La Vanguardia

Poesía financiera

- Clara Sanchis Mira

Me ha llamado por teléfono el nuevo director de mi banco. Se imaginarán que mi banco de mío no tiene nada; las habilidade­s publicista­s nos llevan a incorporar estas trampas del lenguaje. Dices mi banco y alguna glándula misteriosa saborea relaciones familiares imaginaria­s con tiburones financiero­s que no tienen reparos en dejarte debajo de un puente. El caso es que me llama el nuevo director y yo me pregunto qué habrá sido del viejo. Resulta inquietant­e la volatilida­d de los directores de banco. Al menos en mi sucursal, juraría que se están relevando todo el rato. Me pregunto si es una estrategia de renovación de imagen, a salto de mata o rana. Este que me llama ahora para presentars­e tiene una forma de hablar muy campechana, como de entrenador personal o vendedor a domicilio. Creo recordar que el director anterior era más fino, un poco inalcanzab­le. No se dedicaba a llamar a clientes como yo.

Mi nuevo director, después de ponerse a mi disposició­n dándome una importanci­a que huele a gato encerrado, arremete contra mi plan de pensiones. Se ríe de él. Le da lástima. Tu plan de pensiones, dice, es muy pero que muy conservado­r. No sé lo que quiere decir con eso exactament­e, pero carezco de lazos afectivos con mi plan de pensiones que me lleven a ofenderme por él. Mi plan de pensiones es ridículo adrede, digo, lo hice por una servidumbr­e de la hipoteca, por la menor cuantía posible, porque ya pago mi futura jubilación a la Seguridad Social. Pero mi nuevo entrenador personal no tiene reparos en soltarme que más nos vale a todos asegurarno­s un buen fondo privado para la vejez, con lo que estamos viendo

¿Y tú qué plan de pensiones me recomienda­s?, le digo, metida a fondo en el papel de idiota rematada

últimament­e. Si los pensionist­as se están manifestan­do de esta manera, remata, es que el problema es grave. Me deja de piedra, no por nuestras futuras jubilacion­es, que confío en que sean la gota que colme el vaso de la paciencia adormilada ciudadana, sino por lo burda que resulta toda esta maniobra del miedo. Un temor extendido, y fundamenta­do en políticas que ponen en peligro derechos vitales, para engordar el capital privado insaciable. Es tan grosero el mecanismo, tan obvio, que me pregunto si no nos estarán tratando abiertamen­te como idiotas porque tienen datos probados de que lo somos.

¿Y tú qué plan de pensiones me recomienda­s?, le digo, metida a fondo en el papel de idiota rematada, un poco por morbo. Deberías invertir mucho más, dice. Claro, digo. Y te interesa un plan ambicioso, con un riesgo relativo que dé una mayor rentabilid­ad. Ajá. Habrás oído hablar de los picos de sierra y las ondas, dice. No mucho, digo. Cuando vengas a la oficina te lo explico, se apiada. Gracias. Pero lo más importante es que entiendas la importanci­a de decidir según tu horizonte temporal, suelta. Ya lo decía yo, me tambaleo. La poesía financiera me deja temblando.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain