Ataque israelí a una base siria después de la matanza con armas químicas
Trump asegura que en las próximas horas dará una respuesta contundente a El Asad
Cuando todo parecía preparado para que el gatillo fácil de Donald Trump castigara “al animal de Bashar el Asad”, surgió del éter la Fuerza Aérea israelí. Entre dos y cuatro cazas F-15 violaron el espacio aéreo libanés, ayer antes del alba, para lanzar ocho misiles contra la base aérea siria T-4, entre Homs y Palmira. Cinco cohetes habrían sido interceptados, pero el resto bastó para provocar al menos 14 muertos. Cuatro de ellos serían iraníes, miembros de la brigada Al Quds de los Guardianes de la Revolución.
La intervención de Israel contra esta base de drones se ampara en la indignación internacional ante las nuevas acusaciones de guerra química formuladas contra El Asad. Sin embargo, obedecen a sus propias necesidades defensivas. Esta es la segunda vez que aviones del Estado sionista bombardean estas instalaciones desde febrero, cuando un caza israelí fue abatido por las defensas aéreas sirias por primera vez en décadas. Cabe decir que esta vez sus aparatos han renunciado a sobrevolar Siria. Mucho más frecuentes son sus bombardeos de convoyes cargados de armas con destino a Hizbulah, en Líbano.
Tal como es habitual en el campo de batalla sirio, las autoridades israelíes ni han confirmado ni desmentido las acusaciones de estar tras el ataque formuladas por los rusos, indignados por la ausencia de aviso previo.
Mientras tanto, Donald Trump se daba anoche un máximo de 48 horas para tomar “grandes decisiones” relativas a “las atrocidades” de El Asad. El presidente de Estados Unidos no olvida cómo se disparó su popularidad tras ordenar el lanzamiento de 59 misitrastadas, les Tomahawk contra un aeródromo de El Asad, en respuesta a su presunto uso de armas químicas, hace un año.
Esta vez, un cierto olor a cloro ha impedido que la demoledora victoria del ejército sirio frente al último bastión islamista a las afueras de Damasco, en Duma, se convirtiera también en una victoria propagandística. Mientras los últimos yihadistas respaldados por Occidente, Arabia Saudí, Qatar y Turquía son evacuados sobre ruedas –ayer, 31 autocares– Bashar El Asad y sus aliados rusos e iraníes están a la defensiva ante las acusaciones, aún no con- de que habría usado cohetes con agentes químicos en su bombardeo final del pasado sábado, con el resultado de “42 muertos”. La cifra, facilitada por las fuerzas de protección civil de los insurgentes, no ha podido ser verificada, ya que los propios cascos blancos reconocen no haber podido rescatar los cadáveres “por los gases” y luego “por ser inaccesibles a ambulancias”.
El Gobierno sirio y su aliado ruso rechazan de plano la acusación, que según ellos, tampoco habría sido corroborada por la Media Luna Roja. En cualquier caso, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas se encuentra ya sobre el terreno. No está de más decir que la insurgencia suní, primero en Irak y luego en Siria, lleva más de una década empleando también armas químicas rudimentarias.
Los halcones de que se ha rodeado Trump lo retienen en una peligrosa trayectoria de colisión con Turquía en el norte kurdo y con Rusia en el resto de Siria. Aunque ya han muerto mercenarios rusos en Siria por fuego americano, la posibilidad de que soldados o asesores rusos fallezcan a causa de un bombardeo estadounidense pone los pelos de punta.
NEGACIÓN Rusia y Siria siguen negando el uso de agentes químicos para expulsar a los rebeldes
CASTIGO Trump dice que podría responder con contundencia al mandatario sirio
Entre tanto que Trump se piensa una respuesta –“nada está fuera de la mesa”–, el presidente estadounidense volvió a poner a Rusia e Irán detrás de la acción del bautizado por él como “animal” El Asad. “Todos juntos”, reiteró ayer en la reunión de su gabinete, en el que por primera vez tomó asiento John Bolton, el nuevo consejero de seguridad nacional, un halcón entre halcones que siempre ha sido partidario de bombardear Siria y, si viene de paso, a Irán, su bestia negra.
El Pentágono estudia “la respuesta adecuada”, respondió en la rueda de prensa diaria la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders.
“Todos van a pagar su precio”, había remarcado Trump un rato antes, pese a reconocer que todavía “estamos analizando este acto bárbaro y estudiando qué es que pasa”, insistió Trump.
La pregunta estaba cantada: ¿Todavía quiere sacar las tropas de Siria? “Vamos a tomar una decisión sobre todo esto, en particular en Siria. Va a ser rápido, probablemente hoy. Pero no podemos permitir atrocidades como esta”, en referencia al supuesto ataque con armas químicas.
Ese anuncio de que el presidente estadounidense quería de
lo regreso a los 2.000 soldados allá destinados se han convertido en un bumerán contra él. “El presidente ha dicho al mundo que Estados Unidos se retirará prematuramente de Siria”, lamentó el senador republicano John McCain. “El Asad y sus patrocinadores rusos e iraníes le han escuchado y, envalentonado por la inacción americana, El Asad ha lanzado este otro ataque químico contra hombres,mujeres y niños, esta vez en Duma”, recalcó.
La idea lanzada por McCain se ha convertido en un término similar a la línea roja que trazó el presidente Barack Obama. El dictador sirio sintió que Washington no se atrevería a actuar. De hecho, un año después, en el verano del 2013, se produjo un grave ataque con gas sarín y Obama incumplió su amenaza. Optó por la vía diplomática junto a los rusos.
Supuestamente, Rusia debía garantizar que las armas químicas debían desaparecer de Siria.
En su tuit del domingo, Trump atribuyó a esa inacción de su predecesor las consecuencias de lo que sucede ahora. “Resulta indignante culpar del ataque en Siria a las palabras del presidente Trump”, replicó ayer la portavoz.
En una reunión de emergencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, el embajador ruso avisó “de las graves consecuencias de las acciones armadas.