Grandes y pequeños
El folletín político del máster de Cristina Cifuentes se ha convertido en la noticia del Madrid político y, por extensión, de toda la política en España. El asunto Cifuentes lleva unos días por encima del proceso catalán en la agenda de noticias que van repicando las grandes cadenas de radio y televisión españolas. Por cierto, no deja de ser paradójico que la actual presidenta autonómica madrileña sea el centro de toda la atención, sobre todo si tenemos en cuenta la larga lista de políticos investigados y condenados por corrupción vinculados al PP, a menudo por delitos más graves que las presuntas fechorías de una mujer que ha proclamado que ella no retrocede “ni para coger impulso”.
Enric Juliana ha explicado que esta situación puede indignar a muchos votantes populares porque rompe el relato meritocrático dirigido a las clases medias. No hay duda que ciertas actitudes de privilegio (o fraude) son incomprensibles para todos los que hacen esfuerzos para pagarse una formación superior de calidad, pidiendo créditos y haciendo lo imposible. La presidenta del tribunal académico ha hecho saber que nunca evaluó a Cifuentes y que su firma ha sido falsificada.
Este es un escándalo de libro, donde el servidor de la ciudadanía aparece como beneficiario de un supuesto abuso de poder. La oposición de izquierdas ve un terreno de fácil explotación, como todos los casos que ponen al descubierto una impostura y un doble lenguaje del adversario y, por lo tanto, falta de credibilidad. La fábula de la presidenta estudiante fantasma lo tiene todo para generar una indignación ideológicamente transversal. Y esta indignación puede levantar tanta polvareda que no se hable de nada más.
Trapero, sentido común, calma y profesionalidad máxima, es tratado como un capo mafioso
Mientras la buena gente de las Españas se enfada por lo que pueda haber hecho Cifuentes, no se fija en otros escándalos de dimensiones mayores: Trapero, el mayor de los Mossos, será procesado por sedición y por organización criminal, por su actuación durante el referéndum del 1 de octubre y durante las concentraciones de protesta del 20 de septiembre ante el Departament d’Economia, jornadas en las que el movimiento independentista exhibió –como siempre– su talante pacífico. El hombre que lideró la magnífica respuesta de la policía catalana a los atentados yihadistas del pasado agosto en Barcelona es considerado un criminal por la justicia española. El hombre que siempre ha demostrado sentido común, calma y profesionalidad máxima es tratado como un capo mafioso. Lo que escribe Lamela supera a Kafka de largo.
Escándalos pequeños y grandes. Un escándalo (autonómico) del PP y un escándalo de Estado. La coincidencia fabrica la cortina de humo. Suerte que ayer la justicia alemana descartó el delito de rebelión para Puigdemont. Y el escándalo grande ya puede ser visto con claridad por todos los europeos.