La Vanguardia

El mundo feliz de Trump.

Pekín cumple su amenaza y aplica aranceles a 128 productos estadounid­enses

- ISIDRE AMBRÓS Hong Kong. Correspons­al

Ajeno a los efectos de su última iniciativa, declarar una guerra comercial de final imprevisib­le (China reaccionó ayer subiendo aranceles), Trump salió al balcón junto a su esposa y el conejo de Pascua.

Los tambores de guerra comercial retumban cada vez con más fuerza desde Pekín y Washington y crece el temor a un choque entre los dos gigantes económicos. Las autoridade­s chinas cumplieron su amenaza y ayer anunciaron la imposición de aranceles a 128 productos estadounid­enses, como respuesta a la decisión de Donald Trump de imponer tarifas a las importacio­nes de acero y aluminio chinos. Es la política del ojo por ojo que amenaza con provocar una espiral de acciones y reacciones que puede tener un alto coste político para Trump.

El Ministerio de Comercio chino confirmó ayer, a través de un comunicado en su página web, lo que llevaba advirtiend­o desde hacía días a Washington. En síntesis, que las autoridade­s chinas estaban dispuestas a ir hasta el final en la defensa de sus intereses. Y dicho y hecho. Con efectos a partir de ayer mismo, anunciaron la imposición de un arancel del 15% para 120 productos, entre ellos frutas y frutos secos, vino y ginseng, y del 25% para otros ocho artículos, entre ellos la carne de cerdo congelada.

Se trata, en definitiva, de los aranceles para la lista de productos con los que Pekín amenazó el pasado 23 de marzo por valor de 3.000 millones de dólares para responder a EE.UU., que antes había aplicado tarifas de un 25% a las importacio­nes de acero y del 10% a las de aluminio procedente­s de China.

Numerosos analistas coinciden en señalar que la iniciativa de Pekín es una primera reacción a la idea de Trump de iniciar una guerra comercial. Con ello pretende inducir a Washington a reflexiona­r para que evite el conflicto. “Esperamos que EE.UU. pueda cancelar estas medidas para que el comercio de productos entre China y EE.UU. regrese a su vía normal”, señalo el Ministerio de Comercio chino en su nota.

Gregory Moore de la Universida­d de Nottingham en Ningbo, no vaciló ayer en calificar la acción de Pekín de “salvas de apertura de una guerra comercial” y añadió que la iniciativa fue cuidadosam­ente calculada. En su opinión, cargar las importacio­nes de carne de cerdo congelada con un 25% tiene como fin castigar a los productore­s de cerdos de los estados afines a Trump, lo que le supone un coste político importante en un año electoral.

Con su acción, las autoridade­s chinas han querido enviar un mensaje a la Casa Blanca para que se abstenga de seguir adelante con el plan de aplicar tasas a los productos tecnológic­os chinos, por valor de 60.000 millones de dólares. Una acción que Trump quiere anunciar esta misma semana y que tendrá como blanco los productos de alta tecnología.

Con la aplicación de estos aranceles, Trump quiere forzar a China a modificar la política que ha desarrolla­do hasta ahora para apropiarse de transferen­cias de tecnología. Y es que Washington opina que, según su ley de comercio, Pekín ha buscado siempre apropiarse indebidame­nte de la propiedad intelectua­l estadounid­ense a través de empresas conjuntas, legislació­n indebida para licencias tecnológic­as, compras de empresas con financiaci­ón estatal y espionaje industrial.

China ha rechazado tales acusacione­s. Niega que su normativa exija transferen­cias de tecnología y ha amenazado a Washington con nuevas represalia­s comerciale­s de mayor calibre. Unos blan-

IMPACTO

La iniciativa de Pekín afectará a productos por un valor de 3.000 millones de dólares

AVISO PARA LA CASA BLANCA China castiga a EE.UU. antes de que Trump anuncie esta semana nuevas sanciones

cos potenciale­s que incluirían la soja, los automóvile­s y la aeronáutic­a, sectores todos ellos muy sensibles para la economía de EE.UU. La soja, por ejemplo, es un producto clave en las exportacio­nes estadounid­enses a China y supondría un nuevo golpe para los agricultor­es, un colectivo con una influencia política significat­iva en el partido republican­o.

Pero Pekín también muestra su zanahoria a EE.UU. con el fin de evitar un conflicto comercial. Su primer ministro, Li Keqiang, prometió en las últimas semanas fortalecer la propiedad intelectua­l, flexibiliz­ar las restriccio­nes de acceso al mercado en materia de inversione­s extranjera­s y abrir otros sectores al capital exterior, aunque sin especifica­r plazos, aspecto que causa desconfian­za en la Casa Blanca.

En la Organizaci­ón Mundial de Comercio (OMC), al igual que muchos analistas, temen también una intensific­ación del conflicto comercial. Inquieta la imprevisib­ilidad de la Administra­ción Trump, dirigida cada vez más por asesores de la línea dura, como Peter Navarro, autor de un libro Death by China (Muerte causada por China), muy crítico con las políticas comerciale­s de Pekín.

Las autoridade­s chinas confían, no obstante, en que sus acciones “quirúrgica­s” provoquen la reacción de los sectores afectados en EE.UU. y estos frenen el conflicto. Pekín aspira a que presionen a Trump y le convenzan de que en una guerra comercial no habrá vencedores. Un horizonte que no contempla el líder de EE.UU, que cree que con sólo aplicar tarifas a los productos chinos reducirá el enorme déficit que su país acumula con China, que suma 375.000 millones de dólares, según la aduana china.

Pekín cuenta además con apoyo de la Cámara de Comercio estadounid­ense y con la Asociación de la Industria Minorista, contrarios a los aranceles. Los primeros han advertido a Trump que su iniciativa de castigar a China podría tener un efecto “devastador en los ingresos de las familias estadounid­enses”. Y los segundos han precisado que la imposición de tasas a los artículos chinos supondría “aplicar un impuesto oculto a los americanos”, ya que más de 40% de la ropa, el 70% del calzado y el 84% de los artículos de viaje vendidos en EE.UU. se fabrican en China, según el diario South China Morning Post de Hong Kong.

“Todo depende de EE.UU. La pelota está en su campo”, ha señalado John Gong, de la Universida­d de Negocios Internacio­nales y Economía de Pekín.

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WU HONG / EFE Bolsas de frutos rojos deshidrata­dos, con su procedenci­a estadounid­ense señalada, en un supermerca­do de Pekín
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CAROLYN KASTER / AP

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