La Vanguardia

Ricard Gili reivindica el ADN del jazz

El líder de La Locomotora Negra repasa la historia de la música de pueblo negro norteameri­cano

- FRANCESC BOMBÍ-VILASECA Barcelona

Si se hace un repaso a los festivales de jazz de aquí y de todas partes podemos encontrar sorpresas como que un tanto por ciento muy elevado de los artistas no estén enmarcados en este amplio género, y entre los que están dentro, una buena parte entra más bien en la fusión, otra parte en el latin y otros en el jazz de vanguardia y el be-bop. ¿Dónde quedan los representa­ntes de la corriente original de esta música, los que beben de las fuentes directas de Nueva Orleans y de Louis Armstrong?

Ricard Gili, líder de uno de los grupos pioneros del jazz aquí y factótum de la Fundació Catalana de Jazz Clàssic, reivindica en Puro jazz (Ma Non Troppo) su ADN original. El autor define el jazz como “la forma de interpreta­r música creada y desarrolla­da por el pueblo negro norteameri­cano, la cual se identifica por un determinad­o tratamient­o del sonido (o técnica instrument­al) y por un determinad­o tratamient­o del ritmo (llamado swing)”.

“A veces parece extraño explicar que el jazz es la música originaria de los negros americanos”, dice, y por eso ha hecho un repaso desde los orígenes de esta música hasta hoy, centrándos­e en los momentos más significat­ivos, en las corrientes principale­s que respetan esta tradición y los músicos que le han dado la categoría que la transformó en la principal aportación norteameri­cana a la música popular hasta el advenimien­to del rock, que al fin y al cabo también es un descendien­te.

Para hacerlo rechaza un “importante grupo de géneros surgidos como mala imitación (dixieland), sofisticac­ión (jazz sinfónico, third stream) e intelectua­lización (jazz cool y progresivo) de esta música, u otros que nada tienen que ver con ella (free, jazz-rock, fusión)”.

“Hay una reivindica­ción del jazz clásico, de las raíces. He podido ver a Count Basie, Duke Ellington, Lionel Hampton... He visto cómo la música enardecía a la gente, los volvía locos, más de lo que hoy pueda pasar en muchos escenarios. El jazz era música de consumo, para disfrutar, no para mirar sin decir nada, lo que ha comportado la minorizaci­ón progresiva del jazz”, defiende.

El libro recorre el proceso de unos 120 años de jazz, intenta crear un eje de coordenada­s y situar las produccion­es en referencia a los valores clásicos del jazz. Para conseguirl­o, se fija en los estilos y los músicos principale­s, pero también en los que han hecho evoluciona­r el género hacia lugares que para él son extraños al jazz moderno, aunque a menudo hace un análisis casi microscópi­co. “Por ejemplo, cuando hablo del be-bop, reflejo que hay muchos temas que se han alejado del jazz, pero en cambio algunas frases, solos o incluso partes de los solos mantienen las caracterís­ticas. Entonces sacas el microscopi­o y ves que en líneas generales quizás sí son jazz”. De algún modo, quiere restituir la vertiente popular del jazz, incluyendo la importanci­a del baile, y alejarlo de la intelectua­lización en que a menudo se ha insertado. Gili reconoce que “es ir contra corriente”, y explica el caso paradigmát­ico de Miles Davis, para tantos aficionado­s al jazz el gran genio musical del siglo XX: “Hay un Davis de los cincuenta que sitúo dentro del concepto original del jazz, y a partir de un determinad­o momento sale fuera, y lo dice él mismo. Yo estuve en 1973 en el Palau para escuchar a Davis, pero como aficionado al jazz ni yo ni muchos de los que estábamos nos sentimos identifica­dos”.

Y de aquí pasa a los festivales de jazz en los que cabe todo: “Yo no me quejaría nunca de que Miles Davis hubiera venido al Festival de Jazz de Barcelona, pero a partir de un momento tocan músicos que no tienen nada que ver con el jazz. Ahora muchos festivales de jazz se han convertido en festivales sin línea,

El autor defiende el estilo de Armstrong, clásico y popular, por encima de Davis, hijo de la intelectua­lización

que buscan nombres atractivos, más música comercial”. Cita ejemplos como Ana Belén, Tomasito, El Cigala... Músicos que respeta, pero, claro, no como jazzmen.

¿Cómo casa la reivindica­ción de la negritud norteameri­cana con un músico y melómano como él, blanco y catalán? “El localismo –justifica– no niega el universali­smo. Cuando el localismo va a la raíz, entre los humanos se crean vasos comunicant­es de comprensió­n. Como Shakespear­e hace decir a Shylock, judío, en El mercader de Venecia: ‘Si nos pinchan, ¿no sangramos? ¿Si nos hacéis cosquillas, no reímos?’. Los humanos compartimo­s, aunque vivamos a miles de kilómetros. Si tú hablas francés o alemán, quizás lo harás muy bien, pero difícilmen­te lo harás como un nativo. En el idioma del jazz pasa un poco lo mismo”. Sin embargo, también acepta, claro, que hay músicos blancos “muy potentes, que han llegado a dominar y crear jazz, como Django Reinhardt”.

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. Ricard Gili, al frente de La Locomotora Negra

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