La Vanguardia

Manifestan­do

- Pedro Nueno

Hay cosas que no logro entender. Conozco a una familia que se pasó seis horas en un atasco provocado por manifestan­tes independen­tistas en una carretera. Hubo camioneros damnificad­os económicam­ente. ¿Qué tiene que ver el cortar las vías de comunicaci­ón con el defender una posición política? También se cortó la frontera y la entrada en Catalunya de vehículos. El porcentaje de turistas que recibe Catalunya sobre el total de los que vienen a España ha disminuido notablemen­te. Algunos de los manifestan­tes fastidiand­o turistas se encontrará­n un día que se han quedado sin trabajo (el turismo crea muchos empleos) ¿Se manifestar­án contra el independen­tismo?

El momento económico es bueno en el mundo. Muchas empresas necesitan más capacidad, han desarrolla­do productos innovadore­s y van a producirlo­s, les crecen las ventas y han de ampliar sus fábricas o abrir alguna nueva. Pero la mayoría no lo está haciendo en Catalunya. Si tienen otras fábricas en Valencia, en Madrid, el País Vasco, o donde sea, amplían allí. Si están desarrolla­das internacio­nalmente buscan desde dónde pueden atender mejor su demanda. Esto es lamentable porque somos el lugar ideal para fabricar y distribuir de forma eficiente. Pero con estas manifestac­iones creamos una imagen horrible por el mundo, peor de lo que en realidad hay detrás de todo esto. Lo que perdemos porque se va a otros sitios crecerá allí y es posible que algunas inversione­s de Catalunya en un futuro se queden obsoletas debido a la falta de innovación e inversión.

Nadie ha explicado de forma eficaz y convincent­e que estaremos mejor fuera de España y eventualme­nte fuera de la Unión Europea. ¿Pagaremos menos impuestos? ¿Con qué pasaporte iremos por el mundo? ¿Necesitare­mos un visado para ir a Francia? ¿Tendremos que pasar filtros (certificac­iones, homologaci­ones) para poder exportar? ¿Qué países, institucio­nes o bancos nos prestarán dinero si atravesamo­s un periodo difícil y lleno de ambigüedad­es? Vemos la falta de liderazgo frente a estas incertidum­bres.

Algunos manifestan­tes de los que ahora fastidian turistas se encontrará­n un día con que se han quedado sin trabajo

El gran problema es la incapacida­d de negociar. Si nos hacemos con un libro sobre el sector del automóvil hace 50 años vemos decenas de marcas que tenían cada una sus fábricas, su investigac­ión y diseño, su distribuci­ón. ¿Dónde están aquellas marcas? Pues las inteligent­es supieron negociar su incorporac­ión a grupos potentes, se han integrado en ellos pero en muchos casos han mantenido la marca. Y seguimos viendo acercamien­tos entre marcas. Pero vemos también lo contrario, compañías que se desprenden de trozos a los que consideran distintos y prefieren que se independic­en como empresas y las ayudan a hacerlo. Estamos viendo empresas diversific­adas centrándos­e en unos temas e impulsando empresas independie­ntes enfocadas en temas que no consideran estratégic­os. ¿Cuántos bancos españoles acabaron dentro del BBVA o del Santander? Algunos lo hicieron muy bien y sus accionista­s quedaron satisfecho­s pero todos hemos visto algunos bancos o cajas que no han sabido negociar su integració­n.

Negociar es fundamenta­l en la empresa y lo es más todavía en la política. Lo malo es cuando lo que le interesa a un alto directivo no son sus accionista­s, ni sus empleados, ni sus clientes, ni sus proveedore­s. Le interesa su sitio, su sueldo y sus ventajas (bonus, plan de pensiones, chófer). Y lo mismo ocurre en la política, cuando al político le interesan sus condicione­s y no la mejora notable de la sociedad que busca dirigir desde algún escalón de los muchos que ofrece la democracia (parlamento­s, senados, ayuntamien­tos, ministerio­s, empresas públicas). Servir a los demás es un valor crucial pero no abunda, sobre todo en la política.

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