La otra vida en la sociedad @
La desaceleración del tiempo y la materia física son el eje del proyecto de la fábrica de creación La Escocesa
La materia, el tiempo y el espacio. Estos conceptos difuminados y semienterrados en la actual sociedad hiperconectada y digitalizada esperan detrás de una puerta de la calle Pere IV de Barcelona. Sobre la persiana metálica con grafitis de colores un cartel indica que allí estuvo y está La Escocesa, la antigua fábrica de tintes para el textil en el Poblenou industrial del siglo XIX. El recinto forma parte desde el 2011 del proyecto Fábricas de Creación del Ayuntamiento de Barcelona basado en la recuperación de distintos recintos fabriles para la creación artística.
La Escocesa, sin embargo, tiene un punto diferente con respecto a los diez proyectos recuperados en la ciudad. Es un espacio que se autodefine como “fábrica abierta de creación analógica”, poniendo el acento en esta reivindicación de “lo analógico” entendido en un su concepto amplio de dialéctica, de relación.
Y entendido también como la reivindicación del interés por lo “analógico” en su sentido no digital. La recuperación de las antiguas máquinas desprovistas ya de aparente utilidad para reapropiarse de ellas, darles un nuevo sentido en un proceso donde el tiempo de creación, hoy hiperacelerado, vuelve a tener un ritmo orgánico, natural. No es casualidad que al frente de este proyecto esté Enric Puig Punyet, que se dio a conocer con la publicación del libro La gran adicción. Cómo sobrevivir sin internet sin aislarse del mundo, donde exponía la apuesta de un grupo de jóvenes urbanitas por alejarse de internet, de las redes sociales con un planteamiento que ha ido llevando más allá: cómo montar una pequeña “contrarrevolución” para concienciar del carácter vampírico en muchas ocasiones de internet, de la necesidad de tener una distancia crítica con las redes sociales, de la necesidad de mantener el mundo offline y crear comunidades “físicas”.
En La Escocesa, Enric Puig ha querido bajar a la arena sus reflexiones, o sea, situando la exploración y el uso de la baja tecnología –entendida como procesos artesanales, tradicionales– como ejes del proyecto de este antiguo enclave fabril. Y donde subyace la defensa de una concepción diferente del tiempo, una forma de salir en la medida de lo posible de la rueda de hámster de una sociedad acelerada obligada a aumentar la velocidad constantemente sin que esto lleve a un futuro mejor.
La revolución industrial y su trabajo en las fábricas supuso, explica Enric Puig, el fin de la relación natural con el tiempo, la imposición del reloj fabril que marcaba el ritmo del capital, hoy “la ideología que esclaviza” está en la relación con los dispositivos digitales –teléfono, correo…–. En La Escocesa, los artistas residentes –que han pasado por un proceso de selección del Ayuntamiento– trabajan con la materia. Piedra, arena, semillas, madera, pintura...Los objetos, las cosas, los trastos son bienvenidos en un paisaje físico que transmite el peso de la historia. Se huye así expresamente del la imagen del despacho con mesa limpia y ordenador. Aquí, dice, no se abraza la digitalización.
El interés por lo analógico, por lo material, responde así a esta necesidad de poner algunas barreras a la deshumanización que conlleva frecuentemente el mundo virtual. En esta antigua fábrica, cuyo proyecto se puede consultar evidentemente en internet, los programas también se imprimen en papel y se reparten por el barrio de Provençals y, al margen del trabajo de cada artista, se está preparando un laboratorio de fotografía analógica y un taller de construcción de muebles. No sólo por esta reapropiación y reinvención de una forma de hacer, sino porque también es una forma, explica Enric Puig, de hacer comunidad, de facilitar a la gente del barrio que entre y pruebe.
Desde el terrado se observan los edificios del 22@ y muy cerca se trabaja en la rehabilitación de la antigua fábrica de Ca l’Alier, un enclave llamado a convertirse en el Smart City Campus, donde se ubicará Cisco con un centro de innovación y se abrirá el espacio a emprendedores y empresa. Una iniciativa para renovar la zona norte del 22@ y también una paradoja con este ritmo pausado que se respira en La Escocesa, y sus espacios llenos de materiales. Enric Puig y los que como él están advirtiendo sobre la necesidad de establecer una distancia crítica con el internet 3.0 consideran también que hay que dejar de “glorificar” la idea de la Smart City. No se trata de frenar su avance, sino de que todo sea también posible offline. Una paradoja necesaria.
Enric Puig, abanderado de la crítica sobre el abuso de internet, dirige un espacio que apuesta por lo analógico