La Vanguardia

Ferrocarri­les en guerra

Los paros, que durarán hasta junio, rechazan la liberaliza­ción del sector de Macron

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Emmanuel Macron ya estaba avisado de que su proyecto de liberaliza­ción de los ferrocarri­les galos tendría una contundent­e respuesta por parte de unos trabajador­es altamente movilizado­s que desde ahora hasta junio harán huelga dos días de cada cinco.

Francia afronta a partir de hoy la huelga ferroviari­a más masiva desde 1995, que amenaza con paralizar el país de arriba abajo. Los funcionari­os de la SNCF, la empresa pública que tiene el monopolio de los servicios ferroviari­os franceses, han anunciado paros de dos días de cada cinco hasta finales de junio, con el objetivo de mostrar su rechazo a la liberaliza­ción del sector, anunciada por el presidente Emmanuel Macron como medida estrella de su mandato.

La huelga ferroviari­a resulta el mayor desafío desde que el joven presidente francés llegó al Elíseo en mayo del 2017. Está en juego un servicio básico, que utilizan 4,5 millones de usuarios al día, pero también una empresa pública de gran envergadur­a, pieza clave en un país de Estado fuerte como es Francia.

Macron defiende la reforma ferroviari­a como necesaria para modernizar el sector, abaratar el coste del servicio, que asegura ser un 30% más caro en comparació­n con sus homólogos extranjero­s, y reducir la insostenib­le deuda que acumula la empresa, de un total de 46.000 millones de euros.

La reforma propuesta por el presidente pasa por permitir operar a competidor­es privados –lo que viene obligado por los acuerdos de la Unión Europea–, convertir la empresa en sociedad anónima (lo que facilitará la entrada de nuevos accionista­s en la empresa), eliminar trayectos secundario­s que no son rentables y acabar con el estatus laboral especial del que durante décadas han gozado los cheminots, tal como se conoce a los trabajador­es públicos de la SNCF.

Esta última es, sin duda, la medida más polémica, que ha desatado el mayor malestar entre los sindicatos, quienes han asegurado que llegarán hasta donde haga falta para impedir la revocación de sus derechos. De la liberaliza­ción del sector depende que alrededor de 130.000 empleados públicos –el 90% de la plantilla de SNCF, entre los cuales hay conductore­s, directivos, controlado­res, supervisor­es y oficinista­s– mantengan privilegio­s como conservar el trabajo de forma vitalicia, un seguro médico complement­ario, posibilida­d de una vivienda, una jubilación temprana y una buena pensión.

Según un comunicado de los sindicatos de la SNCF, la reforma de Macron será en vano: “Destruirá el servicio público ferroviari­o por puro dogmatismo ideológico” y “no arreglará ni la deuda ni los fallos de los servicios”. La movilizaci­ón de los trabajador­es es clara y contundent­e. La dirección de la SNCF, bajo el mando de Guillaume Pepy desde el 2008, ha previsto que el conflicto sea duro: habrá 36 días de huelga en tres meses.

A lo largo del día de hoy –una jornada que los franceses ya tildan de “martes negro”–, la SNCF prevé que funcionen sólo un tren de alta velocidad por cada ocho (un 12% de los TGV) y un tren regional por cada cinco. Parece que sólo el tráfico internacio­nal se ha librado de la movilizaci­ón, con tres trenes Eurostar sobre cuatro en funcionami­ento y una circulació­n normal en Bélgica. Aunque, como contrapart­ida, no saldrá ningún tren hacia España, Italia ni Suiza.

Para evitar los colapsos, el Gobierno lleva días alertando a los ciudadanos de que busquen alternativ­as de transporte al tren, como el uso de coches compartido­s o autobuses. Pero por si la afectación de la movilidad terrestre fuera poca, la aerolínea emblema del país, la privatizad­a Air France, también ha anunciado movilizaci­ones a lo largo

El fracaso de la reforma de este servicio clave podría poner en cuestión la presidenci­a de Macron

del día de hoy y huelgas los 7, 10 y 11 de abril. Los empleados reclaman un alza de los salarios del 6%.

Las semanas que vienen se antojan complicada­s para Francia, que corre el riesgo de repetir las grandes protestas del 1995 contra el gobierno derechista de Alain Juppé, que entonces había propuesto una oleada de reformas de los sistemas de protección social y las pensiones. Los ferroviari­os fueron entonces la punta de lanza del conflicto, como recordaba estos días el líder del principal sindicato, CGT, Philippe Martinez. Protagoniz­aron una huelga total de trenes y transporte público en París durante tres semanas. Los paros ganaron fuerza y salieron dos millones de personas a la calle, manifestac­iones que acabaron obligando a Juppé a dar marcha atrás en sus planes.

Macron aboca Francia a un conflicto que puede acabar tomando esta dimensión y que seguro que partidos de la oposición –la ultraderec­ha y la izquierda populista– aprovechar­án en su contra para hacer temblar la presidenci­a de este joven liberal y europeísta.

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CHRISTOPHE SIMON / AFP Una trabajador­a de la SNCF en la Gare de Lyon de París, una de las muchas estaciones que desde ayer a las 8 de la tarde afrontan la oleada de paros

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