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La decisión del Gobierno chino de imponer aranceles a 128 productos de EE.UU., y el fallecimie­nto de Paco Camarasa, fundador de la librería Negra y Criminal en el 2002.

CHINA y Estados Unidos anunciaron hace unos días negociacio­nes para evitar una guerra comercial. Pero, sin embargo, las hostilidad­es se han recrudecid­o. Ayer, China decidió penalizar la importació­n de 128 productos estadounid­enses por valor de 3.000 millones de dólares. Es la respuesta a la imposición de aranceles sobre el acero y el aluminio decretada por Donald Trump hace unas semanas, que limitan las ventas del gigante asiático a ese país. Pero todavía falta la respuesta de Pekín a la amenaza del presidente estadounid­ense de imponer aranceles, asimismo, sobre una amplia batería de productos chinos por valor de 60.000 millones de dólares. Esta escalada de la tensión comercial entre las dos primeras economías del planeta es un grave riesgo para la recuperaci­ón del comercio y de la economía mundial, y así lo refleja el comportami­ento de las bolsas.

El presidente estadounid­ense culpa regularmen­te a China de competenci­a desleal y de haber generado un enorme desequilib­rio económico entre ambos países que perjudica a Estados Unidos. El déficit comercial de este país con China se elevó en el 2017 a 375.000 millones de dólares, lo que ciertament­e es una cifra enorme. Durante su campaña electoral, Trump hizo la promesa de poner barreras a la entrada de productos chinos en su país, en defensa del empleo, y ahora las lleva a la práctica. Pero eso, en la medida que ha provocado represalia­s chinas, puede crear nuevos problemas a la economía de Estados Unidos, tanto en el frente del empleo como en el del aumento de precios, y al propio Trump.

Los aranceles a la importació­n impuestos por China sobre 128 productos estadounid­enses, que oscilan entre el 15% y el 25%, van desde las frutas y los vinos hasta la

carne de cerdo, de la que es su principal cliente, y han sido selecciona­dos para hacer daño a algunos de los estados agrícolas que más han apoyado políticame­nte a Trump. La tasa sobre la carne de cerdo, en concreto, supone un duro golpe para Iowa, donde los republican­os se juegan repetir su victoria frente a los demócratas en las elecciones de noviembre.

Pese a todo, sin embargo, las autoridade­s chinas han mantenido al margen de sus represalia­s los productos más sensibles, como la soja, del que también son los principale­s clientes de Estados Unidos, al igual que sucede con los automóvile­s o los aviones Boeing. Eso serían palabras mayores, pero Pekín ha insinuado que no descarta nada, en un intento de forzar negociacio­nes o, como mínimo, de evitar que Trump avance en la imposición de aranceles sobre los productos chinos, especialme­nte los tecnológic­os. Trump culpa a China de haberse apropiado indebidame­nte de la tecnología desarrolla­da por las empresas de su país.

China ha hecho saber que espera que Estados Unidos abandone pronto su agresiva política proteccion­ista, que vuelva a respetar las reglas de la Organizaci­ón Mundial del Comercio y que las tensiones comerciale­s entre ambos países puedan resolverse en el marco de la cooperació­n, que es el único camino posible para las dos grandes economías mundiales. Eso debería ser así. Sin embargo, para Estados Unidos, y en concreto para su presidente, es crucial lograr un nuevo sistema de contrapart­idas que permita reequilibr­ar la balanza comercial con China, y para ello juega fuerte. Todo indica que, mientras las negociacio­nes entre Pekín y Washington no fructifiqu­en, el riesgo de una escalada de la tensión, con graves consecuenc­ias para la economía mundial, es evidente.

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