Alemania libera a Puigdemont y rechaza el delito de rebelión
La falta de agentes de la Urbana causa problemas de seguridad oeLa justicia alemana fija una fianza de 75.000 euros y sólo prevé una posible pena por malversación oeEl tribunal de Schleswig-Holstein descarta la existencia de violencia que imputa el Suprem
El 1-O no hubo violencia. El 1-O no hubo rebelión. Y sin violencia ni rebelión, el Tribunal de Schleswing-Holstein ha dejado a Carles Puigdemont en libertad bajo fianza en Alemania mientras estudia su extradición por un delito de malversación. “Nos vemos mañana”, anunció en su perfil de Twitter tras conocerse la decisión. Esta mañana abandonará la cárcel alemana de Neumünster y se instalará en una nueva residencia en Alemania –podrá moverse por todo el país– una vez cubra la fianza impuesta de 75.000 euros que cubrirá la caja de solidaridad independentista. No estará solo, ya que hoy se trasladan a Alemania decenas de compañeros para recibirlo. Ayer era día de celebración.
Puigdemont habrá pasado 12 días en prisión y ni tan sólo ha presentado alegaciones ante el tribunal. La comparación con los miembros de su Govern sobre los que pesa la misma acusación de rebelión en España es flagrante. Oriol Junqueras y Joaquim Forn llevan en prisión preventiva en la cárcel de Estremera desde el 2 de noviembre, el resto de exconsellers pasó un mes en prisión y volvieron a ingresar hace dos semanas, como la expresidenta del Parlament; los líderes de las entidades independentistas, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, están en Soto del Real desde el 16 de octubre. Ayer mismo la Audiencia Nacional procesó al mayor de los Mossos Josep Lluís Trapero por sedición también apelando a la previsión de violencia.
El independentismo vivía sus días más graves desde que Puigdemont fue detenido a media mañana del 25 de marzo en una gasolinera entre las localidades de Schuby y Jagel. Dos días antes el juez del Tribunal Supremo había tramitado la orden internacional de detención y extradición tras dictar el auto de procesamiento del caso y Puigdemont optó por salir en coche desde Helsinki hacia su residencia en Bruselas atravesando Suecia, Dinamarca y Alemania. Agentes del CNI lo seguían y vehicularon la operación de detención en cuanto entró en territorio alemán. Ahí habían puesto todas sus esperanzas la justicia y el Gobierno español, que se ven ahora frustradas.
Las del juez porque una extradición de Puigdemont por un simple delito de malversación rompe la unidad de la causa contra el resto del Govern, la Mesa del Parlament y los Jordis. Y las del Gobierno de Mariano Rajoy porque quiebra el relato que vinculaba el independentismo y la violencia, pero también porque pone coto a la respuesta judicial para un problema político como el catalán. La decisión del Tribunal de Schleswing-Holstein es la primera de un tribunal europeo que descarta la rebelión por la inexistencia de violencia, pero Suiza ya había descartado extradiciones por delitos de carácter político, Escocia dejó en libertad a Clara Ponsatí, y Bruselas hizo anoche lo propio con Toni Comín, Meritxell Serret y Lluís Puig. Es la batalla particular del “exilio” independentista.
Puigdemont se había instalado en Bruselas a finales de octubre, donde ya contaba con su Casa de la República y se sentía cómodo con el garantismo de la justicia belga, que ya había frenado el primer intento de extradición solicitado por la Audiencia Nacional. Con el nuevo escenario alemán, el juez Pablo Llarena volvía a la carga.
La violencia era la clave del auto de procesamiento del magistrado. Una violencia en previsión. Para el juez, “la minuciosa ideación de la estrategia con la que pretendía imponerse la independencia en el territorio permite considerar que los principales responsables de estos hechos siempre hubieron de representarse que el proceso terminaría recurriendo a la utilización instrumental de la fuerza”. Las defensas de los imputados