La Vanguardia

LA PRIMERA MÉDICA

Dolors Aleu perseveró en su deseo de ejercer la medicina a pesar de los obstáculos de la sociedad de los siglos XIX y XX

- CARINA FARRERAS Barcelona

Dolors Aleu perseveró en su deseo de ejercer la medicina a pesar de los obstáculos de la sociedad de los siglos XIX y XX.

La primera mujer en España en ejercer la medicina en la historia moderna fue la barcelones­a Dolors Aleu, nacida en 1857 y fallecida en 1913. Poco se sabe de su vida a través de los escritos que han quedado. Casi todo desapareci­ó con su muerte. Las historias de sus pacientes, diarios, cartas, posibles textos de conferenci­as, libros o una simple receta..., todo quedó carbonizad­o por el fuego. Apenas han sobrevivid­o de las llamas algunas fotos y una carta a sus hijos. También la documentac­ión que conserva el archivo de la Universita­t de Barcelona, algún artículo en revista especializ­ada, recortes de La Vanguardia y las cartas cruzadas del catedrátic­o que la animó a doctorarse.

También sobreviven retazos de su vida en la memoria de sus descendien­tes, la familia Cuyàs. Su tataraniet­a, Núria Cuyàs, ha recuperado toda la informació­n y ha creado una obra teatral, Barbes de balena, en la que relata la difícil condición de ser mujer a finales del XIX con la valiente historia de su antecesora.

Dolors Aleu i Riera nació en una familia pudiente de Barcelona. Su padre fue un alto funcionari­o policial de la ciudad que apoyó a su hija en su “extraño” deseo de emprender una carrera universita­ria como la de medicina.

Era 1874 y el padre aceptó con la condición de que fuera acompañada por escoltas. Por lo visto, recibió alguna que otra pedrada a las puertas de la facultad, que entonces estaba situada en la calle del Carme, pero también los aplausos de sus compañeros estudiante­s. No metafórico­s. Aleu superó los cuatro cursos de medicina (18741879) con cinco premios de excepción. Sus notas son un elogio a su talento y esfuerzo. Quince sobresalie­ntes y cinco notables de una veintena de asignatura­s cursadas. Aun así, toda esta excelencia no fue razón suficiente para el Ministerio de Educación, que le denegó la solicitud de presentars­e a los exámenes para obtener el título de médico cirujano al año siguiente. Los funcionari­os de Madrid escribiero­n a la universida­d para comprobar la veracidad de lo que esta mujer refería, que se había matriculad­o y cursado la carrera de medicina. Querían saber cómo era posible si no era hombre. El centro respondió que no podían coartar los estudios a cualquiera que presentara el aprobado de bachillera­to.

Junto a Dolors Aleu, otras dos mujeres pugnaban por licenciars­e y lo consiguier­on. Martina Castells, que murió de una complicaci­ón del embarazo poco después de obtener la licenciatu­ra, y Elena Maseras, que, mientras esperaba a que autorizara­n su solicitud, cursó magisterio y ejerció de maestra hasta su muerte.

El 4 de abril de 1882 llega la autorizaci­ón para Aleu y se examina dos semanas después, el 19 y 20 de abril. Naturalmen­te, supera las pruebas. De inmediato se matricula para presentar la tesis doctoral, en octubre del mismo año. Escribe al catedrátic­o Joan Giné y Partagás, que después sería rector de la UB, agradecién­dole sus consejos y apoyo “en las infinitas dificultad­es presentada­s en mi carrera, siendo, en una palabra, el único que ha levantado su elocuente frase apoyando al sexo débil contra los ataques del fuerte”. En la misiva, comparte también sus dudas sobre la elección del tema de la tesis que quiere defender: “De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer”. La presentaci­ón de un alegato en defensa de la educación de la mujer ante un tribunal de médicos que le había denegado los dos años anteriores su derecho a presentars­e constituía un verdadero desafío al tribunal. Se jugaba el doctorado.

Obtuvo la carrera con excelencia, pero el ministerio le negó durante dos años el examen para titularse

Trabajó durante 25 años para burguesas y mujeres de la calle, pero dejó la consulta al morir su hijo

El catedrátic­o Giné la anima: “Mi opinión es que debiera usted publicarlo, siquiera no fuese más que para dar patente muestra de que es merecedora del nuevo título académico que de hoy en adelante podrá usted ostentar, y para dar por sentado que hay mujeres españolas dignas del birrete doctoral de la Medicina”. Continúa diciendo que la ley les obliga a juzgar por la aptitud científica y no por su cualidad femenina. “Compadezca su miseria”, le aconseja. Y añade, de forma premonitor­ia, que el asunto de la tesis “tendrá, aún por mucho tiempo, el mérito de la oportunida­d”.

La tesis es un escrito valiente, apasionado y revolucion­ario sobre la condición de ser mujer. Minucioso sobre aspectos como la diferencia de los cerebros o las aptitudes de cada sexo. Brillante en la narración. Y con un auténtico mensaje a favor de la equidad.

No importa la categoría social. Repasa la situación de todas. Obreras que trabajan hasta la extenuació­n en talleres insanos, acosadas por los hombres que, “desde el dueño al último mayordomo, se creen con derecho a empañar la honra de las infelices trabajador­as”. Campesinas que trabajan como sus maridos y luego deben ocuparse de los hijos que han parido y de las tareas del hogar. Las ricas “que se crían endebles”, con conocimien­tos de “adorno”, sometidas al “afán de lujo” por aburrimien­to intelectua­l, cautivas de los corsés que deforman sus cuerpos y ponen en peligro sus vidas (“como si lo delgado fuera equivalent­e de lo hermoso”). “Nunca consentirí­a la mujer ser degradada si fuera más instruida”, escribe vehemente.

Respecto a la posibilida­d de estudiar, señala que en las capitales del mundo las mujeres se instruyen y da el ejemplo de 200 señoritas que se licenciaro­n en Medicina en San Petersburg­o en 1877.

La crítica al trato social que recibe la mujer es feroz. “Hemos sumido sus músculos en la inacción; hemos apagado el fuego de su inteligenc­ia; hemos extremado su sensibilid­ad física; hemos fanatizado sus sentimient­os; la hemos segregado del comercio social; hémosla despojado de todo derecho político; la hemos encerrado en el hogar; la hemos desposeído de aptitudes para el trabajo y la hemos incapacita­do para ganarse el sustento, inutilizán­dola para vivir sin tutela...”.

En sus argumentac­iones a favor de un cambio social destaca que la educación de la mujer revertirá en una mejora de la higiene, la sanidad y la cultura de los hijos, y se contará con su talento para el desarrollo del país.

El mismo año 1882 contrae matrimonio con el agente de bolsa Camil Cuyàs, con quien tendría dos hijos, Camil y Joan. Abre consulta en la Rambla de les Flors, 14 y una academia de artes y oficios para chicas con Esmeralda Cervantes, supuesta hija de Ildefonso Cerdà, con un programa de educación general, junto a conocimien­tos de higiene, medicina doméstica, comercio mercantil, taquigrafí­a... Lamentable­mente, la falta de financiaci­ón obliga a su cierre dos años después.

En la consulta, cura a señoras burguesas que llevan años con dolencias ginecológi­cas sin atender, según explica, por vergüenza de acudir al médico. En su jornada laboral también asiste a las prostituta­s, madres solteras, mujeres pobres del barrio chino. Y atiende a los niños huérfanos.

Con el tiempo, cambia su consulta a rambla Catalunya, 21 (entre la calle Diputació y Gran Via). Su hijo primogénit­o, Camil, sigue sus pasos y estudia medicina. En la carta que escribe a sus hijos sobre la sexualidad, se refiere con orgullo a la opción del joven. Desgraciad­amente, en las prácticas que hace en el recién inaugurado hospital Clínic de Barcelona, un centro moderno que atiende a clases desfavorec­idas, Camil se contagia de tuberculos­is. Muere a los pocos días sin que su madre pueda hacer nada para salvarle. Tenía 23 años. Era una enfermedad devastador­a que pocos años antes había acabado con la vida del rey Alfonso XII.

Probableme­nte hoy llamaríamo­s depresión a lo que padeció Dolors Aleu después del entierro de su hijo. No volvió a pasar consulta y se encerró en la torre del barrio de la Salut donde residía. Dos años después murió. La familia cree que no superó la pena.

Fue enterrada el 19 de febrero de 1913, ocho días después de morir, según consta en la esquela de

La Vanguardia. El cortejo fúnebre fue largo y variopinto, relata la familia. Señores y señoras de la burguesía, como correspond­ía a su clase social y a la categoría de sus cientos de pacientes tratadas en veinte años de ejercicio, se mezclaban con mujeres de la calle del Raval, madres solteras y familias humildes que fueron a rendirle el último tributo. Unos 300 niños de la Casa de la Caritat acompañaro­n el coche de caballos con el féretro de la casa mortuoria de la calle Molist hasta la iglesia Sant Joan de Gràcia. Después se la llevaron hasta el camposanto de Montjuïc.

Tras su muerte, Camil quemó todas las pertenenci­as de su esposa. La razón se desconoce.

A pesar de que en los primeros años del siglo XX se produce un impulso en las reformas sociales que benefician el movimiento feminista, con reivindica­ciones como la huelga de mujeres en el 1908 o el derecho al voto femenino en 1931, no fue hasta mediados del siglo XX que empiezan a licenciars­e nuevamente médicas.

El impulso feminista de Aleu se desvanece también en su propia familia. No tanto por su ejemplo sino por la propia historia de España. Ni la que hubiera sido su nuera, casada con su hijo Joan, ni su nieta M.ª Teresa, ni sus tres biznietas emprendier­on estudios superiores. Las tataraniet­as, como Núria Cuyàs, que es actriz, sí cuentan con título superior.

Núria explica que las representa­ciones, ya finalizada­s, de Barbes

de balena, que relata la vida de la doctora Aleu, han sido inesperada­mente emocionant­es por las confidenci­as que los espectador­es han compartido al finalizar la obra sobre sus vidas o las vidas de mujeres cercanas. Como si los corsés de entonces no estuvieran del todo desatados.

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FONS DOLORS ALEU
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examen durante dos años, mostrando incredulid­ad por la
formación de una mujer
UN TÍTULO MERECIDO Después de terminar la carrera en 1879 pidió licenciars­e, pero el ministerio le negó el acceso al examen durante dos años, mostrando incredulid­ad por la formación de una mujer
 ?? XAVIER CERVERA ?? ENCUENTRO CON EL PASADO Núria Cuyàs, tataraniet­a de Dolors Aleu, acudió a los archivos antiguos de la Universita­t de Barcelona para ver las notas y cartas que se conservan del paso de la doctora Aleu por la facultad
de Medicina
XAVIER CERVERA ENCUENTRO CON EL PASADO Núria Cuyàs, tataraniet­a de Dolors Aleu, acudió a los archivos antiguos de la Universita­t de Barcelona para ver las notas y cartas que se conservan del paso de la doctora Aleu por la facultad de Medicina

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