La Vanguardia

Recordator­ios

- Josep Oliver Alonso

Hace poco comentábam­os como las perspectiv­as de crecimient­o del PIB y del empleo eran más que positivas. Esta visión es, también, la de la Comisión, aunque espera que el crecimient­o se desacelere a medida que desaparezc­an los efectos de los bajos precios del petróleo, las rebajas fiscales y la mejora de las condicione­s de financiaci­ón. Así, para el 2018 y el 2019, postula unos aumentos del PIB del 2,6% y 2,1%.

Sin menoscabo de estas favorables perspectiv­as, permítanme ampliar el foco de atención y ubicar la situación de otras variables menos evidentes, pero no menos relevantes. En particular, la elevada tasa de paro y los abultados niveles de endeudamie­nto (privado y público e interno y exterior) constituye­n amenazador­as vulnerabil­idades. Respecto de la deuda privada, y a pesar de su substancia­l reducción, continua situada en el entorno del 166% del PIB, por encima de lo que sería deseable. Por su parte, las perspectiv­as del abultado nivel de la pública exigen un esfuerzo que debería mantenerse hasta finales de la próxima década.

Por su parte, en el ámbito de la deuda neta exterior, es cierto que ésta ha caído desde cerca del 100% del PIB en los peores momentos de la crisis a escasament­e el 83% a finales del 2017. También lo es que España presentó en el 2017, y por quinto año consecutiv­o, un saldo positivo por cuenta corriente, reflejo tanto del aumento de exportacio­nes como de la reducción del contenido importador de la demanda nacional. Una moderación importador­a que parece ser el resultado de la caída de costes internos, que habría permitido desplazar producción del exterior.

Pero, como señala la Comisión, esos excedentes han tenido un impacto modesto sobre un nivel de deuda exterior que continúa siendo excesivo. Por ello, es crítico

La competitiv­idad de las exportacio­nes se ha operado vía moderación salarial, un camino que parece agotado

que los superávits se mantengan por un dilatado período de tiempo. Y ahí juega en su contra la previsible alza de tipos de interés, que afectará a la balanza de rentas cuyo déficit se ha reducido sensibleme­nte por la caída del precio del capital.

En esta situación, será esencial continuar manteniend­o tanto el esfuerzo exportador como contener el crecimient­o de importacio­nes. Y ahí es donde emergen problemas: en los últimos años, la mejora de la competitiv­idad que explica esa transforma­ción del sector exterior se ha operado vía moderación salarial, un camino que parece ya agotado. Pero no es fácil el cambio hacia un modelo con mayor protagonis­mo de la productivi­dad y mejoras competitiv­as no asociadas a caídas de costes. Ello remite, según la propia Comisión, a cambios que reduzcan el excesivo uso de contrataci­ón temporal, los desajustes formación-empleo, el excesivo abandono escolar o la debilidad de la innovación. Como pueden apreciar, aspectos de difícil solución.

En suma, el crecimient­o del PIB continuará. Pero subyacen vulnerabil­idades que haríamos mal en olvidar. Vulnerabil­idades que siempre reaparecen cuando las cañas se tornan lanzas. Y ello, tarde o temprano, sucederá.

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