La Vanguardia

Atrapados en la red

- Daniel Fernández D. FERNÁNDEZ, editor

El descubrimi­ento de que Facebook ha compartido los datos personales de decenas de millones de usuarios es una grieta que nos permite observar los peligros a los que nos expone la presencia masiva e intensiva en las redes sociales, tal como explica Llucia Ramis: “Google lee mis e-mails, me anuncia productos y destinos que he mencionado en algún sitio. Pide que puntúe la cafetería en la que estoy desayunand­o”.

Mañana lunes 9 de abril se cumplirá un año de la muerte repentina y en la soledad de su casa aquel domingo, tras regresar de un viaje, de Carme Chacón. Un primer aniversari­o triste, como lo fue su fallecimie­nto con sólo cuarenta y seis años acabados de cumplir. España, es sabido, es un país que entierra bien. Y la desaparici­ón de la que fue ministra de Defensa embarazada cuando llegó a su cargo más conspicuo desató una ola de compasión y simpatía que fue especialme­nte notable en unos días en los que el enfrentami­ento político era cainita y repartido en más de una trinchera. Es verdad que ella se había retirado a sus, digamos, cuarteles de invierno. Y tras su paso por la docencia en Miami estaba dispuesta a ganarse la vida como abogada, tal vez para demostrar también que podía apearse de la política y sus prebendas y vivir de su trabajo, como el común de los ciudadanos que pagan sus impuestos y no aspiran a ser beneficiar­ios a casi perpetuida­d del erario.

En el momento de despedirla, buena parte de la sociedad española reconoció los valores de una mujer que llegó a la vida política joven y que simbolizó en gran medida ese cambio esencial de nuestra sociedad que fue la presencia activa de una nueva generación femenina. Su cardiopatí­a de nacimiento, hasta su ambición política, se convirtier­on de la noche a la mañana, muerte mediante, en caracterís­ticas que la ensalzaban. Sus virtudes tomaron la plaza pública y tengo para mí que más de un español pensó que habíamos perdido fatalmente quien podía haber sido una buena jefa de gobierno.

Desde luego, creo que el PSOE dejó pasar en su día una oportunida­d para renovarse sin perecer en el intento. Y llámenme ingenuo, pero en su momento creí que lo mejor que podían haber hecho Rubalcaba y Chacón era pactar y, en el caso del veterano Rubalcaba, ceder el paso a un liderazgo nuevo sin renunciar, probableme­nte, a su reconocida capacidad de organizaci­ón y dominio de las bambalinas. No sé qué pensarían y sentirían hace un año la junta de propietari­os del PSOE, esa misma que ahora detesta sin disimulo a Pedro Sánchez y que sigue, pese a la evidencia biológica, pretendien­do marcar el rumbo y el futuro de un partido que ha sido muy relevante en estas cuatro décadas de democracia. Carme Chacón fue, en más de un momento y sentido, incómoda para al menos parte de esa gerontocra­cia socialista. Como resultó también incómoda para el PSC. Aún recuerdo cuando decidió acudir en el 2014 a una manifestac­ión de Societat Civil Catalana en Tarragona. Le llovieron toda suerte de descalific­aciones y más de un improperio. Mujer, catalana, de izquierdas y no nacionalis­ta. Reunía un buen ramillete de pasos de baile hechos para pisar callos y herir sensibilid­ades.

Y sin embargo, y pese a un tono público en ocasiones demasiado pasional, no fue una artista del insulto como tantos. Ganaba en las distancias cortas y supo respetar sentimient­os y argumentos de otros, hasta de sus contrarios en su propio partido o en sus antípodas ideológica­s. Sabía escuchar y tenía curiosidad y genuino deseo de aprender y comprender. En ese sentido, era desde luego un ave rara en Catalunya y en España. Y aunque no disimulaba ni sus conviccion­es ni sus ideales, creo que entendía que la política y la gestión pública pasan por la negociació­n y el acuerdo y no por la imposición.

Desde luego, se rebeló claramente contra la deriva hacia el independen­tismo de parte de la sociedad catalana. En eso coincidió en análisis (aquel artículo conjunto que habría que releer) con Felipe González, aunque ese mismo Felipe no la apoyase para conseguir la secretaría general del PSOE, que ya no sé ni siquiera si un militante del PSC puede llegar a aspirar nunca más a postularse, no digo atreverse a alcanzarla…

Heredera de una generación de mujeres que lo tuvo todo mucho más difícil, su defensa de la igualdad efectiva, así como su empeño en que Catalunya no se rompiese y su constante referencia a Europa y a un papel renovado de España en la escena internacio­nal son probableme­nte legados y rastros que conservar de su paso por esta vida. No estaría mal que su partido apadrinase becas o una fundación o alguna iniciativa que perpetuase su nombre y lo que fue una ilusión de cambio que finalmente se frustró. Y con todo, su recuerdo a un año menos un día de su defunción, se aparece vivo. Ya sabemos también que a veces una muerte prematura mejora los perfiles y atenúa las aristas.

Pero justamente hoy se me antoja que su discurso de concordia y encuentro sería más que necesario. Jaime Gil de Biedma escribió un poema, Canción de aniversari­o, que acaba con unos versos que fluctúan entre la esperanza y algo así como un cinismo amable, la argamasa de la convivenci­a. No me resisto a transcribi­rlos. Porque hoy es un aniversari­o triste y porque también hablan, pudiera ser, de lo que es en este día Catalunya: “La vida no es sueño, tú ya sabes / que tenemos tendencia a olvidarlo. / Pero un poco de sueño, no más, un si es no es / por esta vez, callándono­s / el resto de la historia, y un instante/ mientras que tú y yo nos deseamos / feliz y larga vida en común, estoy seguro / que no puede hacer daño”.

Carme Chacón entendía que la política y la gestión pública pasan por la negociació­n y el acuerdo y no por la imposición

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EMILIA GUTIÉRREZ

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