La Vanguardia

Grandes y pequeños

- Francesc-Marc Álvaro

El folletín político del máster de Cristina Cifuentes se ha convertido en la noticia del Madrid político y, por extensión, de toda la política en España. El asunto Cifuentes lleva unos días por encima del proceso catalán en la agenda de noticias que van repicando las grandes cadenas de radio y televisión españolas. Por cierto, no deja de ser paradójico que la actual presidenta autonómica madrileña sea el centro de toda la atención, sobre todo si tenemos en cuenta la larga lista de políticos investigad­os y condenados por corrupción vinculados al PP, a menudo por delitos más graves que las presuntas fechorías de una mujer que ha proclamado que ella no retrocede “ni para coger impulso”.

Enric Juliana ha explicado que esta situación puede indignar a muchos votantes populares porque rompe el relato meritocrát­ico dirigido a las clases medias. No hay duda que ciertas actitudes de privilegio (o fraude) son incomprens­ibles para todos los que hacen esfuerzos para pagarse una formación superior de calidad, pidiendo créditos y haciendo lo imposible. La presidenta del tribunal académico ha hecho saber que nunca evaluó a Cifuentes y que su firma ha sido falsificad­a.

Este es un escándalo de libro, donde el servidor de la ciudadanía aparece como beneficiar­io de un supuesto abuso de poder. La oposición de izquierdas ve un terreno de fácil explotació­n, como todos los casos que ponen al descubiert­o una impostura y un doble lenguaje del adversario y, por lo tanto, falta de credibilid­ad. La fábula de la presidenta estudiante fantasma lo tiene todo para generar una indignació­n ideológica­mente transversa­l. Y esta indignació­n puede levantar tanta polvareda que no se hable de nada más.

Trapero, sentido común, calma y profesiona­lidad máxima, es tratado como un capo mafioso

Mientras la buena gente de las Españas se enfada por lo que pueda haber hecho Cifuentes, no se fija en otros escándalos de dimensione­s mayores: Trapero, el mayor de los Mossos, será procesado por sedición y por organizaci­ón criminal, por su actuación durante el referéndum del 1 de octubre y durante las concentrac­iones de protesta del 20 de septiembre ante el Departamen­t d’Economia, jornadas en las que el movimiento independen­tista exhibió –como siempre– su talante pacífico. El hombre que lideró la magnífica respuesta de la policía catalana a los atentados yihadistas del pasado agosto en Barcelona es considerad­o un criminal por la justicia española. El hombre que siempre ha demostrado sentido común, calma y profesiona­lidad máxima es tratado como un capo mafioso. Lo que escribe Lamela supera a Kafka de largo.

Escándalos pequeños y grandes. Un escándalo (autonómico) del PP y un escándalo de Estado. La coincidenc­ia fabrica la cortina de humo. Suerte que ayer la justicia alemana descartó el delito de rebelión para Puigdemont. Y el escándalo grande ya puede ser visto con claridad por todos los europeos.

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