Impresionismo popular
La National Gallery muestra sus cuadros de arquitecturas
Monet & arquitectura, la exposición estrella de la temporada londinense, a punto de abrir sus puertas en la National Gallery (del 9 de abril al 29 de julio), ha despertado una enorme expectación.
Queda algo por decir de Claude Monet? El más popular de los impresionistas parece estar siempre listo para el redescubrimiento. Sus imágenes de álamos y montones de heno, de acantilados de piedra frente a la costa de Normandía, de mujeres paseando plácidamente bajo la sombra de sus sombrillas inclinadas, de nenúfares y deliciosos puentes japoneses, sigue cautivando multitudes y financiando museos. Monet & Arquitectura, la exposición estrella de la temporada londinense, está a punto de abrir sus puertas en la National Gallery (del 9 de abril al 29 de julio) y aquí se habla ya de monetmanía. No es para menos. Su anterior monográfica en la ciudad, Monet en el siglo XX, se celebró en la Royal Academy en 1999. Causó auténtica sensación. En sólo tres meses fue visitada por más de 800.000 personas y el museo se vio obligado a organizar una jornada de 24 horas de puertas abiertas para atender la demanda. Una cifra récord, todavía hoy no superada.
“Nunca hay suficiente Monet, sigue siendo un pintor sorprendente, todavía no se ha dicho todo”, comentaba ayer Gabriele Finaldi, que durante años fuera director adjunto del Prado y hoy dirige la National Gallery. Como buen blockbuster, la exposición bien podría haberse subtitulado con un Monet, como nunca antes lo habías visto, porque la inteligente apuesta de su comisario, Richard Thomson, es dejar a un lado al pintor jardinero para volver a recorrer de nuevo su trayectoria de la mano del pintor de arquitecturas: el de la Iglesia de Varengeville, el de la Catedral de Ruán, el de El Támesis a su paso por Westminster oelde San Giorgio Magiore. Aunque al final Monet es Monet, el pintor fascinado por la luz que empleaba meses tratando de captar un momento fugaz, la luz y los colores que zumbaban a su alrededor, y para quien, como el mismo confesaría, “el tema es secundario. Lo que quiero reproducir es lo que se encuentra entre mí y el objeto”. No le interesa la arquitectura. “Su uso de los edificios es totalmente pictórico, le daban cosas que podía utilizar, formas regulares en medio de una naturaleza irregular, colores, pantallas donde se reflejaba la luz”, explica el profesor Thomson, uno de los mayores especialistas en la obra de Monet. Y, además, a diferencia de los sauces llorones o el mar chocando contra los acantilados, lo edificios se mostraban piadosamente inmóviles.
“Otros pintores pintan un puente, una casa, un barco... Yo quiero pintar el aire que envuelve el puente, la casa, el barco; la belleza de la luz en la que se encuentran”, dijo Monet en 1885. Para entonces había visitado Londres en un par de ocasiones . Llegó por primera vez en 1870 para evitar
MUESTRA ANTERIOR CON RÉCORD La exposición sobre Monet en la Royal Academy en 1999 tuvo 800.000 visitantes
OBJETIVO PICTÓRICO El artista anunció en 1885 que quería pintar la belleza de la luz que rodea la arquitectura
ESTANCIAS EN LA CIUDAD “Sin niebla no sería hermoso”, dijo Monet fascinado por cómo se transformaba Londres
ser alistado durante la guerra franco-prusiana. Se quedó durante seis meses con su esposa y su hijo pequeño. No tenía dinero y no hablaba inglés. Su padre murió mientras él estaba fuera, y pintó sólo seis obras. Luego volvería varias veces como turista entre 1899 y 1901. Era ya un pintor de éxito que se alojaba en el hotel Savoy, desde cuyo sexto piso pintaba por las mañanas los trenes que fuman en Charing Croos y las barcazas que flotan en la penumbra bajo el puente de Waterloo y por la tarde se trasladaba al otro lado del río, a una habitación del Hospital de St. Thomas para pintar las casas del Parlamento. “Sin niebla, Londres no sería hermoso”, decía. Pero tuvo que luchar con ella. “Las nieblas nunca son las mismas, hay nieblas verdes, púrpuras, cambian todo el tiempo... Simplemente, es imposible”. Le fascinaba la forma en que transformaba el aspecto de la ciudad a lo largo del día, cómo la luz que se filtraba a través de ella, los reflejos sobre el agua. A veces trabajaba en cinco lienzos a la vez, que completaría a su regreso a Giberny.
La exposición ha reunido ocho lienzos de aquella serie, fragmentos de una ciudad al borde de la irrealidad y parece oler a humedad, así como de las que luego realizaría en Venecia antes de retirarse a pintar su jardín. También están aquí cuadros de sus viajes a Holanda a principios de la década de 1870, pinturas posteriores de Argenteuil y los barrios suburbanos de París, y siete representaciones de la catedral de Ruán realizadas entre 1892 y 1895. De esta última, una de las más celebradas, Monet llegó a pintar más de 30. Lo hacía a través de la ventana de un estudio improvisado en el probador de señoras de una tienda de Ruán. Trabajaba en varios lienzos a la vez y los iba cambiando a medida que pasaba el día. “Trabajo como un loco, no puedo pensar en nada más”, le escribió a su esposa. De nuevo su obsesión no eran las escenas esculpidas en la fachada o su magnífico rosetón, sino que “trata las formas arquitectónicas como formas, como si fuera un elemento de la naturaleza, grietas en un acantilado”, precisa el comisario.
Monet & Arquitectura revela también al primer Monet que se deja seducir por el pictoricismo y al que luego quedaría fascinado por las transformaciones de la ciudad moderna, pero también al artista sutil y perfeccionista capaces de reflejar estados de ánimo o interiores emocionales como esa Cabaña de los aduaneros en Varengeville, aislada y sola, vulnerable y firme, como si se tratara de un ser humano ... Acaso él mismo.