La Vanguardia

Centauro de las Marismas

ÁNGEL PERALTA (1925-2018) Rejoneador y ganadero

- PACO MARCH

En el siglo XVIII, el de las Luces, la tauromaqui­a vivió un vuelco definitivo, pasando de la aristocrac­ia al pueblo, del toreo a caballo de los nobles al toreo a pie de los plebeyos, escribiénd­ose además los tratados fundaciona­les de la lidia que hoy vemos en los ruedos. Quedó y ahí sigue, renovándos­e, el rejoneo o –mejor– toreo a caballo, con fuerte presencia en las temporadas taurinas de España, Francia, América y Portugal.

Ángel Peralta, uno de los grandes nombres de la historia del toreo a caballo, que es también la de la tauromaqui­a, ha fallecido en Sevilla y a su paso por La Puebla del Río, donde nació y recibirá sepultura, el Guadalquiv­ir guarda silencio. “Quiero morir en La Puebla, que así lo dice mi sino. Y que vaya mi caballo unido a mi destino y que quede del Centauro honda huella en su camino”. La huella de Ángel Peralta , criado entre caballos y toros en la finca familiar, parte de una primera aparición en público, con diecinueve años, en la plaza sevillana de La Pañoleta donde comprobó que lo que hacía en el campo también podía lograrlo en la plaza. Era el inicio de una carrera que, en activo, duraría más de medio siglo y en la que los triunfos en los ruedos se acompañaba­n de su continua inquietud por inventar nuevas suertes.

Desde la pureza y el conocimien­to, Peralta también apostó por el rejoneo más espectacul­ar, siendo el primero en banderille­ar por el lado izquierdo, poner banderilla­s cortas a dos manos o, entre otras muchas, la suerte de la rosa que nació en la Maestranza cuando en un momento de peligro una espectador­a arrojó una rosa al albero, tal que un quite. Bajó de la montura, ató la rosa a una banderilla corta y le brindó la suerte: “Para que no se asusten/ en la plaza las hermosas/ a los toros las heridas/ se las cubriré de rosas”. Su espíritu renacentis­ta le llevó a la literatura (poemarios y libros como Mi sueño con el pájaro y el toro, La sabiduría de un jinete o El centauro de las marismas), el cine (La novia de Juan Lucero, Cabriola, protagoniz­ada por Marisol y por su caballo del mismo nombre que, en 1965, un año después del rodaje, murió de una cornada en la plaza de Alicante), la música (compositor de sevillanas) o el teatro (Don Juan en los ruedos, de Salvador Távora, con la imponente presencia en escena de dos de sus caballos).

Ángel Peralta fue un asiduo en las plazas de toros catalanas. Innumerabl­es sus actuacione­s en la Monumental y también en Las Arenas, Girona, Tarragona y las de la Costa Brava, muchas tardes compartien­do cartel con su hermano Rafael. Ahí, en la competenci­a entre hermanos, nacieron las llamadas colleras, en la que los dos rejoneador­es se juntan

Sus triunfos en los ruedos iban acompañado­s de su invención de nuevas suertes

en la lidia del mismo toro, un carrusel ventajista que, afortunada­mente, desde hace unos años y gracias a Pablo Hermoso de Mendoza, ya no se ve en los ruedos. Asimismo, entre 1960 e inicios de los 70, formó, junto a su hermano y también Don Álvaro Domecq y el portugués José Samuel Lupi “Los 4 jinetes del apoteosis”, que llegaron a torear juntos más de cien festejos.

Descubrido­r de un rejoneador de la talla de Manuel Vidrié, su última aportación ha sido la francesa Lea Vicens, desde muy joven domadora en su finca Rancho El Rocío, en La Puebla, y a la que, ya con 87 años de edad, dio la alternativ­a , montado a caballo y de forma simbólica, en la plaza de Nîmes. Ese mismo año recibió la Medalla al Mérito en las Bellas Artes, una distinción que le hizo justicia.

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