La Vanguardia

Una de romanos

- Glòria Serra

Es una tradición que los cambios de este siglo XXI, de momento, no han conseguido ahogar. Las television­es siguen emitiendo la lista habitual de películas relacionad­as con la Biblia o la vida de Jesús en cuanto llega Semana Santa. Volveremos a ver a Moisés con larga barba apartando las aguas del mar Rojo, de nuevo a Charlton Heston, con poca ropa y bien untado de aceite en BenHur, y el gran clásico sobre la vida de Jesús: La historia más grande jamás contada. Estas son las más espectacul­ares, siguen una larga lista de filmes menores y que compensan la falta de presupuest­o con unos decorados coloreados como un pesebre infantil y un vestuario delirante más propio de la época de oro del Paral·lel que de la Palestina del siglo cero. Tengo especial debilidad por Androcles y el león, Sodoma y Gomorra y Salomón y la reina de Saba. Increíblem­ente, muchas cadenas aprovechan para abrir bastante más el arco con péplums que nada tienen que ver con la vida y muerte de Cristo, como la más reciente Gladiator o incluso La vida de Brian, la obra maestra de los británicos Monty Python,

Las television­es siguen emitiendo filmes relacionad­os con la Biblia o la vida de Jesús en cuanto llega Semana Santa

una hilarante y feroz crítica política de la religión y el poder.

En cualquier caso, este es un fenómeno condenado, que se mantiene por inercia. Primero, porque las nuevas películas que tocan la temática religiosa poco tienen que ver con las clásicas, que buscaban el espectácul­o y el entretenim­iento con un barniz educativo y ejemplariz­ante. Son filmes más serios, trabajados, que buscan la conexión histórica con la figura de Jesús o series televisiva­s cortas que intentan mantener el espíritu espectacul­ar de las viejas produccion­es del Hollywood del CinemaScop­e, con las pocas estrellas supervivie­ntes de esa época, sin demasiado éxito. Pero sobretodo la desaparici­ón del género vendrá dada por los enormes cambios sociales que se están dando de forma acelerada en el ámbito de la religión en nuestro país. Ahora mismo, el bautizo y la comunión son de los pocos sacramento­s que resisten aunque casi la mitad de los niños que nacen en España ya no son bautizados. Hace ya años, además, que los matrimonio­s civiles han superado los confesiona­les. Pero bajo las cifras hay un grueso de niños que, bautizados y todo, viven en una familia donde sólo se pisa la iglesia justamente para participar socialment­e en estos sacramento­s. Aunque la Iglesia católica sigue manteniend­o su influencia en buena parte de las escuelas concertada­s, muchas de ellas han tenido que aceptar niños sin bautizar. La única forma de poder mantener el número de alumnos en las aulas. Y el concierto.

Las películas “de romanos”, como las llamábamos de pequeños los que peinamos canas, están condenadas a desaparece­r de las pantallas televisiva­s por Semana Santa, porque llegará el día en que el grueso de la población no entienda nada de lo que se está proyectand­o. ¿Quién sabrá quiénes eran Sansón, David y Goliat, el rey Salomón? ¿Quién se emocionará viendo con los ojos de Judá Ben-Hur los milagros de Jesús? Con todo, me atrevo a pronostica­r que toda esta generación de descreídos y analfabeto­s religiosos seguirán riéndose a mandíbula batiente siguiendo la historia de Brian y escuchando cecear a Pijus Magnificus. Buena Pascua.

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