Andrés Carretero
MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL
El 3D, la digitalización y el big data están cambiando la forma de disfrutar el arte. El Museo Arqueológico Nacional es pionero en el uso de la realidad virtual, quizá la faceta más llamativa de una revolución tecnológica en los museos.
Una vez generalizada y consolidada su presencia en la web y las redes sociales, los museos viven una segunda revolución digital tanto o más ambiciosa y prometedora. Realidad virtual, contenidos multimedia y big data son los términos clave de una transformación total en el modo de acceder a las obras de arte. Pronto ese acceso será mayor pero también más afinado, más estructurado y personalizado en función de los intereses de cada visitante o grupo: en el propio museo, en casa si no se puede acudir o si la cola es demasiado larga o bien, como opción ideal, combinando la experiencia directa con la virtual.
Gafas 3D y 360 grados. Es lo último y lo más vistoso. El Museo Arqueológico Nacional (MAN) instaló en noviembre cinco estaciones para inmersión en realidad virtual con gafas especiales gracias a las cuales el visitante puede saltar a la Prehistoria, la Protohistoria, la Hispania Romana, la Edad Media y la Edad Moderna. El Thyssen prepara el mismo dispositivo para activarlo “en semanas”. Y casi todos los grandes centros de exposición del país, entre ellos los del Prado, la Fundación Mapfre, el Guggenheim o el MNAC, ofrecen visitas virtuales tanto en vídeo convencional como en 360 grados. En período de pruebas están asimismo las ofertas de realidad aumentada, que suma imágenes reales y elementos artificiales para complementar y añadir información. Y con paso firme avanzan las aplicaciones de móvil –específicas o para varios museos, como es el caso de Visitmuseum en Catalunya– y las tarjetas de código o apps para visitas guiadas con amplios menús de idiomas, subtítulos, lenguaje de signos y descripciones para ciegos.
Reproducción en 3 dimensiones.
Las técnicas de impresión en 3D y similares abren opciones muy útiles para los museos y el público. La visualización digital tridimensional permite la reconstrucción virtual de esculturas y restos arquitectónicos y arqueológicos aunque estén dañados; mediante animación digital y efectos de color e iluminación se pueden mostrar cómo eran las piezas originalmente e incluso simular cómo se fueron deteriorando. Tales tecnologías tienen aplicaciones impagables en la restauración y conservación de objetos de arte, así como en la comercialización de copias exactas a pequeña escala. La Diputación de Lleida se dispone a recoger en estos días los trabajos de digitalización de los cuatro sepulcros góticos de los condes de Urgell, que se conservan en el museo The Cloisters de Nueva York y con los que iniciará la reproducción de las tumbas en piedra para instalarlas donde estaban los originales: el Monasterio de Santa Maria de Bellpuig de les Avellanes, en Os de Balaguer. Los sepulcros se han sometido a un minucioso escaneado con láser para generar reproducciones en 3D muy precisas. El Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya y un grupo de expertos realizarán la réplica final en piedra.
Acceso a lo invisible. Gracias a estas últimas tecnologías y a otras menos nuevas pero en continuo desarrollo como la digitalización y la foto de altísima definición, instituciones como la Biblioteca Nacional (BNE) y el Prado están abriendo al público sus tesoros más preciados y –por razones de conservación– más ocultos. La BNE, junto con el ente público Red.es, llevan digitalizados más de 250.000 títulos para cuya difusión y reutilización a efectos eduLa
cativos y de investigación han creado un espacio virtual específico. El Quijote y los Códices de Leonardo pueden consultarse libremente en sendos libros interactivos. El Museo del Prado, con un modélico sitio de Internet que ya venía permitiendo ver en alta definición todas sus obras, acaba de abrir sus archivos mediante su digitalización y liberación en el portal correspondiente, con el nombre archivo.museodelprado.es. Se trata de unos 12.000 documentos internos y de grandes artistas y coleccionistas que ilustran tanto la historia de la pinacoteca como el contexto de las obras allí expuestas. El acta de defunción de Francisco de Goya o el expediente por el que se nombró director del Prado a Picasso son botones de muestra. El propio Prado y también la Alhambra se valen además de las guías multimedia –en dos dimensiones o en 360 grados– para mostrar sus talleres y lugares cerrados a las visitas directas. Ante una explosión de ‘big data’. El MNAC, la Fundación Telefónica o el Reina Sofía, entre otras entidades, estudian las posibilidades del previsible estallido de los sistemas de macrodatos o big data en el sector. Los algoritmos correspondientes permitirán conocer la demanda y los gustos de los distintos públicos –por segmentos, grupos e individuos– a fin de adecuar y personalizar sus ofertas. Los datos pueden recogerse de diversas formas: mediante sondeos directos con tabletas y en quioscos virtuales, como señala el jefe de Acción Comercial de la Fundació La Caixa, Alejandro Fernández de las Peñas; a través de guías multimedia como las que ofrece la empresa especializada Gvam, que pueden registrar con GPS los itinerarios seguidos por los visitantes; o bien con grandes operaciones de colecta de información como la que el Reina Sofía realizó con Telefónica y su consultora Synergic Partners durante la exposición conmemorativa del 80.ºaniversario del
Guernica. En ella, la teleco analizó los perfiles de 680.000 personas para conocer sus características, procedencias, preferencias y hasta horarios más usuales –según edades y nacionalidades por ejemplo–, con vistas a mejorar la gestión del centro y ajustar la programación y ofertas dirigidas a grupos concretos.
Conexión global entre museos,.
Una de las derivaciones más promisorias de los macrodatos que agrupan y relacionan indicadores de manera cada vez más inteligente está en la facultad de cruzar información entre instituciones culturales de no importa cuáles ni cuántos países. Con los medios disponibles y por venir, ¿por qué no informar a un visitante del Museu Picasso de Barcelona sobre la relación del cuadro que está contemplando allí con otros del Picasso de Málaga o del Louvre de París? De hecho, 11 empresas e instituciones de siete países europeos se han puesto ya a ello con un proyecto llamado CrossCult. De momento, se trata de “poner en relación los contenidos de distintas entidades culturales, diversas en tipología y ubicación, con un objetivo múltiple. Uno de estos fines es ofrecer a los usuarios ‘narrativas personalizadas’ y recomendaciones a través de una app. A su vez, los usuarios pueden generar contenido que será de interés para los historiadores y conservadores, quienes a raíz de esta interacción podrán descubrir conexiones hasta entonces ocultas y emplearlas en el diseño de nuevas experiencias”, explican los socios.
Utilidad pedagógica. La nueva revolución tecnológica no debería limitarse a abrir más puertas y ventanas; también tendría que crear escaparates para atraer a nuevos visitantes e invitar a entrar a los estudiantes de todos los niveles. Como dice el director del MAN, Andrés Carretero, “el reto es pasar del uso de estas nuevas tecnologías como divertimento –pues no deja de ser divertido ver imágenes en 360 grados o entrar en la realidad aumentada– a su empleo con fines realmente pedagógicos”. Tanto el Arqueológico como el resto de centros citados buscan poner las nuevas herramientas a disposición de los profesores para que preparen mejor sus lecciones y visitas.
¿Menos visitas presenciales? Todo lo contrario, y en esto coinciden todos los consultados. “En el año 2001, cuando empezamos con la web, la pregunta era la misma: si dabas la posibilidad de ver las obras en el ordenador, ¿no desincentivarías las visitas presenciales al museo?”, recuerda Javier Espadas, jefe del Área de Tecnología del Thyssen. Y la respuesta que dio la sociedad fue clara: “Cuanto más atractivo es el plano virtual, más aumentan las visitas al museo”. Alejandro Fernández, de la Fundació La Caixa, dice exactamente lo mismo y se remite a “estudios que lo prueban: a más visionados de la visita virtual, mayor número de visitas en vivo”.
Un nicho apetecible. La patronal española de la tecnología Ametic celebró hace unos días en Madrid una jornada sobre transformación digital en museos a la que acudieron tanto las grandes firmas del sector como algunas de las más relevantes instituciones culturales. Nadie quiere perder este tren. Multinacionales como Samsung y Google están detrás de la mayoría de proyectos de este nuevo boom tecnológico en los museos occidentales, con Estados Unidos, Reino Unido y Países Bajos a la cabeza. Pero los avances son también una oportunidad clara de negocio para empresas locales de tamaño limitado. En España, un exponente notable es Gvam, que arrancó en el 2013 con 10 empleados y una oferta orientada a la actualización de las audioguías vía móvil y hoy tiene 90 empleados y está presente en el Palacio Real, el MNAC o la Alhambra: un crecimiento que ilustra lo incontenible de esta revolución. Los museos han roto definitivamente sus muros.
Las tecnologías permiten ver espacios y piezas cerrados al público para evitar su deterioro
Los museos se valen cada día más de algoritmos y macrodatos para adecuar y personalizar sus ofertas