CAOS FEDERATIVO
Mientras los clubs españoles mandan en Europa, la Federación es una fuente de líos y no consigue acabar con la etapa de Villar
La larga sombra de Ángel María Villar todavía planea sobre la Federación Española de Fútbol, incapaz de encontrar la paz.
El aplazamiento de las previstas para mañana elecciones a la presidencia de la Federación de resultas de una resolución del Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) vuelve a poner de manifiesto el estado de confusión y caos en que viven las instituciones del fútbol español desde que el pasado 25 de julio el Consejo Superior de Deportes (CSD) decidió inhabilitar durante doce meses a Ángel Villar, el que fue presidente de la Federación durante los últimos 29 años, acusado por el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz de delitos de “presunta administración desleal, falsedad documental, corrupción entre particulares y apropiación indebida”, todo en relación con la organización de partidos de la selección en una investigación conocida como Operación Soule.
La detención de Villar, que pasó varios días en la prisión de Soto del Real junto con su hijo Gorka y el vicepresidente primero de la Federación, Juan Padrón, y de la que sólo pudo salir tras pagar una fianza de 300.000 euros, puso patas arriba la Ciudad del Fútbol y acabó con un dirigente que había llegado al cargo en 1988 con la idea de no eternizarse y al que abrió paso, tras el corto interregno de José Luis Roca, el llamado decreto ‘AntiPorta’, que el Gobierno de la época de Felipe González se sacó de la manga para echar de la Federación española a Pablo Porta, presidente de 1975 a 1984.
Lo que nadie podía esperar es que el por entonces joven abogado vasco, presidente de la Vizcaína y exjugador del Athletic famoso en su día por pegarle una bofetada a Johan Cruyff, iba a durar en el cargo siete mandatos, apoyado en un sistema de regalías y favores mutuos a las territoriales que iba a hacer imposible cualquier oposición. Enfrentado desde muy pronto a los gobiernos, ya sean del PP o del PSOE, Villar siempre se enorgulleció de un poder que llegó a hacerle vicepresidente de la UEFA y de la FIFA. Ni siquiera las defenestraciones de Joseph Blatter (presidente de la FIFA) o Michel Platini (UEFA), del que intentó ser su heredero, pudieron con él.
En su largo mandato Villar sólo tuvo que pasar por las urnas en una ocasión. El 27 de noviembre del 2004 Villar se impuso por 98 votos contra 78 a su exsecretario general y antes jefe de prensa, Gerardo González, al que derrotó porque una serie de clubs abanderados por Joan Laporta traicionó el sentido del voto pactado por la Liga. La situación pudo volver a repetirse en el 2017, cuando Villar ganó su octavo mandato el 22 de mayo tras un proceso electoral que terminó en los juzgados, plagado de irregularidades y que llevó a la renuncia de sus dos contendientes: el también ex secretario general Jorge Pérez (despedido sin previo aviso y de forma fulminante por Villar a semanas de los comicios) y Miguel Ángel Galán, el presidente de Cenafe, una escuela privada de entrenadores con sede en Getafe.
Villar llegó a este nuevo mandato una vez aparcadas sus ambiciones europeas, pero más solo que nunca institucionalmente. El nuevo Gobierno del PP le había quitado de en medio a Miguel Cardenal, un presidente del CSD que había estado a sus órdenes en el Comité de Competición y que se había convertido en su enemigo. Su sustituto, José Ramón Lete, iba a adoptar una postura más conciliadora, convencido de poder pactar con Villar una salida negociada y honrosa. Peor han sido aún peores las relaciones de Villar con Javier Tebas, el todopoderoso presidente de la Liga, un abogado de pasado falangista que llegó al fútbol de la mano de un personaje tan oscuro como Dmitri Piterman y al que parece gustarle apagar los fuegos con gasolina y estar en todas las salsas.
La tensión entre ambos podía dar para un guión de película. Tebas llegó a pedir por escrito a Villar que no le insultase en las juntas de la Federación. En sus últimos tiempos, Villar se negaba a invitar a Cardenal o a Tebas a los partidos de la selección o a la final de la Copa del Rey.
En este escenario de intrigas y desencuentros cobra fuerza en los últimos años Luis Rubiales, exfutbolista profesional que llegó a jugar en Primera con el Levante y que alcanzó la presidencia de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) en el 2010. Entró como vocal en la junta de la Federación y con su fama de sindicalista duro (nada más llegar promovió una huelga en una jornada de clásico) se ganó la confianza de Villar. De futbolista a futbolista. Durante varios años, los medios definieron a Luis Rubiales como el delfín de Villar, lo que ninguno de los dos negó y lo que llevó a Rubiales a ganarse la enemistad de Tebas.
La relación entre ambos se vino abajo con el ingreso de Villar en la cárcel. Ese día, el mundo del fútbol se solidarizó casi al completo con su presidente. Mientras su tesorero y ahora aspirante a sucederle, Juan Luis Larrea, decía que “Villar es mi hermano. No ha robado. Pongo las manos en el fuego por él”, el silencio de Rubiales resultó estruendoso y adquirió para Villar todo el carácter de una traición.
En Soto del Real Villar empezó a descubrir que el final había empezado. De pronto, era un apestado. El apoyo de Larrea, elegido presidente provisional y luego de la gestora por ser el miembro de más edad, devino cada vez más tibio. Ya en el cargo, Larrea anunció su intención de agotar el mandato de un Villar defenestrado definitivamente por el TAD el 22 de diciembre. Pretendía la anuencia de todos y que no hubiera elecciones. Se presentaba como el hombre del consenso. Rubiales se negó y le montó una moción de censura. De nuevo intervino el TAD para ordenar que se convocaran elecciones y que se celebraran con el último censo electoral, el que eligió sin oposición a Villar el 22 de mayo.
La campaña entre Larrea y Rubiales ha sido subterránea, de más golpes bajos que otra cosa, de buscar apoyos sin que el otro se entere. A los dos se les acusa de ser de una manera u otra continuadores del villarato, de buscar un villarato sin Villar, lo que ambos niegan rotundamente. La suspensión de los comicios a pocos días de los mismos es sólo el último golpe de efecto; “una jugada sucia más” contra él, según Rubiales, o “un tiro del rival que le ha salido por la culata”, para Larrea. Todo con un CSD paralizado. La junta gestora se reune mañana para aprobar una nueva fecha electoral. La idea es trasladar los comicios al 17 de mayo, pero ambos candidatos prefieren adelantarlos al lunes 16 de abril, para lo que necesitan el visto bueno del CSD. Ese día hay programado un Huesca-Barça B de Segunda. Mientras la selección aspira al Mundial de Rusia y los clubs españoles mandan en Europa, la Federación sigue siendo la casa de los líos, un hazmerreír general. Rompió con Villar cuando este entró en la cárcel en julio