La verdadera democracia
En una verdadera democracia, el Estado somos todos, participamos todos. Pedirle al Estado que cumpla con su responsabilidad es exigírnosla a nosotros mismos. Ha llegado ya el momento en que los españoles asumamos concienzudamente el enorme valor de un Estado democrático, no esperando recibir ni los favores ni los parabienes desde arriba, sino poniendo en acción nuestras propias iniciativas y sugerencias.
El futuro cercano no es esperanzador, el proceso globalizador acaba de empezar (Beth Galí) y será necesario un auténtico milagro para poder evitar una nueva oligarquía, que podríamos definir como el nuevo imperialismo del siglo XXI.
La ciencia moderna, y su inmediata consecuencia, cual es su progresiva complejidad, es el fundamento de la gran revolución industrial, y surge una sociedad nueva que a su vez comporta una nueva moral, que no estará basada en criterios de obligado cumplimiento sino en factores que están haciendo posible aquel.
Es evidente que los buenos profesionales, sean médicos, arquitectos, urbanistas u otros, si realizan su labor con completa honestidad, y excelente rendimiento, se convierten en los principales actores de una nueva sociedad a la que no debe atribuírsele una ausencia de moral.
Ferguson y Smith, a finales del siglo XVII denominaron sociedad civil, caracterizada por haber roto con todos los lazos comunitarios; la “comunidad” era la célula fundamental de la gran familia, la familia de toda la parentela y en el orden laboral, los gremios, las cofradías, eran sus homólogos. Surge una nueva sociedad anónima, expresión harto significativa del cambio que estaba apareciendo. El principio clásico de que existe una sola moral está obsoleto.
Cuando se me planteó por primera vez la mutabilidad de la moral actual, me pareció una auténtica herejía. Tiene que forjarse una nueva moral que abarque los tan variados y distantes matices de la sociedad actual y dé cabida a sus nuevas perspectivas morales. Nuestro mundo es fundamentalmente económico; se basa en el egoísmo de la red económica, pero considero que nuestra felicidad y la esperanza de un mundo mejor debe basarse en un substrato moral, que dé visibilidad a los sentimientos de empatía hacia los demás y que se funde, primordialmente, en el altruismo, la filantropía y la generosidad.