Un robot para Catalunya
Leo en La Vanguardia del lunes 26 de marzo un interesante reportaje: “Los robots se cuelan en las relaciones”, sobre hasta qué punto los robots van a ser fundamentales en nuestra vida futura y como la inteligencia artificial, gracias a una serie de aplicaciones que se están desarrollando, va a revolucionar el mundo todavía más de lo que lo han hecho WhatsApp, Facebook, Skype, Twitter o Messenger. Tal vez muy pronto la inteligencia a secas –me refiero a la de toda la vida, toda la historia–, la inteligencia, para muchos hasta hace poco privativa de los humanos en exclusiva, será superada por la artificial, diseñada para que nos sometamos a ella, aunque de momento se nos asegure que es al revés, que los robots han sido creados para facilitar la comunicación y las relaciones humanas.
En estos días desnortados, sumamente tristes, en los que necesitamos más que nunca un gobierno catalán que haga posible que abandonemos el callejón sin salida al que nos llevó la DUI y retornemos a la normalidad que alteró el artículo 155, pienso que quizá el auxilio de los robots nos permitiría salir del atolladero al que unos políticos cortos de miras, con una escasa visión de futuro y una más que roma inteligencia nos han conducido.
El primer robot que los ciudadanos catalanes de a pie necesitamos es el woebot. Un robot que, según leo en el citado reportaje, firmado por Mayte Rius, sirve para levantar el ánimo. Si le contamos nuestras penas, en las que, seamos unionistas o independentistas, coincidimos, puesto que unos y otros nos sentimos presos de un desasosiego generalizado, él encontrará palabras de consuelo. Y ya que todos estamos profundamente deprimidos y no es para menos, dadas las circunstancias excepcionales por las que pasamos, con un hostil mar de fondo moviendo el cascarón de una Catalunya ahora mucho más frágil y rota que rica i plena, nos ofrecerá una serie de consejos terapéuticos que quizá nos serán más útiles que los kilos de píldoras tranquilizantes que los médicos de cabecera nos han recetado de septiembre acá, con grave dispendio para la Seguridad Social.
Esos woebots han sido desarrollados por prestigiosos psicólogos y expertos en inteligencia artificial de la Universidad de Stanford con el fin de ayudar a la gente para cuidar de su salud mental. Están diseñados por especialistas en terapias cognitivas conductuales y son capaces de escuchar nuestros problemas, nuestras tristezas, pánicos, fobias, anhelos, deseos etcétera, para tratarlos con nosotros. Ignoro si están especializados como psiquiatras y adscritos a una escuela determinada o sólo como psicólogos, ya que no sé si entre sus funciones se incluye recetar fármacos, algo que los psicólogos tienen prohibido por ley. Tampoco sé hasta qué punto las asociaciones de médicos psiquiatras e igualmente las de psicólogos estarán de acuerdo con la proliferación de woebots. Tan descomunalmente extraordinarios, tan revolucionarios me parecen, que estoy a punto de escribir su nombre con letras mayúsculas.
Desconozco el precio que puedan alcanzar. Barrunto, no obstante, que no resultarán baratos, ya que, al parecer, serán personalizados y ofrecerán la asistencia profesional de un terapeuta y a la vez la fidelidad de un amigo al que poder dar la lata con nuestras penas en cualquier momento del día o de la noche sin que nos mande a freír espárragos. No obstante, si la cosa prolifera, que imagino que sí, ocurrirá lo mismo que con los smartphones, los igualmente teléfonos inteligentes que todo el mundo tiene. Lo compraremos aunque tengamos que empeñar el reloj que nos dejó nuestro padre en herencia o privarnos de comer. Luego en cuanto lo hayamos metido en casa, se lo contaremos, le contaremos lo que hicimos para conseguirlo. Poco a poco mientras le hablamos nos iremos liberando del remordimiento por el reloj empeñado, de la ansiedad que conlleva no comer, del estrés que nos ha producido el sacrificio de ir en su búsqueda y de la alegría de tenerlo por fin con nosotros. Él nos escuchará, nos ofrecerá palabras de aliento y de comprensión que nos relajarán. Después nos propondrá algún vídeo para ver juntos o algún juego en el que ambos participaremos.
Imagino que en las casas de las familias con posibilidades económicas, como sucede ahora con los teléfonos móviles e incluso con los aparatos de televisión instalados en los dormitorios de cada cual, todos sus miembros contarán con su woebot particular, pero ignoro si entre estos interactuarán. Si podrán programarse igualmente para esa función, si un woebot irá en ayuda de otro en caso de enfrentamiento entre la inteligencia normal, aunque francamente mermada, de alguno de los usuarios y la inteligencia artificial de su digamos consejero, terapeuta o director espiritual, ya que a los tres habrá sustituido.
Todavía falta un tiempo no demasiado largo para que los artilugios de inteligencia artificial nos invadan por completo y cambien nuestras vidas, pero visto lo visto y por poner una guinda de humor en nuestra particular mona catalana, hoy día de Pascua pediría que se acelerara la fabricación de woebots. Nuestros políticos necesitan con urgencia uno que les ayude a recobrar el seny.
El primer robot que los ciudadanos catalanes de a pie necesitamos es el woebot, que sirve para levantar el ánimo