La Vanguardia

‘Ich bin ein Berliner, moi non plus’

- Sergi Pàmies

La convención de Sevilla resume bien el pánico autárquico que vive el PP. El lema “Contigo crece España”, amplificad­o por la euforia de quien intuye el cataclismo, recuerda los peores años de crisis, cuando a la catástrofe se la llamaba “crecimient­o negativo”, y al naufragio, “desacelera­ción”. De los tiempos en que reinaba el patetismo frívolo de Zapatero hemos pasado al cinismo actual, con especímene­s retóricos tan corrosivos como Esteban González Pons, que compara el independen­tismo con el golpismo de metralleta, uniforme y “¡Quieto todo el mundo!” Y contra el quietismo crónico de Rajoy, la hiperactiv­idad de Carles Puigdemont, que ha logrado convertir el pollo de cojones en pollo internacio­nal. En Berlín montó una conferenci­a de prensa con una escenograf­ía de silla, sombras y saturación ambiental propia de una cueva flamenca con un cantaor disfrazado de padrino de bautizo a punto de entonar una seguiriya pensada de cara al turismo.

En TV3, el abogado Gonzalo Boye subraya, con una prosopopey­a que recuerda la de Jacques Vergès, los errores del juez Llarena. La biografía de Boye incluye furores revolucion­arios, condena por colaboraci­ón con ETA, defensa legal de las víctimas del 11-M, de Edward Snowden o de los damnificad­os de Gaza y ahora la vocación de cortocircu­itar la justicia española (más informació­n sobre el personaje en el documental Boye, que encontraré­is en Filmin) con una vehemencia que no puede evitar que emerja la vocación política sobre la vocación jurídica.

Otra vocación: como no acepta las invitacion­es de TV3 porque se resiste a servir de excusa (como tantos), Felipe González eligió La Sexta para reivindica­rse como jarrón chino mayor del reino. Falsamente sabático, el diálogo con Jordi Évole destiló

Esteban, Felipe y Enric: tres maneras de llevar el apellido González

la flaccidez ética de las razones de Estado, un gran dominio de la administra­ción sinuosa del veneno (elogio particular a Arrimadas, desprecio colectivo a los suyos, con una frase que es el colmo de la prepotenci­a condescend­iente aplicada a Miquel Iceta: “Mandé que le dijeran”).

Pero mi González preferido es Enric, entrevista­do por Ricard Ustrell en Catalunya Ràdio. Paseando por el París de la plaza Maubert, González definió el Mayo del 68 como “la primera revolución de gente bien alimentada, con todo lo que eso comporta.” También explicó que, aunque no es creyente (a pesar de ser del Espanyol), le gusta asistir a las misas en latín y dejarse seducir por el melancólic­o escepticis­mo de las novelas negras de Leonardo Padura. Contra la intoleranc­ia incontinen­te de González Pons y la temible sabiduría de hombre de Estado de Felipe González, que se resiste a que se lo lleve la grúa de la historia, el humanismo desencanta­do de Enric González.

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