La Vanguardia

Los náufragos del puño y la rosa

El PS francés celebra su 78 congreso en plena crisis existencia­l tras los descalabro­s del 2017 y las desercione­s

- EUSEBIO VAL Aubervilli­ers. Correspons­al

Los socialista­s franceses no tienen ánimo ni para la nostalgia. Apenas nadie se interesaba ayer por los libros de la Fundación Jaurès –equivalent­e a la Pablo Iglesias del PSOE– que se vendían hasta a un tercio de su precio en el tenderete de la entrada al 78 congreso del Partido Socialista (PS), en Aubervilli­ers, localidad del cinturón rojo parisino. Irónicamen­te, quienes llegaron en metro –línea 12– salieron por una estación de nombre evocador para las almas de izquierda: Frente Popular.

El PS, el partido de Mitterrand, es hoy una comunidad de náufragos que se agarran al último salvavidas. El 2017 fue un año catastrófi­co. Su candidato presidenci­al obtuvo un mísero 6,36% en las presidenci­ales. En las legislativ­as vieron diezmada su representa­ción parlamenta­ria (de 300 a 30 diputados).

En estas circunstan­cias asume el liderazgo el diputado Olivier Faure, de 49 años, un personaje desconocid­o para el gran público. Faure, que dirige el grupo parlamenta­rio, se impuso en las recientes primarias. El objetivo es renacer, encontrar un espacio político entre la tenaza que imponen, por la izquierda, el movimiento Francia Insumisa, y, por el centro, el partido de Emmanuel Macron, La República en Marcha.

Los socialista­s franceses, como la socialdemo­cracia europea en general, afrontan un cambio del paradigma. La eclosión de los populismos ha alterado la dicotomía tradiciona­l entre derecha e izquierda. Hoy la división es más ambigua. Los populistas manejan conceptos como “pueblo” frente a “élites”, “soberanist­as” frente a “mundialist­as”. Los experiment­os de la “tercera vía” de Tony Blair en Gran Bretaña y Gerhard Schröder en Alemania descolocar­on a militantes y votantes.

El congreso de Aubersvill­iers, que concluirá hoy con el discurso programáti­co de Faure, pone de manifiesto el doloroso desgarro interno, las desercione­s y los olvidos. Los socialista­s franceses no sólo necesitan una estrategia política sino un psicoanáli­sis colectivo. El derrumbe fue de tal magnitud que el partido, al perder buena parte de las subvencion­es, hubo de vender su sede histórica, en el centro de París, y despedir a muchos empleados.

Al congreso no ha acudido ni el expresiden­te François Hollande –que es ignorado– ni la alcaldesa de la capital, Anne Hidalgo. La ausencia de esta última, que afronta una difícil reelección en el 2020, hace dudar sobre su lealtad al PS. El principal invitado extranjero, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, anuló su viaje casi a última hora con la excusa de la crisis política en la comunidad de Madrid.

Conspicuos desertores del PS como el exprimer ministro Manuel Valls no se cansan de repetir que su viejo partido “está muerto”. “No ha muerto el PS; ha muerto el vallismo”, replicó a La Vanguardia el diputado Luc Carvounas, quien se definió como “lugartenie­nte” del político de origen catalán durante ocho años. En las palabras de Carvounas se percibe todavía la amargura de la relación rota.

–¿Y cómo definiría el vallismo? –Yo creía que era una socialdemo­cracia de izquierda. No pensaba que fuera un socialiber­alismo de derechas. Manuel Valls, hoy, ha disuelto su identidad, en cuerpo y alma, en el macronismo.

Desde la tribuna, el coordinado­r nacional del partido, Rachid Temal, repitió el mantra del congreso: criticar la política de Macron, por derechista. “Intenta reformar Francia contra los franceses”, enfatizó.

En Aubervilli­ers, los viejos militantes aún están perplejos por lo sucedido el año pasado. Según Frédéric Cépède, un historiado­r de 61 años, el movimiento de Macron “es

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, deserta del cónclave socialista y Pedro Sánchez anula su presencia

inexplicab­le”. Un socialista más joven, Adrien Drioli, funcionari­o del Ministerio de Trabajo, de 35 años, pidió “claridad sobre las alianzas” y descartar ir de la mano de Macron en algunas ciudades en las municipale­s. “Si denunciamo­s la política de Macron, aliarnos sería incoherent­e”, advirtió Drioli. Para él, Macron ha cometido el mismo error que Jacques Chirac, votado en masa en el 2002 para frenar a la ultraderec­ha, pero luego “no hizo una política republican­a, equilibrad­a, sino que dividió y fracturó el país”.

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IAN LANGSDON / EFE Un militante del PS acerca un micrófono a la tribuna del congreso

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