El fin de los moderados
En la penúltima página de su libro De héroes y traidores, Santi Vila escribe su derrumbe político: “Abrasado por la crítica más fanatizada e incomprendido por muchos antiguos compañeros de militancia, he dado necesariamente un paso al lado, tan molido a palos como don Quijote…”. Creo que es, o fue, una despedida provisional; como él dice, “un paso al lado”, quizá en espera de la mano de nieve que invocaba el poeta y que le devuelva al servicio público de la nación catalana que quiso construir. Pero la lectura de ese párrafo llenó de tristura al cronista, porque es el retrato de una decepción política y lo que es peor: de una decepción provocada por el fanatismo. Es el riesgo de ser el centro político en situaciones de tensión y confrontación: te crucifican desde la derecha y desde la izquierda; desde el soberanismo y el unionismo; no dejan espacio para nada, ni para el diálogo, ni para el acuerdo, ni para la reflexión templada. No dejan sitio a la moderación.
Algún día haremos la relación de víctimas de la moderación en esta fase de la construcción teórica de la república de Catalunya. Están en todos los partidos, en la extinta Convergència, en Unió, en la propia Esquerra, en el PSC y en el PSOE, también en el Partido Popular. Hoy deseo citar a los dos últimos líderes apartados por la corriente radical: Duran Lleida y Santi Vila, citados por el orden de su desaparición de pantalla. Políticamente se parecen muy poco, aunque hayan coincidido en la misma coalición; pero cada uno en su estilo representó y creo que todavía representa una apuesta por el entendimiento. Duran, como abanderado de la tercera vía, que ni siquiera se exploró. Vila, como promotor de un nuevo proyecto de convivencia de la Catalunya-nación y España-nación y Estado, que tampoco superó las resistencias, los miedos y las desconfianzas de ambas partes.
¡Qué pena! Cuando los políticos moderados son apartados del escenario político, sólo quedan los exaltados. Cuando quienes buscan fórmulas de acuerdo para resolver un conflicto son calificados como traidores, se ha malogrado el imperio de la razón. Creo que algo de eso hubo y sigue habiendo en el conflicto catalán.