La Vanguardia

El Edén de América

Thomas Jefferson, padre fundador y tercer presidente de EE.UU., llegó a tener 600 esclavos en la plantación alrededor de su mansión

- BEATRIZ NAVARRO Monticello. Correspons­al

Si el racismo es el pecado original de los Estados Unidos de América, Monticello es su particular Jardín del Edén. Fue el hogar de Thomas Jefferson, autor de la declaració­n de independen­cia y tercer presidente del país, el lugar donde el mismo hombre que escribió en 1776 que “todos los hombres son creados iguales” llegó a poseer 600 esclavos.

“Lo que van a escuchar puede ser perturbado­r para algunos de ustedes. Es lo que se llama conocimien­to incómodo”, avisa un guía en Monticello antes de relatar la contradict­oria si no hipócrita relación de uno de los padres fundadores de la nación creada bajo la bandera de la libertad con la esclavitud. La paradoja se presenta con toda su crudeza en un paraje idílico, la “pequeña montaña” en esa época rodeada de plantacion­es de trigo y tabaco que Jefferson heredó de su padre. Enamorado de las vistas, decidió construir allí su mansión, a pesar de las dificultad­es prácticas.

Las obras, ejecutada por esclavos, duraron 40 años, tantos como su prolífica carrera política. Jefferson fue delegado del Congreso de Filadelfia, gobernador de Virginia, embajador en París, secretario de Estado y, finalmente, presidente entre 1801 y 1809. En Monticello, una mansión inspirada en diseños europeos, tuvo cuatro hijos con Martha Wayles. Se cree que engendró seis más con una esclava, Sally Hemmings, que a su vez se sospecha era medio hermana de Martha.

Jefferson decía querer acabar con la esclavitud, pero no veía “manera práctica” de hacerlo (hizo falta una guerra civil para abolirla y un siglo de luchas para igualar los derechos). Hay testimonio­s de la crueldad con que trataba a sus esclavos recurriend­o a la muerte como castigo, aunque también les permitía cultivar sus propias verduras y se las compraba. Escribió más de 18.000 cartas y, meticuloso, dejó copia de todas. “Temo el juicio de Dios”, anotó antes de su muerte, el 4 de julio de 1826. En su testamento, liberó a cinco esclavos (cuatro eran hijos de Sally). Murió arruinado y, para pagar deudas, sus hijos organizaro­n una subasta. Los “130 valiosos negros” que quedaban en la plantación fue el mejor reclamo.

Durante mucho tiempo, en Monticello sólo contó la historia de los blancos que allí vivieron. Desde los noventa se incluye la esclavitud, y el resultado es una historia más conflictiv­a, más estadounid­ense. “Esta no es una historia sobre Jefferson ni sobre las personas que Jefferson poseía. Ni siquiera es una historia sobre la esclavitud”, comenta Bill, el guía, tras el tour. “Esta es una historia sobre nosotros, sobre cosas que pasaron en este país y que todavía hoy resuenan con fuerza”.

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STEVE HELBER / AP Cerezos en flor en Monticello, la residencia de Jefferson en Virginia

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