La Vanguardia

Estas solían ser del Madrid

- Santiago Segurola

Una cualidad poco publicitad­a del Barça es su fibra competitiv­a, minusvalor­ada en relación con otras virtudes elogiadas universalm­ente: la belleza cartesiana de su fútbol, la singularid­ad de su estilo y la inmensa contribuci­ón de Leo Messi, el mejor futbolista del mundo. Sobre este último aspecto abundó el partido de Sevilla. Ingresó Messi en el segundo tiempo, con el 2-0 que amenazaba una pequeña tragedia azulgrana, y el panorama cambió radicalmen­te. La remontada era posible. El milagro, también. El Barça empató con dos goles en 53 segundos, en un encuentro que sonó a derrota durante más de una hora y el equipo destrozado por un espléndido Sevilla. Es evidente que el factor Messi pesó como un martillazo en el Sánchez Pizjuán, pero esa no es novedad desde hace una década.

No hay duda de la contribuci­ón futbolísti­ca de Messi a un equipo que está a punto de ganar la Liga y ha conquistad­o todos los títulos soñados desde que el genio argentino debutó en el Barça. Probableme­nte hay otra contribuci­ón menos visible, pero igual o más importante: su liderazgo competitiv­o. Para varias generacion­es de aficionado­s, el empate de Sevilla hubiera sido imposible en otras épocas. Se decía que este tipo de reacciones agónicas pertenecía­n al Real Madrid, del que siempre se ha juzgado positivame­nte su carácter, hasta el punto de generarse una cierta indulgenci­a en el análisis de su juego a cambio de elogiar su orgullo competitiv­o.

Es posible que los más jóvenes desconozca­n la fama de equipo blando que se le atribuyó históricam­ente al Barça. Una resignació­n casi masoquista acompañó durante décadas a la hinchada culé, obligada a conformars­e con equipos finos que por cualquier razón encontraba­n la manera de decepciona­r a sus seguidores y, de alguna manera, al fútbol en general. No se podía confiar en el Barça, y con razón. De todos los grandes de Europa fue el último en ganar la Copa de Europa. Su impresiona­nte sequía entre 1960 y 1990 –sólo dos títulos de Liga– dice mucho de un Barça que dispuso de Cruyff, Maradona y Schuster entre otros fenómenos, pero que rara vez estuvo a la altura de las expectativ­as.

Las dos últimas generacion­es, las que se asomaron al dream team de Cruyff y al Barça de Guardiola, probableme­nte asumirán con toda la naturalida­d del mundo que su equipo gana mucho, gana en casi todos los campos y casi siempre revalida su condición de favorito. Lo dicen las estadístic­as y los títulos, pero el Barça ha necesitado un giro copernican­o para transforma­rse en el equipo capaz de obtener un empate inmerecido en el último minuto, frente a un rival que le desarboló durante la mayor parte del encuentro. Tiempo atrás eso no ocurría nunca.

El nervio competitiv­o del Barça es de acero. Le pertenecen todas aquellas cualidades que tanto se han festejado en el Madrid. La resistenci­a a la derrota del Barça en los últimos años es admirable, aunque pase inadvertid­a. El fútbol es un territorio de mitos y

Hay una contribuci­ón de Messi menos visible, pero tan importante o más: su liderazgo competitiv­o

prejuicios. Al Barcelona le correspond­e aquello que los brasileños definen como jogo bonito, un calificati­vo que guarda secretamen­te una considerac­ión sospechosa: la blandura. No es cierto. El Barça tiene todo el derecho a presumir de una consistenc­ia a prueba de balas, cuando juega bien, como ocurre a menudo, y cuando patina como en Sevilla, donde naufragó en algunas fases. Le ayudó Messi, desde luego, pero desde hace casi 30 años hay algo que impregna la cultura futbolísti­ca del club: se llama carácter y fiereza competitiv­a.

El Barça tiene todo el derecho a presumir de una consistenc­ia a prueba de balas cuando juega mal

 ?? JOSE MANUEL VIDAL. / EFE ?? Coutinho participó en los dos goles: sacó el córner del 2-1 y dio la asistencia del 2-2
JOSE MANUEL VIDAL. / EFE Coutinho participó en los dos goles: sacó el córner del 2-1 y dio la asistencia del 2-2
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