Filtraciones en el arca
Noruega invertirá 10,4 millones en el almacén del Ártico construido para preservar la biodiversidad tras filtrarse agua por el cambio climático
El calentamiento global ha provocado humedades en la Bóveda Global, en Noruega, donde se conservan muestras de todas las semillas del planeta.
Ubicada en el remoto archipiélago de Svalbard, muy cerca del Polo Norte, la Bóveda Global de Semillas nació hace justo diez años con el objetivo de preservar la biodiversidad agrícola del mundo. Mucho se habló entonces de su capacidad para resistir a desastres de todo tipo, incluidos los efectos del cambio climático. Sin embargo, el rápido ascenso de las temperaturas provocó una pequeña inundación a finales del 2016. Los depósitos de semillas no se vieron afectados. Pero el incidente encendió la luz de alarma y, ahora, el Gobierno de Noruega acaba de anunciar que invertirá 100 millones de coronas (unos 10,4 millones de euros) para remodelar las instalaciones y asegurar que algo así no vuelva a suceder.
“El aumento de las temperaturas en Svalbard ha sido inesperado”, admite en declaraciones a este diario Åsmund Asdal, que coordina la gestión del almacén desde el Centro Nórdico de Recursos Genéticos (NordGen).
Precisamente, el remoto archipiélago noruego fue elegido para albergar la bóveda por sus bajas temperaturas y hielos eternos. Pero el cambio climático está yendo más rápido de lo que se pensaba, especialmente en la región ártica, donde los científicos estiman que las temperaturas están subiendo el doble que la media global.
En Svalbard, concretamente, se están registrando lluvias incluso en lo más profundo del invierno, durante los oscuros meses en que nunca sale el sol, que van desde mediados de noviembre hasta comienzos de marzo.
Todo esto ha hecho que el permafrost que circunda la entrada al almacén y que se derritió en el 2008 durante los trabajos de construcción no se haya vuelto a congelar completamente.
A finales del 2016, en medio de un invierno menos frío de lo habitual, entró agua en el túnel de acceso. El espacio donde se almacenan las semillas, excavado en la roca, a más de 110 metros dentro de la montaña, no sufrió ningún daño. Sin embargo, el Gobierno de Noruega, que es el propietario de la instalación, quiere curarse en salud.
La nueva inversión, de hecho, es superior a los 48 millones de coronas noruegas (casi 5 millones de euros) que costó construir la bóveda, 10 años atrás. Según Asdal, las nuevas mejoras son “extensas y significativas”. Entre otras cosas, incluyen la sustitución del túnel de entrada por otro de hormigón, más resistente y mejor sellado “para prevenir cualquier intrusión de agua causada por precipitaciones o derretimiento de nieve, fenómenos que serán cada vez más frecuentes”.
Además, se edificará un nuevo recinto de 180 metros cuadrados para albergar los servicios de electricidad, refrigeración y administración de la bóveda, con el objetivo de evitar que estas actividades provoquen más calor del deseado en la instalación principal.
Los trabajos de remodelación empezarán esta primavera y se espera que estén terminados en mayo del 2019.
Con todo, las autoridades noruegas esperan asegurar así que la bóveda siga siendo un lugar seguro donde almacenar copias de todas las semillas de la tierra, garantizando con ello que la humanidad pueda seguir comiendo en el futuro.
En la actualidad, existen unos 1.700 bancos de semillas nacionales o regionales repartidos por todo el mundo. Pero ya sea por guerras, catástrofes naturales o la mera falta de recursos para mantenerlos, muchos de ellos están en peligro. La meta de la bóveda global de Svalbard es almacenar una copia de seguridad de todas esas colecciones para evitar que el material genético que guardan pueda perderse para siempre.
Una prueba de su utilidad llegó en el 2015, cuando el Centro Internacional para la Investigación Agrícola en Zonas Áridas, situado en Siria, retiró de Svalbard las copias que había depositado años antes. El banco había quedado seriamente dañado por las bombas y había tenido que reubicarse en Líbano y Marruecos. Allí, las semillas recuperadas se volvieron a plantar y varias copias de algunas de ellas ya han vuelto a ser depositadas en Noruega.
El ascenso de las temperaturas inundó la bóveda, construida hace 10 años cerca del Polo Norte, en el 2016