La Vanguardia

Protagonis­tas

- PUNTO DE VISTA Miquel Roca Junyent

En un primer momento, el protagonis­mo del proceso soberanist­a en Catalunya estaba liderado por los partidos políticos; concretame­nte, CiU y ERC habían definido una estrategia que, con trabas y matices, intentaban llevar a la práctica por la vía de una acción política convencion­al. No obstante, poco a poco, este protagonis­mo fue inicialmen­te compartido por la ANC y por Òmnium y, más adelante, decididame­nte liderado por estas entidades. Las movilizaci­ones populares de los Onze de Setembre estaban convocadas, organizada­s, guiadas y definidas en su ambición por la ANC y Òmnium, cuyos líderes asumían el liderazgo del proceso, situando en la práctica a los partidos políticos en una posición de ir a remolque. “Presidente, ponga las urnas” no fue un eslogan, era una orden que marcaba el camino que seguir.

Más adelante, cuando el escenario de las grandes decisiones se traslada al Parlament, la CUP acontece un protagonis­ta de primer orden y desplaza a los que hasta aquel momento se presentaba­n como los líderes de los acontecimi­entos. La CUP, con fuerza, contundenc­ia e, incluso, intransige­ncia, se impone dentro del bloque soberanist­a, vetando presidente­s, condiciona­ndo políticas, imponiendo presupuest­os. La CUP, como minoría imprescind­ible, facilita el procés, pero definiendo un nuevo guion. El ritmo se acelera y el respeto por las formas y la propia legalidad quedan en un segundo plano, en beneficio de una estrategia coherente de un movimiento antisistem­a y de fuerte contenido revolucion­ario.

De los partidos soberanist­as a las entidades y después a la CUP. Todo esto tiene, lógicament­e, sus consecuenc­ias y no siempre positivas. Los partidos viven ciertas crisis y las entidades ven como

sus propias direccione­s se resienten de divisiones internas. La CUP confronta a los partidos y a las entidades, entre todos ellos y dentro de cada uno de ellos. Nuevas ambiciones hacen más difícil las ambigüedad­es buscadas consciente­mente dejando paso a evidencias no deseadas que hacen aparecer fragilidad­es internas y precipitac­iones improvisad­as.

Pero los nuevos escenarios siguen definiendo nuevos protagonis­mos. Ahora, los CDR asumen un papel movilizado­r que condiciona el aterrizaje que muchos predican a favor del realismo. Los partidos se expresan en términos más favorables a una lectura que facilite la salida de la crisis actual; las entidades lo viven contradict­oriamente y con expresione­s diferentes; la CUP sabe mantener la coherencia de su propia ambición, más alejada o más insensible a la invocada necesidad de recuperar cuanto antes las institucio­nes del autogobier­no, poner fin al artículo 155 e iniciar un periodo de normalizac­ión política. Para los CDR, en su lógica, la aceptación de cualquier iniciativa que se acerque al realismo, constituye un paso atrás inaceptabl­e. Y sus movilizaci­ones condiciona­n la acción política de partidos y entidades, incluso la CUP.

Primero, los partidos; luego las entidades; más allá la CUP; hoy, los CDR. El escenario es este y no será fácil cambiarlo, si los más responsabi­lizados de su protagonis­mo parlamenta­rio no recuperan la voluntad de dirigir el país. Porque, al fin y al cabo, será en el Parlament y desde su legalidad como se podrá construir una solución del grave conflicto actual. Correspond­e al Parlament ejercer el poder que aún le queda a Catalunya.

Nadie más podrá hacerlo.

Primero, los partidos; luego, las entidades; más allá,

la CUP; hoy, los CDR; no será fácil cambiar el escenario si no se recupera el protagonis­mo del Parlament

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