La Vanguardia

Testigos de la resurrecci­ón

- Juan José Omella J. J. OMELLA, cardenal arzobispo de Barcelona

Hoy es Pascua de Resurrecci­ón. Cantamos a plena voz ¡Aleluya! Sí, celebramos el triunfo de Cristo sobre la muerte y el pecado. Celebramos nuestra salvación. Cuentan de un famoso sabio alemán que, al tener que ampliar su gabinete de investigac­iones, fue a alquilar una casa que colindaba con un convento de carmelitas. Y pensó: “¡Qué maravilla, aquí tendré un permanente silencio!”. Y, con el paso de los días, comprobó que, efectivame­nte, el silencio rodeaba su casa, salvo en las horas de recreo. Entonces, en el patio vecino estallaban surtidores de risa, limpias carcajadas, un brotar inextingui­ble de alegría. Un júbilo que perseguía al investigad­or por mucho que cerrase sus postigos. ¿Por qué se reían aquellas monjas? ¿De qué se reían? Estas preguntas intrigaban al investigad­or. Tanto, que la curiosidad le empujó a conocer las vidas de aquellas religiosas. ¿De qué se reían si eran pobres? ¿Por qué eran tan felices si nada de lo que alegra a este mundo era suyo? ¿Cómo podía llenarles la oración, el silencio? ¿Tanto valía la sola amistad? ¿Qué había en el fondo de sus ojos que los hacía brillar de tal manera?

Aquel sabio alemán no tenía fe. No podía entender que aquello, que para él eran puras ficciones, puros sueños sin sentido, llenara un alma. Menos aún que pudiera alegrarla hasta tal extremo.

Y comenzó a obsesionar­se. Empezó a sentirse rodeado de oleadas de risas que escuchaba a todas horas. Y en su alma nació una envidia que no se decidía a confesarse. Tenía que haber algo que no entendía, un misterio que le desbordaba. Aquellas mujeres no conocían el amor, ni el lujo, ni el placer, ni la diversión. ¿Qué tenían si no podían ser otra cosa que una acumulació­n de soledades?

Un día se decidió a hablar con la priora, y esta le dio una sola razón:

–Es que somos esposas de Cristo. –Pero Cristo murió hace dos mil años. –Se equivoca; lo que pasó hace dos mil años fue que, venciendo a la muerte, resucitó.

–¿Y por eso son felices?

–Sí. Nosotras somos testigos de su resurrecci­ón.

Me pregunto ahora, después de leer esta preciosa narración, cuántos cristianos se dan cuenta de que ese es su oficio, que esa es la tarea que les encomendar­on el día de su bautismo: ser testigos de la resurrecci­ón. Un verdadero cristiano no pierde la alegría ni la esperanza. Sabe que Cristo, su Dios y Señor, vive y le ama. ¿No fue esa certeza la que hizo desbordar de alegría a María Magdalena, a Tomás apodado el Mellizo, a los dos de Emaús, a Pedro...?

Este tiempo de Pascua debería ser la gran ocasión para repasar la infinita serie de alegrías que apenas disfrutamo­s. Debería ser el tiempo de descubrir y saborear internamen­te, que somos dichosos porque...: ·Fuimos llamados a la vida y a la fe ·Somos dichosos ya que Dios nos amó el primero

·Nosotros también le amamos

·El dolor es camino de resurrecci­ón ·Dios perdona nuestros pecados ·Nuestros nombres están escritos en el Reino de los cielos

·El Reino está ya dentro de nosotros ·Somos todos hermanos

·Él nos ha nombrado testigos de su gozo. Vivamos, con humildad y sin complejos, el gozo Pascual, regalo del Resucitado. Tratemos de transmitir la alegría y la paz a nuestro derredor. ¡Feliz Pascua de Resurrecci­ón!

Este tiempo de Pascua vivamos, con humildad y sin complejos, el regalo de la Resurrecci­ón

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain