Trump y la Constitución
Un gran poeta del siglo XIX, Fiódor Tiútchev, que fue asimismo diplomático, expresó en un breve poema las dificultades que experimentan los extranjeros para entender su país. Empieza con las palabras “Rusia no puede entenderse de forma racional” y finaliza con estas otras: “Uno ha de creer en Rusia”. Muchos consideran que las expresiones son correctas y adecuadas, pero también cabe aplicarlas a muchos otros países, incluido Estados Unidos en la era de Trump.
Dentro de pocos meses se celebrarán elecciones parciales de mitad del mandato en EE.UU. y los pronósticos sobre los resultados no pasan de ser meras especulaciones. Según muchos psefologistas (vocablo inventado por el que se conoce a quienes elaboran estudios científicos sobre las elecciones), el partido en el poder perderá 24 escaños en la Cámara de Representantes; en cuanto a las posibilidades en el Senado, no son probables, ni siquiera posibles, grandes cambios porque pocos republicanos optan a la reelección este año. El partido republicano no se halla en buena forma y puede considerarse afortunado si no pierde más de 24 escaños.
Estas próximas elecciones pueden decidir si el presidente Trump es un elemento de ayuda o más bien una carga sobre las espaldas del partido. En los quince meses que han transcurrido desde que los republicanos accedieron al poder, probablemente no ha pasado un solo día en el que el nombre de Trump no haya figurado en la portada de los periódicos o en la televisión. Ahora bien, ¿de qué clase de publicidad estamos hablando? Habitualmente ha sido acogida como algo divertido y ameno, pero también como un descrédito.
En las últimas semanas, el acento principal se ha puesto en la caída de los grandes, y uno de los últimos ha sido Rex Tillerson. Aunque hay razones para suponer que seguirán más despidos fulminantes, sobre todo en el campo de la seguridad nacional y los asuntos exteriores. Precisamente el jefe de personal de la presidencia ha revelado que Tillerson recibió el mensaje mientras se hallaba sentado en el cuarto de baño; cabe dudar que revelaciones de este tipo –aun siendo correctas– vayan a añadir algo de decoro a la Casa Blanca. También resulta dudoso que en tales circunstancias alguna figura pública además de otras veteranas lleguen siquiera a considerar un nombramiento en esta Administración.
La economía estadounidense en este momento funciona bastante bien, con un paro ligeramente superior a un 4%, la cifra más baja en años; cabe comparar este dato con el 8,5% de paro en la zona euro. El PIB estadounidense ha crecido un 2,8%. La producción industrial ha aumentado un 3,7% en el último año, en comparación con el crecimiento de un 5,2% en Europa.
No obstante, la historia política reciente en numerosos países ha mostrado que la situación económica no es un factor decisivo tal como lo fue en épocas anteriores. Una crisis económica no desencadena de forma inmediata una crisis política; existen diversas situaciones susceptibles de impedir una victoria aplastante del partido demócrata en las próximas elecciones. La presidencia de Trump ha provocado una profunda división en la sociedad estadounidense. Los poco diplomáticos discursos de la demócrata Hillary Clinton se recuerdan todavía vívidamente pues los han repetido otras figuras demócratas destacadas; por ejemplo, el apoyo a los demócratas procede principalmente de la Costa Oeste y de la Costa Este, mientras que la zona central estadounidense se halla en medio y es atrasada y reaccionaria. Cierto, muchos estadounidenses del Medio Oeste toman conciencia ahora de que cometieron un gran error eligiendo a Trump hace 15 meses. Los demócratas llevan la delantera a sus rivales con diez puntos y no resulta muy probable que los republicanos sean capaces de alcanzar a sus rivales en los próximos meses. De todos modos aún es posible porque a los seres humanos no les gusta que les recuerden que han cometido errores tan grandes: sin embargo, sigue siendo posible la transformación de estos “estúpidos reaccionarios”.
Si a estos numerosos millones de estadounidenses se les sigue recordando descarnadamente el error que cometieron, y si los demócratas adoptan posturas y políticas más radicales, es perfectamente posible que esos numerosos millones decidan castigar a los demócratas en lugar de a sus rivales. Lamentablemente, se han producido indicios de que destacadas figuras demócratas no han aprendido de los errores que cometieron en el 2016 aunque debería haber quedado claro que la política futura debería consistir en reunificar al país en lugar de ahondar la división que en el momento actual caracteriza a la sociedad estadounidense.
Trump ha sido el blanco de todo tipo de análisis desde el principio de su presidencia. Esto no ha aumentado su popularidad y necesariamente aboca a la cuestión de qué cabe hacer para detener tales irritantes interferencias. Trump responde con el contraataque, despidiendo fulminantemente a figuras veteranas en el campo de la seguridad nacional, la justicia y así sucesivamente. Esto no detendrá a quienes investigan su pasado, pero les hará ser más cautos y limitar el daño ya causado. En algunas ocasiones, Trump ha expresado cierta envidia del presidente de China, del de Rusia y de otros países no entorpecidos por un excesivo liberalismo en la conducción de sus políticas ni por anticuadas constituciones, con disposiciones de libertad de expresión y en otros medios de comunicación de masas.
La historia política reciente demuestra que la situación económica no es un factor electoral decisivo