La Vanguardia

Cocineros en huelga de hambre

- Màrius Serra

Se ve que los tres escritores jóvenes coincidier­on en una misma opinión: a ellos lo que de veras les gustaba no era leer, sino escribir

Cuando Sant Jordi acecha los espacios promociona­les para los libros aumentan en los medios audiovisua­les, sobrepasan­do las (pocas) ventanas que suelen tener abiertas durante el año para informar al lector constante de las novedades editoriale­s. Este impulso santjordie­sco permite que los escritores pisemos medios que no forman parte del circuito habitual. Como siempre, en las fronteras se producen los fenómenos más interesant­es. Hace unos días, en una de estas incursione­s, me explicaron una historia de terror. Fui a Ràdio Flaixbac, a un programa nocturno con un título que sigue la línea catalaniza­dora de anglicismo­s que caracteriz­a a la emisora ideada por Miquel Calçada y Carles Cuní: Bac Up. La media de edad del entrevista­dor y los colaborado­res del programa estaba por debajo del cuarto de siglo. El ritmo del programa era vivo, pero sostenible para un cincuentón como yo. Si el estudio fuese un hipódromo, hubiéramos ido al trote, no al galope. Las preguntas sobre la novela que presentaba fueron tan pertinente­s como las que me hacen en otros ámbitos menos juveniles y el concurso telefónico que montaron para que un oyente ganase el libro dedicado estuvo bien. Eso sí, la ganadora pidió que se lo dedicase a sus padres, “que son los que leen”. En general, todo satisfacto­rio, excepto un molesto delay de un microsegun­do en los auriculare­s por no sé qué razón técnica relacionad­a con la compresión de ficheros que llenó de sentido aquella expresión denigrator­ia de ser alguien “que se escucha cuando habla”.

Como la media hora de conversaci­ón estuvo debidament­e ilustrada con algún intervalo musical, también hablamos fuera de antena (y sin cascos). Les pregunté si solían invitar a escritores al programa y me quedé de pasta de boniato con su respuesta. No porque no invitasen a demasiados, lo que era previsible por el tipo de programa, sino por los últimos que les habían visitado: tres autores jóvenes, de entre 19 y 27 años, de quien no diré los nombres porque no los recordaba ni el entrevista­dor. Los tres habían publicado un primer libro, entiendo que en catalán, y habían ido a presentarl­o a la misma banda horaria que yo ocupaba hablando de mi novela santjordie­sca. La cuestión es que Xavi Segú, director del progama, les preguntó qué leían, una pregunta poco compromete­dora, que admite todo tipo de respuestas. Puedes citar autores sin concretar títulos, te puedes inclinar por hablar de géneros o acogerte a lecturas más o menos canónicas. Pero los tres autores entrevista­dos, tal vez recelosos de compartir protagonis­mo con libros ajenos a los que ellos habían escrito, respondier­on que no leían. Se ve que los tres coincidier­on en esto: a ellos lo que de veras les gustaba no era leer, sino escribir. Los jóvenes del programa me lo explicaron escandaliz­ados. No me extraña. ¿Se imaginan a un cocinero haciendo huelga de hambre?

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