La Vanguardia

Sólo una entre diez

- Rosa M. Bosch

Dime diez deportista­s que hayan hecho historia, la flor y nata, es igual la especialid­ad o la época, las personas que te vengan a la cabeza.

“Ummm... Muhammad Ali, Michael Jordan, Pelé, Eddy Merckx, Michael Schumacher, Roger Federer, Jack Nicklaus, Michael Phelps, Usain Bolt. ¿Cuántos llevo? Nueve. Y Nadia Comaneci”. Esta es la lista que elaboró ayer, a bote pronto, un compañero de la sección de Deportes de La Vanguardia ante una pregunta con doble intención. A pesar de que tenistas, esquiadora­s, corredoras o escaladora­s rompen año tras año límites y son ejemplo y motivación para multitud de niñas y mujeres, nueve de los diez nombres citados al hablar de excelencia en el deporte son masculinos. De un boxeador a un ciclista. Sólo una fémina y cerrando la lista, Comaneci, la primera mujer que obtuvo una calificaci­ón de diez puntos en una prueba olímpica de gimnasia artística, además de cinco medallas de oro.

Pero el deporte no es sólo cuestión de marcas o de fortaleza física. Más importante son los valores de superación, solidarida­d y de lucha por la igualdad que debería transmitir, aún teniendo en cuenta que lo que manda es el dinero y las audiencias. Más que una estrella del fútbol o de la F-1, me despiertan más, mucha más admiración, interés y curiosidad, las historias que hay detrás de las y los fondistas de Bekoji, localidad etíope a 2.800 metros de altitud donde correr es una vía a un futuro con más oportunida­des. O las de alpinistas que no pasarán a la historia por sus proezas en la cumbre sino por encararse con quien haga falta para hacer lo que les gusta. En Bekoji, cada día salen a correr decenas de adolescent­es en un intento de seguir los pasos de grandes atletas nacidas en este pueblo, como Tirunesh Dibaba y Derartu Tulu, que suman cinco oros olímpicos. De hecho, Derartu ganó su primer oro en Barcelona. En Etiopía, que vive una situación de emergencia por

En Bekoji, numerosas corredoras siguen los pasos de las olímpicas Derartu Tulu y Tirunesh Dibaba

la sequía, ser una buena atleta es un pasaporte para escapar de la pobreza.

También han tenido que derribar barreras alpinistas como la iraní Parvaneh Kazemi, que lucha cada día para poder vivir de su pasión en un país donde las mujeres tienen muchas puertas cerradas. Aun así ha coronado cinco cumbres de más de ocho mil metros. O Lhakpa Sherpa, la mujer que más veces ha subido al Everest, ocho, a pesar de las heridas físicas y emocionale­s que le infligió un marido maltratado­r.

Ayer formulé la misma pregunta que encabeza este artículo a una compañera de la redacción, que sin dudarlo mucho arrancó su lista con Ona Carbonell.

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