El alma de Yuso
JUAN BAUTISTA OLARTE (1940-2018) Agustino recoleto, bibliotecario del monasterio de San Millán de la Cogolla
Dame la mano, que no me la voy a quedar”, le dijo Juan Bautista Olarte a la primera mujer a la que había tenido la osadía de contratar para dar clase en el seminario de los Agustinos Recoletos de Logroño en los años setenta. “No, yo no voy”, contestó cuando le propusieron formar parte de la comitiva que debía presentar la candidatura de los monasterios de Suso y Yuso, de San Millán de la Cogolla (La Rioja), como patrimonio de la humanidad de la Unesco. Fino sentido del humor y falta de afán de protagonismo eran dos de los rasgos de la personalidad de quien, con su trabajo minucioso y constante, ha dejado unos catálogos de la biblioteca de San Millán que son auténticas joyas para los investigadores. El padre Olarte igual escribía un artículo o un libro de indudable erudición que enseñaba el monasterio de Yuso al visitante de turno, con alto o bajo nivel cultural, para lo que no tenía ningún problema en ponerse a su altura.
Si los monasterios son patrimonio de la humanidad desde 1997 es, en gran parte, por el empuje que él dio a esos lugares, sagrados para quienes aman la lengua y la cultura, en los que se escribieron las primeras palabras que se consideran un castellano y un vascuence arcaico allá por el siglo X. El monje que hizo las anotaciones, las glosas, para que se entendieran los textos latinos que copiaba en el escritorio de Suso era bilingüe. Sendas placas de las academias de la lengua española y de la vasca así lo recuerdan en Yuso. Allí, en el que había sido su monasterio, se celebró un funeral el pasado 11 de marzo, días después de haber sido enterrado en Salamanca, donde había fallecido.
El niño que llegó con 12 años a San Millán estudió filosofía, teología e historia en distintas universidades y desarrolló su labor como fraile en destinos a veces lejanos, como Venezuela y Colombia, además de Madrid, Salamanca y La Rioja. Pero el núcleo de su vida fue siempre San Millán, donde se encuentran los monasterios de Suso (arriba) y Yuso (abajo), del que también fue prior.
Las tres exclaustraciones que sufrió el monasterio a principios del siglo XIX hicieron estragos en la biblioteca. En 1821, durante el trienio liberal, sacaron de ella las Glosas Emilianenses, además de 72 códices e incunables, que acabaron en la Academia de la Historia, en Madrid. Otros volúmenes y documentos quedaron desperdigados por los pueblos del Valle, con mayúsculas, como se habla por aquellos pagos del valle de San Millán. Hasta no hace tantos años, de vez en cuando, algún vecino entregaba a los frailes ejemplares que su familia había guardado.
“Con minuciosidad y exigencia crítica pasaron por sus manos los libros de la biblioteca y del archivo, y los miles de códices y documentos que con paciencia fue leyendo”, asegura el prior de San Millán, Pedro Merino.
Fruto de esa lectura paciente fue el descubrimiento, en el 2002, de aquello que otros estudiosos habían pasado por alto. En un documento del siglo XIII sobre la cesión de unas propiedades en Elciego (Álava), aparece un “Gonzalo Miguéliz de Berceo, caballero (militar)”. Para el padre Olarte no puede ser otro que el primer escritor de nombre conocido en lengua castellana, lo que permite releer a Berceo desde otra perspectiva: “La de una juventud y seguramente formación caballeresca, propia de su clase social”.
Para quienes no tuvieron la suerte de tratarlo queda su obra escrita. Desde la introducción a la edición de lasGlosas Emilianenses
de 1977, año en que se celebró el milenario del nacimiento de la lengua castellana, con asistencia de los Reyes, en San Millán, hasta su Relectura de Gonzalo de Berceo,
del 2010. En medio, libros como España en ciernes o la vida de San Millán, de 1998.
“Era un hombre con gran fe por el conocimiento y una gran capacidad para divulgarlo”, concluye Ibáñez del padre Olarte.