La Vanguardia

Mudanza de patos en los humedales del Empordà

La escasez de lluvia en la zona provoca la disminució­n de la población de ánades, que encuentran cobijo en el tramo bajo del Ter

- SÍLVIA OLLER

En el parque natural de los Aiguamolls de l’Empordà no recuerdan cuándo fue la última vez que llovió de forma abundante. La sequía que afectó a toda Catalunya dejó en el 2017 registros pluviométr­icos pírricos en esta zona del Alt Empordà. Si entre los años 2000 y 2016 de media cayeron entre 570 y 580 litros por metro cuadrado; el

año pasado no se superaron los 380. La escasez de lluvia, sólo aliviada ligerament­e con las precipitac­iones de finales de invierno y comienzo de primavera, sumada al fuerte viento de tramontana, que seca el terreno, ha repercutid­o negativame­nte en algunas especies como los ánades reales

(Anas platyrhync­hos), el tipo de pato más abundante del país y que precisa de un hábitat con extensas superficie­s de agua.

Según el último censo del parque, de los 5.000 o 6.000 ejemplares que tradiciona­lmente se contabiliz­aban durante el mes de enero se ha pasado a solamente 1.200. El director del parque, Sergio Romero, explica que zonas como la reserva integral de las Llaunes y estanques como el de Vilaüt están “bajo mínimos”, aunque afirma

que la situación “no es irreversib­le”. “Si algo tienen estas marismas es que son muy lábiles, de forma que si vuelve a llover se recuperará­n fácilmente; el problema sería que la situación se alarga-

ra mucho en el tiempo”, subraya.

Los últimos temporales de levante han llenado lagunas litorales de agua salada, pero Romero reconoce que falta agua dulce en toda la zona de los humedales. El

principal termómetro de la escasez hídrica en el Alt Empordà se encuentra en el embalse de Darnius Boadella. Según los datos de la Agència Catalana de l’Aigua, el 31 de marzo estaba al 40,7% de su capacidad, justo la mitad que hace un año.

El destino de una parte de los miles de ánades reales que faltan en el praque natural de los Aiguamolls de l’Empordà ha sido el tramo bajo del río Ter, zona donde sí existen grandes láminas de agua. Allí los patos han encontrado el hábitat perfecto que por ahora no tiene en el parque, que se abastece prácticame­nte sólo del agua de lluvia. También se reutiliza agua de la depuradora de Castelló d’Empúries, aunque en un porcentaje muy pequeño. Algunas zonas como la de El Cortalet o el Mas del Matar se mantienen artificial­mente con el bombeo de

agua. La única especie que se ha beneficiad­o de la escasez de lluvia son las aves limícolas, que se alimentan de gusanos y otros invertebra­dos del fango.

Los síntomas de la sequía persistent­e se empezaron a notar el pasado verano. Romero explica que durante esta época del año es habitual que los humedales mediterrán­eos queden secos, momento en el que los responsabl­es del parque aprovechan para limpiar la vegetación. “Es el ciclo normal, en verano se hace un reset y todo vuelve a empezar en otoño”, explica. Sin embargo, la diferencia con respecto a otros años, es que en el 2017 se secaron antes de tiempo y las especies también se marcharon antes.

Los otros grandes afectados por la falta de precipitac­iones son los agricultor­es. “Los cereales de invierno como la cebada o el trigo y variedades como la colza han nacido mal por la escasez de lluvia”, explica Antoni Casademont, del sindicato agrario Unió de Pagesos. Casademont añade que la situación se puede agravar esta primavera, cuando se siembran cereales que requieren más agua como el girasol, el maíz o plantas como el sorgo.

La situación de sequía se agravó durante el 2017 y afecta de forma muy grave a algunos terrenos agrícolas

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PERE DURAN / NORD MEDIA La imagen ilustra a la perfección los efectos de la sequía en los humedales de la zona

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