La Vanguardia

Abu, ganó tu Liverpool

- Xavier Aldekoa

Era viernes, hacía calor y era normal: en aquella habitación de adobe y techo de hojalata en el norte de Níger no había ventanas y el aire estaba muerto. También era normal: en los guetos, las casas clandestin­as donde los migrantes esperan la señal del traficante para atravesar en 4x4 el Sáhara e ir a Libia y Europa, tapian cualquier apertura para evitar miradas indiscreta­s. Algunos migrantes esperan meses en estos agujeros mientras ahorran el dinero para continuar su viaje, así que a menudo se acumulan varias personas en poco espacio. Es la calma previa al infierno. A partir de aquí los migrantes deben atravesar el desierto apelotonad­os como animales—de 25 a 40 tipos por vehículo—, luego sortear las torturas y mercados de esclavos en Libia y finalmente atravesar el Mediterrán­eo. Morirse es una opción asumida.

En aquella habitación había una docena de jóvenes de Costa de Marfil, Gambia, Togo, Guinea o Camerún y todos lo iban a intentar. Abu Kone, marfileño de 15 años, era el más joven y el más vacilón. Repetía que no tenía miedo y que a él dios le iba a ayudar. “¿Miedo? Ni una pizca”, insistía.

Como la policía les hostigaba si salían a la calle, la mayoría prefería el autoencier­ro y matar las horas jugando a las damas en un tablero hecho con pedazos de madera.

Después de un buen rato de charla, me saltó una alerta en la pantalla del móvil. Acababa de celebrarse el sorteo de la Champions e informé en voz alta: “Barça-Roma y Juve-Madrid”. Se montó una revolución. Mazou, un ex taxista togolés, se abalanzó sobre mí feliz de alegría. “¿En serio? Ya estamos en semifinale­s, Messi los destrozará”. Ousman Van Persie, un guineano que se inventó su

A Abu, el marfileño benjamín, le interesaba­n los ‘reds’: “Salah y Mané son africanos, voy con ellos”

apellido descaradam­ente, subió la apuesta: “Barça-Madrid en la final”. A Abu, el marfileño benjamín, le interesaba la suerte del Liverpool. “Salah y Mané son africanos, voy con ellos”.

Como los robos y los bolsillos flacos son constantes en el trayecto, la mayoría había perdido o vendido sus teléfonos y quienes lo conservaba­n no podían costearse el acceso a internet, así que la noticia del sorteo fue una puerta abierta al mundo. Fue como si se hubiera encendido la luz. Durante un buen rato discutiero­n las posibilida­des de los equipos, felices, burlándose del rival e imaginando goles imposibles.

Con la distracció­n del fútbol, a Abu se le ablandó el cemento. Me apartó a un rincón y me confesó que ya tenía el dinero y no tardaría en salir hacia Libia. También me dijo que en realidad sí tenía un poco de miedo. “Bueno, el miedo normal”. Me dio su Facebook para mantener el contacto, pero desde entonces no ha vuelto a conectarse.

Por si sigues vivo, Abu: ganó tu Liverpool.

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