Javier Fesser
Javier Gutiérrez entrena a basket a diez discapacitados psíquicos en ‘Campeones’, la nueva película de Fesser
DIRECTOR DE CINE
El cineasta madrileño estrena hoy Campeones, una eficaz combinación de humor y ternura donde el premiado Javier Gutiérrez interpreta a un entrenador de basket que se ve obligado a preparar a un grupo de discapacitados psíquicos.
El tratamiento de las emociones y los afectos es siempre asunto delicado en el cine. Si el director no contiene el tono, el público y sobre todo la crítica tacharán su producto de almibarado, previsible y facilón. En Campeones, la película que Javier Fesser estrena hoy, las emociones mandan y por tanto el reto es comprometido en cuestión de tonalidades. Pero es que, como explican el cineasta y su actor principal, Javier Gutiérrez, lo que la cinta expone es precisamente el “analfabetismo emocional” de la sociedad. Y lo hace a través del desparrame afectivo de un grupo de discapacitados intelectuales reunidos en un equipo de baloncesto cuyas aventuras y desventuras resultan tronchantes y conmovedoras a partes iguales.
Marco (Gutiérrez) es un entrenador de basket en la liga ACB que un día explota sin control y se ve en la calle, condenado a trabajos sociales. La pena: convertir en verdaderos jugadores de baloncesto, en el desvencijado pabellón de un barrio pobre de la gran ciudad, a un grupo de chicos con diversas pero no leves afecciones psíquicas. Marco se ve desbordado, sin saber qué hacer. Hasta que empieza un entrenamiento en realidad mutuo, en busca de trofeos que desde el principio se hacen evidentes: tanto el de la final deportiva como el de la lección moral que el presunto “capacitado” de la historia acabará recibiendo.
El guión, de David Marqués y Fesser, vino determinado por el casting de los diez peculiares actores no profesionales. “El texto inicial sirvió sólo de guía –indica Fesser-. Los personajes se construyeron a partir de las conversaciones con los intérpretes”, elegidos por cierto entre 560 candidatos.
La tarea de enseñar a los seleccionados a jugar a baloncesto llevó dos meses, pero el rodaje en sí fue muy rápido gracias a “lo fácil que ellos, con un entusiasmo impagable, me lo pusieron”. Y eso que el también director de El milagro de P. Tinto huyó de la teórica facilidad adicional que le habría supuesto la elección de discapacitados más leves.
Además de la “poderosa mezcla de humor y ternura” que la película ofrece, Fesser destaca la posibilidad que brinda de “ponerte en la piel del otro”. Empezando por el monitor que encarna el ganador del último Goya al mejor actor (por El autor): “Marco ejemplifica perfectamente una de nuestra mayores discapacidades hoy: el miedo a meter la pata ante lo que ignoramos y no sabemos manejar”, dice. Javier –añade– no deja de representar a “un tipo normal que se ve desubicado, como cualquiera de nosotros alguna vez, y con el que podemos empatizar”.
El desconcierto del personaje centra fue un aspecto crucial para el actor. “Tenía claro que Mario no
Fesser, Gutiérrez y sus peculiares actores no profesionales logran “una eficaz mezcla de humor y ternura”
debía ser antipático ni desagradable sino un tío salido de foco ; así su viaje tendría más interés”. Esa desorientación se desvanece poco a poco “gracias al poder de transformación de esos chicos”, apunta Gutiérrez, que tiene un hijo discapacitado.
Actor y director señalan que no hicieron el filme “para educar ni dejar mensajes”. Pero, al verlo, se dieron cuenta de que de hecho sí puede “dar pistas de cómo comunicarnos mejor –dice Fesser– y enseñar a pasar de etiquetas” inútiles. “Porque, a ver. ¿Cómo tratar a un discapacitado? No sé... ¿Cómo tratar a un pelirrojo?”, pregunta en plan retórico: “Habrá que tratar a cada uno de una manera, ¿no?”, responde.