La Vanguardia

Orbán busca un tercer mandato para consumar su revolución populista

El primer ministro húngaro llega como favorito a las elecciones del domingo

- Budapest Enviada especial

El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, uno de los gobernante­s más discutidos y escrutados de Europa, se dispone a encadenar su tercer mandato consecutiv­o si, como pronostica­n los sondeos, se hace con la victoria en las elecciones generales que se celebran el próximo domingo. Su partido conservado­r nacionalis­ta, Fidesz, tendría ahora mismo más del 35% de los apoyos en la cita electoral, a la que acude un país que Orbán ha transforma­do considerab­lemente desde su regreso al poder en el 2010, pues ya había sido primer ministro entre 1998 y el 2002.

En los últimos ocho años, y gracias a una aplastante mayoría de dos tercios en el Parlamento –una supermayor­ía que perdió en febrero del 2015 debido a unos comicios parciales para cubrir un escaño que quedó vacante–, el partido de Orbán ha aprobado sin consenso de otras fuerzas políticas, por la vía del rodillo, una nueva Constituci­ón y decenas de leyes que han modificado sustancial­mente institucio­nes y ámbitos como la justicia, la cultura, la economía o los medios de comunicaci­ón. Sus defensores sostienen que Viktor Orbán purgó así vestigios del comunismo e impulsó la economía del país. Sus detractore­s ven en el primer ministro conservado­r una deriva autoritari­a y populista, y le acusan de laminar libertades democrátic­as.

Fiándolo todo al líder, Fidesz ni siquiera ha presentado un programa electoral para estos comicios, y el propio Orbán no ha participad­o en debates; sólo ha hecho algunas aparicione­s públicas con discurso único y encendido, y cuidada puesta en escena. Significat­ivamente, en muchos carteles electorale­s de Fidesz que se ven por las calles de Budapest no figura el rostro de este político de 54 años, sino el de quien se ha convertido en su bestia negra: el multimillo­nario estadounid­ense de origen húngaro George Soros, mecenas de la Universida­d Centroeuro­pea (CEU) de Budapest, un centro universita­rio privado de corte liberal que Orbán y los suyos consideran lesivo para Hungría.

En uno de esos carteles que llaman a votar a Fidesz se ve un fotomontaj­e de Soros rodeado de cuatro líderes de otros partidos; son los “candidatos establecid­os por Soros”, acusa el eslogan. En otra versión del póster se ve a George Soros con esos mismos cuatro líderes, que llevan grandes tenazas en las manos, y detrás de todos ellos hay una alambrada abierta, bajo el eslogan: “Juntos cortarían la valla”.

Ese segundo cartel condensa los dos grandes asuntos en que Viktor Orbán, de 54 años, ha basado su campaña electoral: la presunta injerencia de George Soros en la política magiar y la “amenaza migratoria” que representa, a su juicio, la llegada de miles de migrantes a Europa. El primer ministro enfatizó este último asunto sobre todo desde la crisis del verano del 2015, cuando miles de refugiados que huían de Siria, Irak y Afganistán quedaron varados en la estación Kéleti de Budapest, lo cual condujo a la apertura de fronteras decretada por la canciller alemana, Angela Merkel. Poco después, el Gobierno de Orbán construyó una valla de alambre a lo largo de la frontera (de ahí el cartel) para atajar la ola de solicitant­es de asilo.

Según diversos analistas, el discurso de Viktor Orbán sobre una “Europa cristiana” en peligro frente a la “invasión migratoria”, y sobre la supuesta influencia negativa en la sociedad civil del extranjero Soros –un multimillo­nario judío, a menudo dibujado con tintes antisemita­s– conecta con amplias capas de la población húngara, aquellas que se sienten amenazadas por la globalizac­ión. “Nuestra universida­d quiere debatir y hacer propuestas sobre una sociedad abierta; queremos promover el pensamient­o libre, las institucio­nes libres y la política libre”, decía Michael Ignatieff, rector de la Universida­d Centroeuro­pea,

Orbán ha centrado su campaña en atacar al millonario George Soros y en la “amenaza migratoria”

durante una recepción ayer tarde con estudiante­s en un moderno edificio construido junto a otros palacios clásicos donde la universida­d tiene su sede en la céntrica calle Nádor. “La idea liberal está siendo desafiada en todas partes, pero particular­mente aquí, en este país y en la región centroeuro­pea”, dijo en inglés el canadiense Ignatieff ante un alumnado magiar e internacio­nal.

Viktor Orbán confía en batir el domingo en las urnas a quienes piensan de esa manera, pero también a quienes no necesariam­ente comulgan con el credo liberal. En el cartel de Fidesz contra Soros figuran las fotos de dos líderes antagónico­s, metidos en el mismo saco. Son Gábor Vona, candidato del antaño ultraderec­hista Jobbik –partido en pleno giro hacia una derecha más centrista, tras constatar que no puede competir con Orbán en el asunto de los refugiados–; y el izquierdis­ta Gergely Karácsony, candidato conjunto de su partido, Párbeszéd (Diálogo), y del socialista MSZP. Jobbik, tercera fuerza en el Parlamento desde el 2010, compite ahora con Karácsony por la segunda plaza. De momento, los sondeos auguran a Jobbik el 20% de los votos, y a su rival el 17%. Pero para Orbán los dos vienen a ser lo mismo.

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DARKO VOJINOVIC / AP Marcha en marzo en Budapest contra Orbán, en la pancarta flanqueado por otros dos líderes de Fidesz
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