Protagonistas
En un primer momento, el protagonismo del proceso soberanista en Catalunya estaba liderado por los partidos políticos; concretamente, CiU y ERC habían definido una estrategia que, con trabas y matices, intentaban llevar a la práctica por la vía de una acción política convencional. No obstante, poco a poco, este protagonismo fue inicialmente compartido por la ANC y por Òmnium y, más adelante, decididamente liderado por estas entidades. Las movilizaciones populares de los Onze de Setembre estaban convocadas, organizadas, guiadas y definidas en su ambición por la ANC y Òmnium, cuyos líderes asumían el liderazgo del proceso, situando en la práctica a los partidos políticos en una posición de ir a remolque. “Presidente, ponga las urnas” no fue un eslogan, era una orden que marcaba el camino que seguir.
Más adelante, cuando el escenario de las grandes decisiones se traslada al Parlament, la CUP acontece un protagonista de primer orden y desplaza a los que hasta aquel momento se presentaban como los líderes de los acontecimientos. La CUP, con fuerza, contundencia e, incluso, intransigencia, se impone dentro del bloque soberanista, vetando presidentes, condicionando políticas, imponiendo presupuestos. La CUP, como minoría imprescindible, facilita el procés, pero definiendo un nuevo guion. El ritmo se acelera y el respeto por las formas y la propia legalidad quedan en un segundo plano, en beneficio de una estrategia coherente de un movimiento antisistema y de fuerte contenido revolucionario.
De los partidos soberanistas a las entidades y después a la CUP. Todo esto tiene, lógicamente, sus consecuencias y no siempre positivas. Los partidos viven ciertas crisis y las entidades ven como
sus propias direcciones se resienten de divisiones internas. La CUP confronta a los partidos y a las entidades, entre todos ellos y dentro de cada uno de ellos. Nuevas ambiciones hacen más difícil las ambigüedades buscadas conscientemente dejando paso a evidencias no deseadas que hacen aparecer fragilidades internas y precipitaciones improvisadas.
Pero los nuevos escenarios siguen definiendo nuevos protagonismos. Ahora, los CDR asumen un papel movilizador que condiciona el aterrizaje que muchos predican a favor del realismo. Los partidos se expresan en términos más favorables a una lectura que facilite la salida de la crisis actual; las entidades lo viven contradictoriamente y con expresiones diferentes; la CUP sabe mantener la coherencia de su propia ambición, más alejada o más insensible a la invocada necesidad de recuperar cuanto antes las instituciones del autogobierno, poner fin al artículo 155 e iniciar un periodo de normalización política. Para los CDR, en su lógica, la aceptación de cualquier iniciativa que se acerque al realismo, constituye un paso atrás inaceptable. Y sus movilizaciones condicionan la acción política de partidos y entidades, incluso la CUP.
Primero, los partidos; luego las entidades; más allá la CUP; hoy, los CDR. El escenario es este y no será fácil cambiarlo, si los más responsabilizados de su protagonismo parlamentario no recuperan la voluntad de dirigir el país. Porque, al fin y al cabo, será en el Parlament y desde su legalidad como se podrá construir una solución del grave conflicto actual. Corresponde al Parlament ejercer el poder que aún le queda a Catalunya.
Nadie más podrá hacerlo.
Primero, los partidos; luego, las entidades; más allá,
la CUP; hoy, los CDR; no será fácil cambiar el escenario si no se recupera el protagonismo del Parlament