Tiempos de paradojas
HABERMAS fue quien nos recordó que el desarrollo de la conciencia europea es más lento que el avance de la realidad concreta. Europa progresa, seguramente con más lentitud de lo que nos gustaría, pero sus criterios se abren paso, sin que muchas veces seamos conscientes de lo que significa para nuestras vidas. Con todas las críticas que le podamos hacer, la UE es el mayor espacio de libertad y bienestar del planeta, por más que la última crisis le hayan hecho perder encanto. Hace cuatro meses, los independentistas catalanas clamaban contra Europa por las calles de Bruselas, mientras su líder Carles Puigdemont cargaba duramente contra los dirigentes de la Comisión. Ahora las mismas personas glosan la independencia de la justicia europea y la UE como marco de libertades, tras el auto del tribunal de Schleswig-Holstein.
La paradoja es que los miembros del Gobierno del PP que han puesto a la UE por delante para descalificar el independentismo y mostrar su aislamiento, en las últimas horas han acumulado castizos discursos antieuropeos ante la sorpresa de que los jueces alemanes hayan considerado que no ha existido un delito de rebelión en Catalunya de acuerdo con la documentación aportada por el magistrado Pablo Llarena a fin de activar la euroorden para extraditar a Puigdemont.
Charles Powell, historiador y director del Real Instituto Elcano, declaró ayer en El Mundo que la decisión del tribunal alemán no era ninguna afrenta a España, que tan respetable es la independencia judicial española como la alemana y que la UE no incluye la unión jurídica. E incluso añadía que lo ocurrido en Catalunya puede ser calificado de sedición pero difícilmente de rebelión desde su punto de vista. Habermas ya lo ha advertido: Hay una grotesca desproporción entre la influencia profunda que la política europea tiene en nuestras vidas y la escasa atención que se le presta en cada país. La UE se merece más cariño y respeto.