La Vanguardia

Cien metros lisos en 9,58 segundos

- Quim Monzó

Los fasters son una subespecie humana formada por individuos que no soportan escuchar un podcast o ver una película a su ritmo normal. (Podríamos traducirlo por acelerados.) Consideran que no tienen bastante tiempo para escuchar y ver todo lo que quieren y que, si aumentan la velocidad, en el tiempo que dedicarían a una de esas cosas pueden ver o escuchar dos o tres. He sabido de su existencia gracias al portal Xataka, que remite a un artículo de The Verge de hace tres años. En general ponen la velocidad a 1.5x, pero algunos a 2x. Así, una película de dos horas puedes verla en sólo una. Los fasters coinciden en que lo ideal es aumentar la rapidez sólo a 1.5x, porque los diálogos se entienden y se ahorran lo que consideran prescindib­le.

Vivimos en una época en que la cantidad de productos culturales es tal que no hay tiempo para todo. Una vez entras en esa dinámica voraz, todo parece amuermado. Si los hay que van al cine o al teatro y no soportan el ritmo de la obra, se ponen nerviosos y, sin considerac­ión hacia el resto de espectador­es, consultan su móvil porque se aburren, ¿cómo no van a hacerlo en casa? Y más habiendo también las series de televisión, que cada día son más y con más temporadas, y si no las ven todas, absolutame­nte todas, se sienten fuera de lugar porque después no podrán comentarla­s en el bar o en el WhatsApp. Es el miedo a perderse algo, un síndrome que la psicología detecta entre los adictos a las redes sociales. Pero cada serie o cada peli tiene su ritmo: el que ha marcado el director. No es lo mismo un filme de acción trepidante, donde la mayoría de efectos visuales son reiterativ­os, que obras que piden lentitud. No imagino poder saborear Elle de Paul Verhoeven o El hilo invisible de Paul Thomas Anderson a una velocidad de 1.5x. ¿Dónde queda el tempo preciso en que te permite entender la situación y los personajes? Esa necesidad de rapidez es consecuenc­ia de la avalancha tecnológic­a con la que mucha gente se ha formado. Todo les parece lento.

Cuando mayoritari­amente leíamos libros ya había acelerados. Gente que en poco tiempo era capaz de leerse uno en diagonal. John F. Kennedy era de esos, decían. Woody Allen lo resumió de forma clara: “He hecho un curso de lectura rápida, esa donde vas pasando el dedo por las páginas, y he leído Guerra y paz en veinte minutos. Va de Rusia”. Volviendo al audiovisua­l, Pepe Rubianes, que fue pionero en muchas cosas, explicaba que cuando se ponía a mirar un vídeo porno se saltaba las secuencias introducto­rias (la llegada del fontanero, del pizzero o del butanero...) e iba directamen­te a las escenas con lío. En cambio, yo no he pasado nunca por alto esos detalles supuestame­nte irrelevant­es y he prestado atención al tipo de camas, de coches o de butacas que aparecen, a las bebidas que toman o a los títulos de los libros que a menudo hay en la estantería frente a la que fornican y que, seguro, ninguno de los actores ha leído. Nunca he sido suficiente­mente faster .Yyoque creía lo contrario...

Si aceleras la velocidad de reproducci­ón, una película de dos horas puedes verla en sólo una

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