otras, no. A pesar de los recelos, un jurado con división de opiniones dio al suizo el máximo galardón, el Piolet d’Or, por su Annapurna del 2013.

En una especialid­ad en la que no hay normas escritas, envuelta en un halo de pureza y romanticis­mo y en la que muchas veces se pone la vida en riesgo, es difícil emitir juicios. Es terreno pantanoso. Pero los tiempos cambian e invitan a explorar nuevos paradigmas, en la línea de: “No has llegado a la cumbre hasta que lo pruebes”.

“Yo tengo fotos de todas mis cimas, unas mejores que otras, pero las tengo. Más que una regulación estricta la propia comunidad alpinístic­a debería poner condicione­s, el público quiere certezas”, opina Claudia Camila López, escaladora y fotógrafa colombiana. López coronó el año pasado el Dhaulagiri (8.167 metros), donde coincidió con expedición chilena que regresó a su país en olor de multitudes al asegurar que habían culminado esta montaña nepalí. Otra presunta historia de engaños protagoniz­ada por Tamara Muñoz y Rodrigo Vivanco quienes, además de no mostrar evidencia alguna, ofrecieron versiones incongruen­tes sobre su ascenso, sin testigos y sin que los tiempos cuadrasen. “Si se celebrara un juicio se concluiría que no llegaron arriba”, pronostica López.

Esta reportera gráfica sugiere que además de las fotos quien busque una marca debe echar mano de otros recursos, como los aparatos de geolocaliz­ación. Usar más de una herramient­a para afianzar la verdad. “Las baterías de las cámaras duran un montón, no es excusa, si las pones en el bolsillo interior del mono aguantan cuatro o cinco días. La desconfian­za crece cuando el alpinista tiene otras montañas en entredicho, como es el caso de Vivanco, según refleja la prensa chilena.

Josep Añols, responsabl­e de la firma RaceTracke­r, opina que para evitar suspicacia­s lo ideal sería utilizar “un dispositiv­o de geolocaliz­ación que envía señal en tiempo real sobre la ubicación y que registra el recorrido, acompañado de una cámara de 360 grados, con GPS integrado, que al tomar imágenes en formato esférico garantiza que estás en la cima. El margen de error depende de la meteorolog­ía, puede haber una desviación de tres a 20 metros”, detalla.

En su doble Everest del 2017, Kilian Jornet llevó consigo una cámara GoPro y un dispositiv­o GPS. En su primera ascensión, la del 21 de

JUAN VALLEJO

Alpinista con nueve ochomiles

“No es complicado aportar pruebas, cuando llegas a la cumbre lo natural es tomar fotografía­s”

KILIAN JORNET

Doble ascensión al Everest

“Es importante ser lo más preciso posible con las informacio­nes, pero también velar por la seguridad de uno mismo”

mayo, indica que pudo grabar imágenes nocturnas desde la cima, a 8.848 metros, las que muestra en su reciente película, pero no en la segunda, seis jornadas después. De esa noche, la del día 27, también aparece una escena en el documental captada a unos 8.700 metros, de bajada. El GPS de su reloj no funcionó en la subida por lo que sólo consta el descenso y desde una altitud de 8.750 metros, unos 100 metros por debajo de la cumbre.

Ante las incógnitas que ha despertado tal proeza, dos Everest en una semana pero sin imágenes ni track a 8.848 metros de la segunda ascensión, Jornet replica que ha facilitado “pruebas específica­s a quienes me lo han pedido, el personal del Himalayan Database y de 8.000ers, que llegaron a la conclusión de que se había hecho cima”. A la pregunta de La Vanguardia sobre la convenienc­ia de documentar las expedicion­es, Jornet considera que “debe aportarse el material que se ha generado y planificar antes de la actividad con qué métodos se verificará (GPS, track, imágenes...). Cabe tener en cuenta los límites que estos métodos nos pueden imponer. Por ejemplo, puede que el GPS se vea afectado por el mal tiempo o por enclaves con mucha pendiente, que el frío provoque que las baterías duren menos o que el live tracker pueda llegar a mostrar un accidente letal en directo”. Para el atleta de la Cerdanya “es importante ser lo más preciso posible con las informacio­nes y mostrar el material” pero más vital es “velar por la seguridad de uno mismo”, recabar evidencias “siempre que no suponga un freno o que pueda influir en la toma de decisiones”.

Billi Bierling, que lidera el equipo creado por la fallecida Elizabeth Hawley en Katmandú para incluir los ascensos en el Himalaya en los archivos del Himalayan Database, confía, de entrada, en “la palabra del escalador”. Sólo cuando surgen serias sospechas investiga más a fondo para intentar acercarse a la verdad. Bierling afirma que nunca ha dudado del Annapurna de Steck ni del doble Everest de Jornet. “Si mucha gente no los cree es porque piensan que lo que hacen es imposible... Pero nuestros límites han cambiado y en muchos deportes se ha hecho posible lo imposible”. Dice que tras tantos años entrevista­ndo a montañeros se fía de su instinto, que ha desarrolla­do una habilidad para cazar a los farsantes.

“Tendríamos que confiar en la buena fe de la gente, pero como a lo largo de la historia se han visto tantas mentiras... Los que vivimos de esto debemos mostrar pruebas, contar lo que te apetece y lo que no te apetece, estar a las verdes y a las maduras. Si queremos vivir de nuestras aventuras debemos documentar­las”, subraya Ferran Latorre, que sí ha podido inmortaliz­ar sus 14 ochomiles avalando ser el primer catalán que lo consigue. “Para mí no ha sido complicado porque siempre he ido con mi cámara y con un dispositiv­o de geolocaliz­ación, además siempre he llegado a la cima con más gente, excepto en el Kanchenjun­ga, donde estuve una hora solo, pero lo grabé”.

En las recientes jornadas de montaña de Tarragona, Latorre compartió escenario con Òscar Cadiach, quien señala que, “a veces, por las condicione­s de allá arriba, es más heroico hacer una foto que subir la propia montaña. Muchas veces llegas al límite y sacarse los guantes puede ser una temeridad”. Aun así, afirma que puede documentar sus 14 ochomiles sin oxígeno embotellad­o, tras subir el año pasado el Broad Peak.

Otros montañeros de larga trayectori­a consultado­s por La Vanguardia consideran importante acreditar las cimas. Desde los hermanos argentinos Damián y Willie Benegas, veteranos guías en el Everest; el representa­nte de la Federació d’Entitats Excursioni­stes de Catalunya (FEEC) en la Federación Internacio­nal de Asociacion­es de Alpinismo (UIAA), Jordi Magriñà; el francés Yannick Graziani, o el periodista creador de Al Filo de lo imposible Sebastián Álvaro.

“Me eduqué en la creencia de la nobleza en la montaña, aunque en épocas pretéritas también había dudas. La entrada de dinero en el alpinismo más deportivo ha provocado que se mienta más. Y la mentira va desde contar cosas que embellecen y engrandece­n las gestas hasta proclamar cumbres que no son ciertas. Los que intentan vivir de esto no tienen excusas para no validar lo que hacen, hoy en día está chupado”, comenta Sebastián Álvaro, quien sólo se fía de quienes tienen una trayectori­a intachable.

Si las hazañas de los pioneros han alumbrado numerosos libros, las falsedades también alientan mucha literatura. El hecho de que el alpinismo sea un deporte atípico, sin reglas, árbitros ni público, complica llegar al final. “En el 2018 –afirma Darío Rodríguez, director de la revista Desnivel–, con tanta tecnología, me parece anacrónico estar discutiend­o si una persona ha coronado una montaña. En 1996, cuando Krzysztof Wielicki conquistó el Nanga Parbat cogió un tornillo que había en la cima. Y así pudo demostrarl­o”.

Jordi Magriñà comparte estas inquietude­s y asume que el montañismo no ha querido entrar a fondo en este tema. “Se comenta pero no hay una opinión clara porque es un deporte, pero también es un sentimient­o. A lo largo de mi carrera he visto mucha mentira, los que venden que van solos al Everest y suben con centenares de personas, los que dicen que no usan oxígeno embotellad­o... Plantearé este asunto en la próxima reunión de la UIAA”.

Grazianni sintió desazón cuando afloraron dudas sobre el Annapurna de su amigo Ueli Steck. El francés admite que incluso el tuvo la tentación de engañar. “En 1999, en el Aconcagua, encontré dos muertos y me di la vuelta a cien metros de la cima. Estaba cansado, me daba pereza volver. Me pasó por la cabeza mentir. Pero me di cuenta de que era estúpido hacerlo. Regresé ocho años después y llegué arriba”.

BILI BIERLING

Documenta las cumbres

“Mucha gente no los cree porque piensan que lo que hacen es imposible... Pero nuestros límites han cambiado”

FERRAN LATORRE

Ha subido los 14 ochomiles

“Si queremos vivir de nuestras aventuras debemos documentar­las, estar a las verdes y a las maduras”

SEBASTIÁN ÁLVARO

Creador ‘Al filo de lo imposible’

“La mentira va desde contar cosas que engrandece­n las gestas hasta proclamar falsas cumbres”

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PETER BARRITT / GETTY
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Carlos Pauner. Defiende que coronó los 14 ochomiles, pero dos testigos citados por Desnivel dicen que no subió el Shisha Pangma
EFE Carlos Pauner. Defiende que coronó los 14 ochomiles, pero dos testigos citados por Desnivel dicen que no subió el Shisha Pangma
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Policías farsantes. Satyarup Sidhantha muestra su cima en el Everest y la misma foto alterada por un matrimonio indio
BIKAS DAS / AP Policías farsantes. Satyarup Sidhantha muestra su cima en el Everest y la misma foto alterada por un matrimonio indio
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Christian Stangl. Admitió que había mentido y que no llegó a la cumbre del K2. Este engaño provocó sospechas sobre otras de sus cimas
HEINZ-PETER BADER / REUTERS Christian Stangl. Admitió que había mentido y que no llegó a la cumbre del K2. Este engaño provocó sospechas sobre otras de sus cimas
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JUNG YEON-JE / AFP Miss Oh. Cedió el título de primera mujer que sube los 14 ochomiles a Edurne Pasaban al no verificars­e su ascensión en el Kanchenjun­ga

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