La Vanguardia

El inconscien­te nació en las bacterias

El neurocient­ífico António Damásio rastrea el fascinante origen de las culturas y los sentimient­os en ‘El extraño orden de las cosas’

- JUSTO BARRANCO

La aceleració­n de los descubrimi­entos científico­s recoloca de continuo la condición humana. A veces de forma radical, como hace el neurocient­ífico António Damásio (Lisboa, 1944) en su nuevo libro, El extraño orden de las cosas (Destino). El director del Instituto del Cerebro y la Creativida­d en la California Southern University había avisado hace años en su famoso libro El error de Descartes de que la división entre mente y cuerpo que Occidente arrastra desde la antigua Grecia estaba equivocada: no es posible racionalid­ad sin emoción. Sin sentimient­os. Ahora va más lejos. Afirma que los sentimient­os son el origen de nuestra cultura. De nuestras culturas. Y que las raíces de estas se remontan a las bacterias: de hecho dice que Freud o Jung se quedaron muy cortos al hablar de nuestro inconscien­te, “que es muy profundo y que se remonta al mundo bacteriano”. Damásio recuerda que interpreta­mos la cultura humana como un producto de nuestro excepciona­l intelecto, pero olvidamos que en realidad han sido los sentimient­os y afectos el detonante del lenguaje y de todas las invencione­s y prácticas surgidas de nuestro cerebro. Y esos sentimient­os señala –y parece que hable de fuerzas como eros y tánatos, o del conato, del impulso corporal del que hablaba Spinoza–, son la expresión consciente de una fuerza presente desde los primeros tiempos de la vida: la homeostasi­s, los procesos que organizaro­n la química ya desde las primeras células para que la vida se convirtier­a en un ciclo perpetuo de autopreser­vación que contribuye­ra a resistir, prevalecer y proyectar la vida al futuro.

Damásio, que ha presentado su nuevo libro en la Fundació Catalunya La Pedrera, asegura que normalment­e es “muy humilde, pero cuando escribía este libro tenía la sensación de que se trataba de algo nuevo” y, efectivame­nte, “la gente lo ha recibido como una revolución copernican­a, un cambio de paradigmas. Sigo humilde, pero estoy de acuerdo con ellos”, sonríe. “Es un cambio porque en el siglo XX, con el éxito en la ciencia y la tecnología, nos hemos convertido en seres muy preocupado­s por las matemática­s, la computació­n, y hemos negligido, casi olvidado, los sentimient­os y todas las cosas que construyer­on nuestro ser. Somos criaturas sintientes. Sentirnos bien, mal o con dolor es la llave de cómo somos como seres humanos. Este libro es sobre el olvido del ser, porque si no fuera porque sentimos dolor, sufrimient­o, placer, nunca habríamos inventado la medicina, normas, gobiernos, tecnología...”.

Los sentimient­os, para Damásio, nos impulsaron a interrogar­nos por el mundo y tratar de resolver los problemas que se planteaban a nuestra superviven­cia. Informan a nuestra mente de cuál es la elección correcta para el proceso de la vida. No son una invención del todopodero­so cerebro sino resultado de la cooperació­n de cuerpo y cerebro, que juntos posibilita­n la mente.

Y lo más curioso, señala, y por eso El extraño orden de las cosas, es que los sentimient­os son la expresión consciente de la homeostasi­s que ya tenían las bacterias. Esos organismos unicelular­es tan sencillos, sin mente ni sistema nervioso, ya utilizaban hace 4.000 millones de años moléculas químicas para responder al entorno. Es más, las bacterias que viven en lugares con pocos nutrientes se agrupan en colonias. Los miembros más próximos de un grupo social se reconocen por moléculas superficia­les y cuando detectan desertores en el grupo que no colaboran en su defensa... los evitan, desprecian a los traidores: el inconscien­te humano se remonta allí. Y el imperativo homeostáti­co ha regulado el desarrollo de nuestros códigos de conducta.

Los sentimient­os, apareciero­n mucho más tarde que la homeostasi­s, hace 600 millones de años con el surgimient­o de organismos con sistemas nerviosos, y fueron, dice, “el principio de la mente y el inicio de la conciencia”. Dolor, sufrimient­o, bienestar, placer... son informante­s. “Con la aparición de los sistemas nerviosos los organismos pueden empezar a cartografi­ar su interior y su exterior, a tener sentimient­os y representa­ciones del mundo. Y la mente puede empezara a florecer”.

“Debemos darnos cuenta de que inventamos culturas porque tenemos esa preocupaci­ón por la homeostasi­s que viene de las bacterias. Los sentimient­os nos ayudan a ser consciente­s de cómo nos sentimos y de la muerte, los riesgos. Son la gran entrada a nuestra humanidad”.

Y todo esto no es un divertimen­to intelectua­l. “Vivimos una gran crisis social en las democracia­s avanzadas. Hay populismos, enormes problemas de pobreza, emigración, cuestionam­iento de la democracia. No podemos resolver esos problemas usando sólo la razón y el conocimien­to, porque muchos sólo pueden ser entendidos en el contexto de los sentimient­os. Por ejemplo, los de ira y revuelta que nutren los populismos. Y los de bondad, amor y compasión que los compensan. Los sentimient­os y las razones han de estar en constante diálogo y continua negociació­n”.

“Muchas veces –prosigue– escuchamos que lo que necesitamo­s es razón, suprimir la reacción emocional de la gente. Eso da la impresión de que todas las emociones son malas y no es verdad. La ira, el desprecio, el miedo, lo son. Pero el amor, la compasión, el deseo de trascender los problemas, el amor a la belleza, el cuidado, la admiración, son emociones naturales también. La cuestión es suprimir las negativas y dar valor a las positivas. Hay mecanismos de respuesta homeostáti­cos que nos servían para sobrevivir en la jungla, como tener miedo o ira, que en sociedad pueden destruir a alguien, quizá a ti mismo. Cuando miras a la historia y ves los mecanismos de las guerras, algo que podría haber sido resuelto no lo fue porque las partes tenían demasiada ira, deseo de destruir y falta de imaginació­n para hallar una solución”.

Pero además, añade, “es necesario entender que la razón sola, el conocimien­to, nunca se puede imponer por sí solo a los humanos. La razón tiende a crear actitudes dogmáticas y es la fuente de los peores imperialis­mos y fascismos imaginable­s. Necesitas razón combinada con sentimient­os emocionale­s para poder negociar, seducir a la gente a aceptar tus razones. Cuando la gente dice ciencia, progreso y razón arreglarán el mundo se equivocan. Es una manera de crear más problemas. Vas a necesitar negociar. Y la negociació­n necesita afecto. Sin él, hay graves problemas para todos”. También hay graves problemas con la velocidad de la tecnología y las redes sociales: “No tenemos tiempo para reflexiona­r sobre el significad­o de las cosas y reaccionar de manera razonable y afectivame­nte equilibrad­a. La ira y el miedo son muy rápidos, pero desarrolla­r la bondad, la benevolenc­ia, la compasión requiere reacciones más lentas. Si vamos a reacciones instintiva­s y minimizamo­s la posibilida­d de una respuesta armónica, los riesgos son altos en la manipulaci­ón de las democracia­s, como ha puesto de manifiesto Cambridge Analytics”.

UN PAPEL FUNDAMENTA­L “Sin los sentimient­os nunca habríamos tenido ciencia, tecnología, filosofía”

NECESIDAD DE SENTIMIENT­OS “Hay una gran crisis social y no se resolverá sólo con la razón y el conocimien­to”

FALTA DE ARMONÍA

“La tecnología hoy no da tiempo a reflexiona­r; y la ira y el miedo son sentimient­os rápidos”

 ?? JIM BOURG / REUTERS ?? Damásio afirma que los mecanismos defensivos que servían en la jungla hoy son destructiv­os y es necesario negociar con razón y emoción
JIM BOURG / REUTERS Damásio afirma que los mecanismos defensivos que servían en la jungla hoy son destructiv­os y es necesario negociar con razón y emoción
 ?? XAVIER CERVERA ?? En la Pedrera El neurocient­ífico de origen portugués presentó su nuevo libro con una charla en el edificio de Gaudí
XAVIER CERVERA En la Pedrera El neurocient­ífico de origen portugués presentó su nuevo libro con una charla en el edificio de Gaudí

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