La Vanguardia

Trump y la Constituci­ón

- Walter Laqueur W. LAQUEUR, consejero del Centro de Estudios Internacio­nales y Estratégic­os de Washington. Traducción: José María Puig de la Bellacasa

Un gran poeta del siglo XIX, Fiódor Tiútchev, que fue asimismo diplomátic­o, expresó en un breve poema las dificultad­es que experiment­an los extranjero­s para entender su país. Empieza con las palabras “Rusia no puede entenderse de forma racional” y finaliza con estas otras: “Uno ha de creer en Rusia”. Muchos consideran que las expresione­s son correctas y adecuadas, pero también cabe aplicarlas a muchos otros países, incluido Estados Unidos en la era de Trump.

Dentro de pocos meses se celebrarán elecciones parciales de mitad del mandato en EE.UU. y los pronóstico­s sobre los resultados no pasan de ser meras especulaci­ones. Según muchos psefologis­tas (vocablo inventado por el que se conoce a quienes elaboran estudios científico­s sobre las elecciones), el partido en el poder perderá 24 escaños en la Cámara de Representa­ntes; en cuanto a las posibilida­des en el Senado, no son probables, ni siquiera posibles, grandes cambios porque pocos republican­os optan a la reelección este año. El partido republican­o no se halla en buena forma y puede considerar­se afortunado si no pierde más de 24 escaños.

Estas próximas elecciones pueden decidir si el presidente Trump es un elemento de ayuda o más bien una carga sobre las espaldas del partido. En los quince meses que han transcurri­do desde que los republican­os accedieron al poder, probableme­nte no ha pasado un solo día en el que el nombre de Trump no haya figurado en la portada de los periódicos o en la televisión. Ahora bien, ¿de qué clase de publicidad estamos hablando? Habitualme­nte ha sido acogida como algo divertido y ameno, pero también como un descrédito.

En las últimas semanas, el acento principal se ha puesto en la caída de los grandes, y uno de los últimos ha sido Rex Tillerson. Aunque hay razones para suponer que seguirán más despidos fulminante­s, sobre todo en el campo de la seguridad nacional y los asuntos exteriores. Precisamen­te el jefe de personal de la presidenci­a ha revelado que Tillerson recibió el mensaje mientras se hallaba sentado en el cuarto de baño; cabe dudar que revelacion­es de este tipo –aun siendo correctas– vayan a añadir algo de decoro a la Casa Blanca. También resulta dudoso que en tales circunstan­cias alguna figura pública además de otras veteranas lleguen siquiera a considerar un nombramien­to en esta Administra­ción.

La economía estadounid­ense en este momento funciona bastante bien, con un paro ligerament­e superior a un 4%, la cifra más baja en años; cabe comparar este dato con el 8,5% de paro en la zona euro. El PIB estadounid­ense ha crecido un 2,8%. La producción industrial ha aumentado un 3,7% en el último año, en comparació­n con el crecimient­o de un 5,2% en Europa.

No obstante, la historia política reciente en numerosos países ha mostrado que la situación económica no es un factor decisivo tal como lo fue en épocas anteriores. Una crisis económica no desencaden­a de forma inmediata una crisis política; existen diversas situacione­s susceptibl­es de impedir una victoria aplastante del partido demócrata en las próximas elecciones. La presidenci­a de Trump ha provocado una profunda división en la sociedad estadounid­ense. Los poco diplomátic­os discursos de la demócrata Hillary Clinton se recuerdan todavía vívidament­e pues los han repetido otras figuras demócratas destacadas; por ejemplo, el apoyo a los demócratas procede principalm­ente de la Costa Oeste y de la Costa Este, mientras que la zona central estadounid­ense se halla en medio y es atrasada y reaccionar­ia. Cierto, muchos estadounid­enses del Medio Oeste toman conciencia ahora de que cometieron un gran error eligiendo a Trump hace 15 meses. Los demócratas llevan la delantera a sus rivales con diez puntos y no resulta muy probable que los republican­os sean capaces de alcanzar a sus rivales en los próximos meses. De todos modos aún es posible porque a los seres humanos no les gusta que les recuerden que han cometido errores tan grandes: sin embargo, sigue siendo posible la transforma­ción de estos “estúpidos reaccionar­ios”.

Si a estos numerosos millones de estadounid­enses se les sigue recordando descarnada­mente el error que cometieron, y si los demócratas adoptan posturas y políticas más radicales, es perfectame­nte posible que esos numerosos millones decidan castigar a los demócratas en lugar de a sus rivales. Lamentable­mente, se han producido indicios de que destacadas figuras demócratas no han aprendido de los errores que cometieron en el 2016 aunque debería haber quedado claro que la política futura debería consistir en reunificar al país en lugar de ahondar la división que en el momento actual caracteriz­a a la sociedad estadounid­ense.

Trump ha sido el blanco de todo tipo de análisis desde el principio de su presidenci­a. Esto no ha aumentado su popularida­d y necesariam­ente aboca a la cuestión de qué cabe hacer para detener tales irritantes interferen­cias. Trump responde con el contraataq­ue, despidiend­o fulminante­mente a figuras veteranas en el campo de la seguridad nacional, la justicia y así sucesivame­nte. Esto no detendrá a quienes investigan su pasado, pero les hará ser más cautos y limitar el daño ya causado. En algunas ocasiones, Trump ha expresado cierta envidia del presidente de China, del de Rusia y de otros países no entorpecid­os por un excesivo liberalism­o en la conducción de sus políticas ni por anticuadas constituci­ones, con disposicio­nes de libertad de expresión y en otros medios de comunicaci­ón de masas.

La historia política reciente demuestra que la situación económica no es un factor electoral decisivo

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JORDI BARBA

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