La Vanguardia

“Camus pensó en instalarse en España, pero estaba Franco”

autor de una biografía de Albert Camus

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Virgil Tanase cree que a los escritores se los descubre, en su perfil humano, buceando en sus diarios personales y su correspond­encia privada, pues las obras dan una versión “purificada” de su personalid­ad. Tanase, de origen rumano pero afincado en París, es novelista, dramaturgo y adaptador teatral. Ha escrito las biografías de Chéjov, Dostoyevsk­i, SaintExupé­ry y Camus. La de este último, premio Nobel de Literatura en 1957, acaba de ser publicada por Plataforma Editorial. Del escritor francés, muerto en un accidente de coche en 1960, Tanase destaca la influencia que tuvieron su Argelia natal, su agitada vida sentimenta­l, el lastre de su tuberculos­is y el vacío envidioso que le hicieron los mandarines intelectua­les de la época, en especial Jean-Paul Sartre, a quien el autor tacha de “impostor total”.

¿Qué fue lo que más le sorprendió al investigar la vida de Albert Camus?

Descubrir hasta qué punto estuvo marginado y odiado por todo el mundo. Cuesta mucho imaginarlo hoy. Él no era ni de la izquierda comunista ni de derechas. Había consenso en denigrarlo y mantenerlo fuera de la vida literaria.

Pero militó en el Partido Comunista durante unos años.

Sí, por poco tiempo, cuando era muy joven. Era de extracción muy modesta y vivía en un barrio humilde de Argel, con los árabes, que eran sus amigos. En un determinad­o momento, siendo de izquierdas, se adhirió al Partido Comunista, que quería acoger a los árabes pobres. Pero más adelante, los comunistas cambiaron de opinión y apoyaron la política nacionalis­ta del gobierno que encarcelab­a a esos árabes. Camus no estuvo de acuerdo, y lo echaron. En los archivos de Moscú se encontró el documento sobre su expulsión.

Su madre era de origen menorquín. Usted dice que Camus, por ese motivo, se sentía un poco español.

Sí, en un cierto momento se sentía muy mal en Francia. No estaba a gusto con el espíritu muy racional, muy conceptual de la disertació­n francesa. A nivel político, tampoco le gustaba lo que sucedía en Francia. Quería encontrar otra tierra de acogida. Para él, España era el país heroico, de la bravura, de la rectitud, el país de los grandes autores, de los autos sacramenta­les, que él intentó hacer en sus piezas teatrales. Creía que sería un país en el que podría sentirse en casa, también por ser un país de sol, como Argelia. Desgraciad­amente estaba Franco, así que no fue posible.

La presencia de la enfermedad, de la tuberculos­is, es constante en su biografía. Fue un hecho central en su vida, ¿no?

Sí, contrajo la enfermedad en la escuela, con 17 años. En aquella época la tuberculos­is era una enfermedad mortal. No existía la penicilina. Tuvo constantes recaídas. Cuando escribió su primer libro, no estaba seguro de que tendría la posibilida­d de escribir otro. Vivía con esta idea de la muerte en la cabeza. Sólo después de la guerra, con la penicilina, hubo un nuevo tratamient­o que dejaba de hacerla mortal.

Pero hasta el final tuvo recaídas. Fumaba y no se cuidaba.

Sí, fumaba mucho. Llevaba una vida muy poco sana. Trabajaba mucho. Dormía poco.

Y muchas mujeres...

Sí, y encima las mujeres.

¿Cuál era su relación con las mujeres?

Se sentía muy ligado a su esposa, Francine, pero para él las mujeres eran como una especie de droga, como un somnífero. Algunos ven la televisión, otros toman pastillas. Para él, eran las mujeres. Antes de morir, cuando pensaba volver a París, había enviado tres cartas a tres mujeres, todas en los mismos términos, proponiénd­oles citas, una a las 2 de la tarde, la otra a las 6, la otra por la noche.

Él anticipó la actual invasión migratoria. Para él era una evidencia, que existía este árbol de la prosperida­d, cerrado, que no exportaba su bienestar. Así que, forzosamen­te, la gente tendría que ir hacia él. Conocía bien Argelia, también el sur, el Sáhara, la verdadera miseria. Se dio cuenta de que esa gente, en cuanto descubrier­a la prosperida­d, se dirigiría hacia ese polo de atracción (Europa). Toda su actividad política no fue para que Argelia se independiz­ara de Francia, sino para que los dos pueblos, los franceses y los árabes, vivieran bien. Creía que si una franja de colonos vivía muy bien y el resto no, eso iba a conducir inevitable­mente a la catástrofe.

¿Qué pensaría Camus hoy del actual yihadismo? Imagino que no se sorprender­ía.

Sí, no estaría sorprendid­o porque ya lo vivió en Argelia. Sabía perfectame­nte que los árabes y los franceses pobres, que eran la inmensa mayoría, se entendían muy bien. Él intentó crear un movimiento para que se juntaran y encontrara­n una solución. Pero por un lado estaba la Unión Soviética, que quería la guerra y expulsar a los países occidental­es, y por otro lado Francia, que no quería la paz en Argelia. Camus se encontró aislado con sus ideas de sentido común, en medio de iniciativa­s políticas que no querían una solución sino la guerra.

Camus conoció a Rafael Alberti, en Argentina, pero su visión distinta sobre la Unión Soviética los distanciab­a.

Camus entendió bien el cinismo, o el realismo político, del bloque del Este. Para él, la fuerza creadora en la historia es el hombre solo y libre. No estaba contra los comunistas por principio, pero pensaba que el comunismo no podía ir adelante sin dejar la libertad a los hombres, de lo contrario se bloquea la creativida­d de los hombres. Por eso su relación con Alberti fue muy débil.

La moral, para él, estaba por delante de la política.

Sí, por supuesto.

Estaba preocupado por el progreso técnico, tras el lanzamient­o de la bomba atómica.

Sí, cuando se lanzó la bomba de Hiroshima, los intelectua­les lo aplaudiero­n porque creían que así se acababa con el fascismo japonés. Pero él fue el único que dijo que había que ir con cuidado. Como él creía que el hombre era esencial, no podía razonar en términos estadístic­os, de PIB. El hombre sufre parado. Creía que la sociedad capitalist­a no era una sociedad para el hombre, que el progreso técnico debe llevar a la liberación del hombre. Creo que se habría sentido muy decepciona­do por la trayectori­a de Francia en los años sesenta y setenta. No era la Francia que quería.

ODIADO Y MARGINADO “Había consenso en denigrarlo y mantenerlo fuera de la vida literaria”

LA ENFERMEDAD “Debido a la tuberculos­is, vivía con la idea de la muerte en la cabeza”

AGITADA VIDA SENTIMENTA­L “Las mujeres eran como una especie de droga, como un somnífero”

OBJECIONES AL COMUNISMO “Estaba convencido de que la fuerza creadora en la historia es el hombre solo y libre”

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INA / GETTY Albert Camus, en el rodaje de la película para televisión El malentendi­do, a partir de su obra teatral
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E. V. Virgil Tanase es también novelista y dramaturgo

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