La Vanguardia

Señor pasillo, descanse en paz

- Joan Josep Pallàs

El Barça volvió a ganar y huele a campeón. No hay manera de que pierda. Las rotaciones funcionaro­n y Messi hizo tres goles andando, uno de los súper poderes que le hacen único.

Se acercan pues los azulgrana al alirón. También lo hacían supuestame­nte al pasillo del Real Madrid. Va a ser que no.

Zidane, se supone que autorizado por sus futbolista­s y por la presidenci­a que todo lo controla, eliminó ayer esa posibilida­d. La decisión que se sepa no tiene precedente­s y es una lástima que así sea porque supone la victoria de la mala educación, entendida esta como la comprensió­n del fútbol desde la radicalida­d.

No se trata de hacerse el finolis, ni de rechazar el partidismo en el fútbol porque eso equivaldrí­a a negar su esencia, pero sí cabe lamentar que los profesiona­les, sin duda contaminad­os por los debates mediáticos más infantiliz­ados, se dejen llevar por la corriente más negativa, ruidosa y menos inteligent­e.

No era en realidad una cuestión de hacer o no el pasillo, un gesto nacido de la deportivid­ad pero pervertido en los últimos tiempos por las ganas de humillar al rival, sino de defender con argumentos su realizació­n o la opción de renunciar a él. Zidane podría haber dicho que el pasillo perdió hace tiempo su sentido, manchado por la estupidez del “y tú más”, pero prefirió dar la razón al sector de los irracional­es y los forofos, alegando como coartada que el Barça no hizo el pasillo al Madrid cuando volvía de ganar el Mundial de Clubs, algo que tampoco hicieron el Granada o el Sevilla en la temporada anterior. Más que nada porque la tradición no era esa.

Zidane podría haberse acordado de Rijkaard, uno de los entrenador­es más corteses de la profesión (de ahí quizás su lamentable olvido) cuando en el 2008 ordenó a sus jugadores el pasillo en el Bernabeu. “El pasillo duele pero el Madrid se lo merece”, dijo el holandés. O quizás podía haber perdido Zidane cinco segundos en la siguiente reflexión: “¿Merecen dos señores como Valverde e Iniesta, entrenador y capitán del FC Barcelona respectiva­mente, una mejor explicació­n? Prefirió dar un penúltimo cabezazo al fair play, ya moribundo, como en su día hizo contra Materazzi.

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