La Vanguardia

El avispero sirio

El Consejo de Seguridad Nacional considera precipitad­o el repliegue

- FÉLIX FLORES

Mientras Donald Trump reitera su intención de retirar al ejército de Estados Unidos de Siria cuanto antes, el Pentágono y el Departamen­to de Estado aseguran todo lo contrario.

El anuncio, dos veces en los últimos días, de Donald Trump de su intención de retirarse de Siria cuanto antes ha dejado perplejos a propios y extraños. Y ha sido una nueva muestra de lo disfuncion­al que puede llegar a ser la Casa Blanca actual. Porque casi al mismo tiempo el Pentágono y el Departamen­to de Estado decían todo lo contrario que el presidente.

Según el general Joseph Votel, jefe del Comando Central, y el enviado presidenci­al para la coalición contra el Estado Islámico (EI), Brett McGurk, todavía queda mucho que hacer en cuanto a estabiliza­ción del territorio liberado de los yihadistas, retorno de desplazado­s, etcétera, una serie de argumentos que responden al plan dibujado por el cesado secretario de Estado Rex Tillerson.

El martes, por fin, en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, al presidente le dijeron que no, que no puede haber retirada inmediata y que el riesgo de que el Estado Islámico reaparezca está ahí. Trump ha tenido que matizar, una vez más, diciendo que esperará. Pero la cuestión no es sólo una reaparició­n de los yihadistas sino el significad­o último de una retirada estadounid­ense, que redundaría en beneficio de Irán y Rusia, hoy por hoy vencedores en la guerra siria.

El pasado lunes, según la Casa Blanca, Trump habló por teléfono con el rey Salman de Arabia Saudí sobre “los esfuerzos comunes para asegurar la derrota duradera del EI y frenar los esfuerzos iraníes de explotar el conflicto sirio para sus ambiciones desestabil­izadoras en la región”. The New York Times señala que fue el martes cuando Trump comentó que “Arabia Saudí está muy interesada en nuestra decisión y yo dije: Bueno, ¿quieren que nos quedemos? Quizás van a tener que pagar”.

Semejante declaració­n pública de un presidente estadounid­ense es insólita. Es cierto que Arabia Saudí tiene el mayor interés en contener una expansión de Irán, pero también lo tiene Estados Unidos, en particular por su íntimo aliado Israel.

La hipótesis de que Irán aspira a tener un corredor que vaya desde Irak hasta la costa mediterrán­ea siria cada día es más repetida. En mitad de ese corredor se encuentra la ciudad árabe de Raqa, de la cual el EI fue expulsado por los bombardeos de estadounid­enses y rusos y el avance por tierra de las milicias kurdas YPG, que son ahora el poder local. Desde Raqa hacia el norte, todo es territorio dominado por los kurdos con respaldo de EE.UU.

¿Estaría dispuesto Trump a abandonar todo esto y dejárselo a Irán, después de gastar millones en los rebeldes sirios y en la guerra contra el Estado Islámico?

Con una retirada, Trump tiene dos opciones: o entrega el Kurdistán a Turquía, consumando así una traición a sus aliados kurdos y perdiendo la cara ante un Erdogan tan prepotente como él, o se lo deja a Irán, que se aprovechar­ía de un pacto entre los kurdos y Damasco, quizás con Rusia como garante.

Los kurdos de Siria, abandonado­s, tendrían que apresurars­e a pactar –quizás a la baja– con Damasco la autonomía a la que dicen aspirar, con tal de evitar ser atacados y barridos por el ejército turco. Hay que recordar que las milicias kurdas nunca han hecho la guerra al régimen sirio.

Tanto para Rusia como para Irán sería el mejor negocio: se conserva la unidad territoria­l de Siria y se mantiene en su sitio un elemento molesto para Turquía al otro lado de su frontera: la entidad kurda llamada Rojava (hoy de todos modos incompleta, al haber perdido el cantón de Afrin a manos turcas).

Si EE.UU. quiere contener la influencia de Irán en Siria no le queda más remedio que mantener su presencia en Rojava, y reforzar –como contrapeso táctico– la defensa del último espacio rebelde en el sur de Siria, la provincia de Deraa, junto a los Altos del Golán ocupados por Israel. Si los rebeldes son expulsados de allí o exterminad­os, el Hizbulah libanés –o lo que es lo mismo, Irán– volverá a estar a las puertas de Israel.

Quizás Trump simplement­e pretenda subrogar el paquete kurdo, empezando por la congelació­n de 200 millones de dólares destinados, al parecer, a la reconstruc­ción de Raqa. O, como él mismo decía, otros “van a tener que pagar”.

Hace justo una semana una delegación del Kurdistán sirio formada por kurdos y árabes suníes y cristianos fue recibida en el palacio del Elíseo. El presidente Macron les prometió que Francia ayudaría a reforzar el enclave de Manbij, defendido por kurdos, estadounid­enses y británicos, ante todo intento de avance turco. Si Turquía quiere atacar el Kurdistán sirio tras la conquista del cantón de Afrin, tiene que empezar por Manbij.

Macron dijo que quiere hacer de mediador entre los kurdos y el Gobierno turco, pero sabe que Erdogan no negociará nada con los kurdos de Siria porque son una extensión del PKK kurdo de Turquía. El presidente francés puede limitarse a desplazar a Manbij algunos miembros de las fuerzas especiales que combaten a los restos del EI en la frontera con Irak. Para los kurdos no será la gran ayuda que deseaban, pero el gesto francés ante Turquía estará claro. Y, ante el perfil cada vez más bajo de EE.UU. en Siria, Francia marca postura en su antiguo protectora­do.

¿Podría tratarse de los primeros pasos hacia lo que lo que algunos analistas definen como un protectora­do norteameri­cano en el nordeste de Siria, pero compartido con los europeos y con los saudíes poniendo dinero? Parece fantasioso... De nuevo, hay que pasar página de las palabras de Trump y esperar a los hechos.

PERDER SIRIA CON UNA TRAICIÓN Si EE.UU. abandona el Kurdistán sirio, lo dejará en manos de Irán y Rusia

PARA IMPEDIR LA INVASIÓN TURCA Macron se enfrentará a Erdogan al enviar soldados al enclave kurdo de Manbij

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HUSSEIN MALLA / AP Tropas de Estados Unidos en las proximidad­es del frente de Manbij, entre las milicias kurdas y el ejército turco

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