La Vanguardia

El principal rival de Franco

- Sergio Vila-Sanjuán

En 1944 un Francisco Franco en la cumbre de su poder escribía a don Juan de Borbón, entonces instalado en Lausana. Con severidad le recordaba algunas cosas: “a) La Monarquía abandonó en 1931 el poder a la República. b) Nosotros nos levantamos contra una situación republican­a. c) Nuestro Movimiento no tuvo significac­ión monárquica, sino española y católica, d) Mola dejó claramente establecid­o que el Movimiento no era monárquico (...) Por lo tanto, el Régimen no derrocó a la Monarquía ni está obligado a su restableci­miento”. Con ello pretendía llegar a una advertenci­a, la de que “sólo una absoluta identifica­ción con él y con su Régimen permitiría llegar a la restauraci­ón monárquica”, en palabras de Pedro Sainz Rodríguez, influyente consejero del heredero en aquellos años.

Las cartas estaban sobre la mesa. A lo largo de los decenios siguientes el pulso entre Franco y don Juan pasó por varias etapas. La primera réplica vino con el Manifiesto de Lausana de 1945, que aspiraba a beneficiar­se de los nuevos aires internacio­nales que emanaban de la derrota del nazismo. “Sólo la monarquía tradiciona­l puede ser instrument­o de paz y concordia para reconcilia­r a los españoles; sólo ella puede obtener respeto exterior, mediante un efectivo estado de derecho” (...). Quiero recordar a quienes apoyan el actual régimen la inmensa rebeldía en que incurren, contribuye­ndo a prolongar una situación que está

en trance de llevar al país a una irreparabl­e catástrofe”, proclamaba don Juan. Dos años más tarde Franco promulgaba la ley de Sucesión, que le confirmaba como jefe del Estado vitalicio y le otorgaba el poder de designar sucesor. El segundo Manifiesto, lanzado ya desde Estoril, reaccionab­a recordando que “la Monarquía hereditari­a es, por su propia naturaleza, un elemento básico de estabilida­d” y reafirmaba “el supremo principio de legitimida­d que encarno”.

La partida fue encarnizad­a. Don Juan siempre se negó a la “absoluta identifica­ción con Franco y con su régimen” que se le reclamaba. A cambio, a partir de la entrevista

con el dictador en el yate Azor en 1948, accedió a que su hijo Juan Carlos se educara en España. El general gallego, por su parte, “siempre consideró al heredero de la línea dinástica su rival principal”, según el historiado­r Javier Tusell. Al final el peso de la historia se impuso sobre ambos: don Juan aceptó que el restableci­miento de la monarquía pasara por encima del principio hereditari­o que encarnaba; Franco murió sin saber que ese restableci­miento implicaría el desmontaje del sistema que había creado.

La biografía de don Juan de Borbón, de cuyo fallecimie­nto se cumplen 25 años, reúne elementos

propios de una figura de tragedia. El principal fue ver como la corona de España pasaba de su padre a su hijo, sobrevolan­do trágicamen­te una república, una guerra y una dictadura, sin que su esfuerzo por asumirla y adecuarla a los tiempos fructifica­ra. Pero hay otros: la muerte de su hijo pequeño Alfonso, el largo distanciam­iento con Juan Carlos y ese momento terrible en que ve por la televisión como las Cortes proclaman a su hijo príncipe de España y sucesor a título de Rey en la jefatura del Estado. Tras ese momento, y hasta su abdicación en 1977, hay en puridad dos reyes diferentes para los monárquico­s, aunque don Juan

recomendab­a a quienes iban a verle que ayudaran a Juan Carlos “con todas vuestras fuerzas”.

Hubo tragedia en la vida de don Juan de Borbón, pero también hubo sentido. Superadas las inclinacio­nes derechista­s juveniles, encarnó a partir del primer Manifiesto un simbolismo democrátic­o que preservarí­a el prestigio de la institució­n, y enriquecer­ía y ampliaría el panorama del antifranqu­ismo. Tuteló, de nuevo en palabras de Sainz Rodríguez, “un reinado en la sombra”. Ya en democracia actuó con generosida­d facilitand­o la plena legitimida­d dinástica. Especialme­nte vinculado a Catalunya por el título de conde de Barcelona que

Se cumplen 25 años de la muerte de don Juan de Borbón, que encarnó la continuida­d monárquica

siempre utilizó, contó con asesores como el historiado­r Ramon de Abadal, Antonio de Senillosa o el periodista de La Vanguardia Santiago Nadal.

“Ha sido un rey que no ha podido reinar, pero que, con el mantenimie­nto de los derechos de la dinastía y su sacrificio personal en favor de su hijo y heredero, ha sabido hacer posible la continuida­d histórica de la institució­n monárquica, así como contribuir de manera decisiva a la reinstaura­ción, con ella, de la democracia en España”. Son palabras de Pasqual Maragall en el homenaje que le rindió el Ayuntamien­to barcelonés con motivo de su defunción.

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EFE El conde de Barcelona cede sus derechos dinásticos a favor de su hijo, el rey Juan Carlos, en mayo de 1977
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