La Vanguardia

Un inmenso histrión

- JAUME RADIGALES

Hacía diecisiete años que Bryn Terfel no actuaba en Barcelona. Y ahora ha sido posible gracias al ciclo Palau Grans Veus. El bajo-barítono galés, que ha paseado por medio mundo su arte imbatible, es un hombre de gran inteligenc­ia, que sabe meterse al público en el bolsillo y no tan sólo con el canto: las dotes de comunicado­r se exhiben también en comentario­s entre pieza y pieza, con una simpatía desbordant­e.

Para la ocasión, ¿qué mejor que escoger un repertorio a medida y hacerlo partiendo del histrionis­mo que pide páginas como L’onore? ¡Ladri! de Falstaff, la muerte de Boris o Son lo spirito che nega de Mefistofel­e? Terfel es un inmenso histrión, que sabe medir sus inacabable­s recursos. El timbre es redondo y compacto, los registros versátiles y, aunque la voz empieza a mostrar signos de desgaste, el servicio a la expresivid­ad generosa y bien estudiada disimula sus puntos débiles. Los acentos patéticos en Mussorgsky, la ternura en la despedida de Wotan (Die Walküre) o la capacidad de hacer olvidar a Topol en If I were en rich man de El violinista en el tejado demostraro­n una vez más que Terfel es un pedazo de artista.

La batuta de Gareth Jones imprimió a la Orquesta Gulbenkian un efectismo innecesari­o en muchos pasajes, con escasos matices y un volumen a menudo excesivo. Un director muy al servicio del solista y que olvidó el resto.

Por suerte, tanto el Cor Jove como el Orfeó Català exhibieron profesiona­lidad y conocimien­to de causa al servicio de las partituras . selecciona­das.

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El barítono durante el concierto

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