Si el título lo regalaran
Para ser honesto, hay que consignar que la carrera universitaria de Periodismo no es (no era) la más difícil del mundo. Pero después de unos años en la universidad, de batallar con más teoría de la comunicación que con la gestión real de la información, quienes se gradúan acaban absorbiendo no sólo conocimientos en materias variadas como política o economía, sino también, de forma más imperceptible, algunas de las cualidades que precisa el periodista, como la capacidad de análisis o el espíritu crítico. Los aspectos prácticos de la profesión han ganado peso paulatinamente en los planes de estudio y, aunque tener una orla no te hace automáticamente periodista, carecer de ella, mucho menos.
Tener un título en Periodismo, en España, no es una condición sine qua non para ejercer como periodista. Hay muchos ejemplos de grandes comunicadores que no pasaron por esta carrera. Pero carecer de estudios tampoco valida a nadie para hacer de periodista.
Con el título en la mano, el aprendizaje real llega en la calle, en los despachos, en las ruedas de prensa, en las esperas frente a juzgados, en las llamadas telefónicas, en la redacción de crónicas en todo tipo de lugares y circunstancias. Con alegrías, con tensión y con sufrimiento. Cada jornada se aprende algo nuevo de este oficio compuesto de muchos pequeños saberes. A esas incontables horas de aprendizaje, de experiencia ganada, hay que sumarles todas las que se quedaron en las clases, en los trabajos, en las prácticas y en las horas de estudio antes de los exámenes.
En un ejercicio de imaginación, uno podría pensar que, si el título se lo regalaran, también podría haber recopilado experiencias. Se aprende con un micrófono, una cámara o un bolígrafo y un bloc de notas. Pero así no vale. Se trata de periodismo, pero si habláramos de medicina, de ingeniería o de matemáticas aplicadas, regalar un título no sólo sería preocupante, sino un peligro que debería estar castigado.
Si a alguien le regalaran un máster, un supuesto que, como todo el mundo sabe, es imposible que ocurra en una universidad española, sería igual de alarmante. Si una institución universitaria se pusiera al servicio de la mentira sería como negarse a sí misma. Y todo, ¿para qué? ¿Para servir a intereses de alguien con poder? Menos mal que eso no puede ocurrir. Qué va.