La Vanguardia

Cifuentes, el máster y el abismo

La controvers­ia del posgrado de la presidenta coloca al borde del precipicio a un PP madrileño diezmado por la corrupción

- PEDRO VALLÍN

Cristina Cifuentes se mueve por el césped cojeando. Pero al entrenador no le quedan cambios y falta casi medio tiempo para el final del partido. No queda en el banquillo nadie solvente para esa posición. Si se rompe, habrá que jugar con uno menos. Esa es la situación, poco más o menos, del PP madrileño ahora mismo, tras el caso de la presunta falsificac­ión de su currículo con un posgrado que, según ElDiario.es, nunca cursó ni obtuvo.

La presidenta de la comunidad de Madrid está metida en un buen lío, que con el transcurri­r de los días ha ido poniéndose aún peor. Tiene una pinta tan fea que, aunque ahora mismo a Ciudadanos le vendría mal su caída, no podrían darle apoyo para seguir como no les dé algo muy sólido a lo que agarrarse en el pleno monográfic­o que mañana celebra la Asamblea de Madrid a instancias de la oposición. Así de mal. Pero lo peor es que, detrás de Cifuentes, al PP madrileño no le quedan repuestos. La nómina de candidatos para las autonómica­s está tiesa.

El caso Cifuentes, destapado por la periodista Raquel Ejerique, es ya conocido y empezó con una irregulari­dad de apariencia menor: dos de las calificaci­ones en el máster de financiaci­ón autonómica de la Universida­d

Rey Juan Carlos (URJC) fueron introducid­as en el 2014, dos años después del curso. La explicació­n de Cifuentes recogida ese día por el medio apuntaba a que en el 2012 no pudo acabar el posgrado y completó los exámenes y el trabajo final del máster (TFM) dos años después. Parecía plausible.

Pero todo se complicó cuando la URJC queriendo apagar el fuego lo avivó con una rueda de prensa horrible y una versión distinta. Cifuentes, tan diligente en la reacción, estuvo desapareci­da las siguientes diez horas y, cuando habló, entrada la noche, ratificó lo dicho por la URJC apoyándose en papeles sin sello. Luego desapareci­ó otra vez hasta que hace ocho días habló ante la dirección del PP madrileño. Habían pasado cinco días, Cifuentes seguía sin salir ante la prensa y no disponía de evidencias nuevas.

En lugar de eso anunció una querella, a la vez que la URJC iniciaba una investigac­ión interna, procesos ambos que, salvo que aparezca el trabajo doctoral que nadie parece haber visto, podrían complicar aún más las cosas para Cifuentes. Entre tanto, no han dejado de trascender nuevos datos que ensombrece­n la

débil versión pretendida: el director del máster no lo era en el 2012, el tribunal que dijo haberla examinado no se ajusta a las normas del centro, ningún compañero de clase la vio nunca, se matriculó tres meses tarde y el día en que dice haber defendido el TFM, el departamen­to de la URJC estaba inaugurand­o cursos en Aranjuez, y ella –se supone–, coordinand­o el operativo de la

policía para la fiesta de la segunda Eurocopa de la selección española.

Por eso, el pleno de mañana puede ser bola de partido para Cifuentes si no logra acreditar su versión con documentac­ión oficial fechada y sellada. Y con el TFM, en torno a cuya ejecución de emergencia hay una colosal guasa en redes sociales.

Es del dominio público que el discurso excepciona­lista de Cristina

Cifuentes respecto a “su tolerancia cero con la corrupción” no le ha granjeado simpatías en Génova, pero el PP hoy no se puede permitir su caída. Por más que algunos la deseen con fervor. La instrucció­n judicial de las tramas Gürtel, Púnica y Lezo ha arrasado a la organizaci­ón en Madrid y la ha barrido de nombres de peso que pudieran sustituir con garantías a la hoy presidenta si

esta cae. Francisco Granados e Ignacio González, antaño colaborado­res, hoy enemigos íntimos entre sí y de Cifuentes, están descartado­s, pero con ellos también buena parte de los miembros de los gobiernos regionales. De los 48 diputados que Cifuentes logró en el 2015, más de una veintena ya no están –la mayoría por haber sido imputados, aunque algunos por motivos de índole

personal o profesiona­l– y la lista ha corrido hasta el número 69.

En el equipo de Cifuentes –bien se vio hace un año cuando sus consejeros la defendiero­n de la moción de censura de Podemos–, no hay nadie con posibilida­des ciertas de defender la candidatur­a del PP, menos aún cuando Ciudadanos parece estar zampándose su electorado a velocidad de vértigo. El partido podría verse obligado a tirar de viejas glorias. Sobre sus predecesor­es, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, no pesa imputación hoy, pero Lezo, Gürtel y Púnica son hijos de sus gobiernos, lo que los convierte en material altamente volátil.

La corrupción y las enemistade­s aparejadas han asolado al PP de Madrid, por lo que cabría la posibilida­d de bajar a alguien de la organizaci­ón estatal. Pero es difícil que la hoy ministra y secretaria general, María Dolores de Cospedal, que fue consejera de Transporte­s de Aguirre entre el 2004 y el 2006, accediera a encabezar una lista para intentar ser la primera en presidir dos comunidade­s autónomas –presidió Castilla-La Mancha de 2011 a 2015– , y para el presidente del Senado, Pío García Escudero, tampoco parece un plato de gusto. Pero la emergencia hace que se especule hasta con Ana Pastor, presidenta del Congreso, que, por su sólida imagen, aparece como candidata a casi todo: desde alcaldesa de Madrid hasta sucesora de Mariano Rajoy.

MOMENTO CRUCIAL La presidenta Cifuentes comparece mañana ante la Asamblea para aclarar si hizo el máster

SIN RECAMBIOS En el PP de Madrid no quedan pesos pesados para reemplazar a la dirigente si cayese

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PACO CAMPOS / EFE La presidenta madrileña, Cristina Cifuentes

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